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viernes, 19 abril, 2024
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Del poder y la Universidad

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Por: ALBERTO VÉLEZ RODRÍGUEZ • ROLANDO ALVARADO • admin-zenda • Admin •

Comenta Eduardo Remedi en las páginas finales de su libro “Detrás del murmullo” (Juan Pablos-UAZ, 2008, México): “Quizá como una respuesta a este marco de control cada vez más estricto, se amplia al interior de la Universidad la búsqueda de un consenso que permita presentar como bloque a la comunidad escolar y ofrecer de esta manera mayores niveles de resistencia, obteniendo así margenes de negociación frente a la presión externa” (p. 570). Esto ocurría a principios de los 80, cuando se resentían, entre otras cosas, las consecuencias de la crisis petrolera. El resultado de esa búsqueda, de acuerdo a los actores entrevistados por Remedi, fue el fracaso porque no se logró ningún bloque y se aceptaron las políticas del gobierno federal. Así que en lugar de consenso en la Universidad se dividieron las “fuerzas democráticas”, las unas con el Frente Popular, las otras con el Partido Comunista, con lo que se inicia la construcción de una “red imaginaria”, hasta la fecha vigente, que tenía, y tiene, la finalidad de restituir la legitimidad perdida por la rectoría en los sucesos de 1977. Recordemos que el concepto de “red imaginaria” fue introducido por Roger Bartra para lograr una crítica del clientelismo, el populismo y el autoritarismo del PRI. Por lo tanto parece ser el medio ideal para avanzar en una comprensión de lo que las “fuerzas democráticas” universitarias lograron construir en la universidad, porque lo que queda claro es que lo primero que construyeron para llevar a cabo la transposición de los problemas reales de los universitarios (la ausencia de normatividad, la debilidad académica que implica la imposibilidad de ejercer la autonomía académica, etc.) fue un escenario de enfrentamiento entre ellos que funcionó para fortalecer un sistema de ejercicio discrecional de la autoridad fundado en un amplio aparato clientelar. Tratemos de entender el funcionamiento de ese proceso de enfrentamiento. Debido a que el acceso a la estructura administrativa de la universidad se logra mediante votos, los diferentes grupos entraron en un proceso de aglutinación de clientelas relajando los requisitos de contratación y minando los derechos contractuales de los universitarios para poder otorgar privilegios de manera discrecional. Por lo tanto ese proceso de enfrentamiento fue una “mediación cultural”, i.e. una negociación y formalización del ejercicio del poder en la universidad por parte de esos actores. Tal mediación permitió el crecimiento del aparato burocrático y del poder de los grupos a expensas de las “libertades” de los universitarios, que veían cada vez más restringidas sus posibilidades de acción independiente y de auto-organización al margen del juego de mediaciones entre grupos. Tal es la textura de la red imaginaria en la que se encuentra el universitario zacatecano típico: atrapado en la necesidad de tomar partido si quiere ejercer sus derechos –años sabáticos, cambios de nivel y categoría, becas de estudios, descargas, contrataciones permanentes etc.- pero al tomarlo comienza a ser parte del sostén del edificio universitario del poder. Dirán algunos que en las universidades públicas no hay “poder”, porque el poder reside en el Estado y es ahí y desde ahí donde se ejerce, siendo las universidades entidades en las que se “administra” algo: un objetivo, un presupuesto, un personal. Bien, precisamente esa concepción del poder es la camisa de fuerza de las que los universitarios debimos librarnos hace mucho tiempo para poder comprender el ejercicio del poder en la universidad, que no ejerce el Estado únicamente, sino también los grupos universitarios que tejen su red imaginaria de legitimación mediante sus escenarios catastróficos y la súbita aparición de cualquier esperpento como el “hombre providencial”. Comenta Bartra en “Las redes imaginarias del poder político”: “ la democracia no se desprende de forma natural de la economía: se desarrolla y adapta a la sociedad civil gracias a una intensa y prolongada lucha popular”. Se refiere al Estado y la sociedad, pero podemos adaptar las categorías de análisis al caso universitario, porque la democracia en la universidad no se logra por decreto, estipulando en la Ley Orgánica, sino gracias al esfuerzo de los universitarios democráticos que se rehúsan a aceptar las decisiones verticales tomadas en la estructura de mediación cultural, que es la que mantiene en funcionamiento la red imaginaria tejida por los grupos que colonizan la rectoría, y deciden tomar acciones independientes. Ahora bien, Bartra sostenía en el libro citado que se debían arrebatar al Estado las estructuras de mediación para detener su crecimiento a expensas de la sociedad civil. En el caso de las universidades el aparato de mediación se arrebató al Estado, que aunque trata de volver a ocuparlo mediante múltiples estrategias, no lo ha logrado del todo. Sin embargo haberle arrebatado esos aparatos de mediación al Estado no garantizó, y eso es parte de las desilusiones de las generaciones presentes, el ejercicio de la democracia. Un ejemplo: el Grupo Universidad tiene un candidato que fue decidido mediante acuerdo de los líderes de grupo, no de las bases –algunas debe tener- por lo que los universitarios que dicen militar en ese grupo aceptan, sin crítica alguna, lo que otros les ordenan hacer, sin que medie un proceso de discusión o elecciones internas. Eso es precisamente lo que debemos entender para poder entender la Universidad. ■

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