Una cinta titulada Adán y Eva (todavía) no podía dejar de levantar susceptibilidades, aunque sea sólo por su parentesco con el mito que, por supuesto, es objeto de reinterpretación y reescritura, como lo evidencia la presencia del adverbio en el mismo título. De todos es conocido que después de comer del árbol de la Ciencia del Bien y del Mal, la pareja creada por Dios fue expulsada del Edén para proteger el camino hacia el otro árbol prohibido: el de la vida. Sin embargo, en la película del director zacatecano Iván Ávila, la versión del Genésis sufre un ligero cambio ya que antes de salir Adán y Eva probaron también el árbol de la vida, se hicieron inmortales y ahora viven en la urbe de México con apatía y hastío. Huelga decir que esta reinterpretación irreverente origina no pocas escenas eróticas que no pueden ser muy del gusto de los sectores conservadores.
Ahora, la blasfemia no es el único motivo de la polémica que ha levantado no sólo dicha cinta sino también la producción cinematográfica global de Iván Ávila. El carácter netamente experimental, independiente y por así decirlo vanguardista de su cine explica tanto el entusiasmo de los unos como las diatribas de los otros. En Adán y Eva, por ejemplo, hay que esperar hasta el minuto 18 para que los personajes empiecen a hablar; las escenas que preceden siguen el propósito de recordar la esencia del cine como arte visual (fotografía, vestuario, maquillaje) que llega al espectador a través de los sentidos. Y en efecto, las siete nominaciones que recibió la cinta se debieron en parte a lo esmerado del contenido visual.
Está claro que el cine de Iván Ávila destaca por su dimensión inusual que perturba al espectador común, es decir, el que está acostumbrado a que se le cuente una historia con recursos que le resulten más familiares. De hecho la polémica que desencadenó su obra se vincula a la manera de concebir el cine y al sempiterno dilema entre arte de minorías o arte de masas. Cuando se estrenó Adán y Eva (con tan solo tres copias) el director afirmó : “Yo pensaba salir con una copia, pues no se trata de una cinta para masas”. Por declaraciones como ésas Ávila fue tachado de “pedante” y “pretencioso” por parte de críticos que perciben su cine como un intento de apropiarse el séptimo arte y arrancarle de sus raíces más populares, en definitiva como una manera de decirle al público algo así como “el cine es un arte y mis películas lo demuestran”.
Evidentemente, otros elogian su capacidad para crear un lenguaje visual que se aparta de lo común buscando diferentes formas de filmar y manejando todo tipo de material (por ejemplo en La vida sin memoria para dulce se utilizan filmes antiguos que el director recopiló). Sea como sea, y para quienes estén interesados en estas cuestiones y quieran hacerles preguntas al director, Iván Ávila estará presente el 4 de marzo en la Cineteca de Zacatecas con ocasión del Coloquio que organiza la Universidad Autónoma de Zacatecas en asociación con la Universidad Nacional Autónoma de México y la Universidad Sorbona de París.