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jueves, 18 abril, 2024
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Tortas Japonesas

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Por: HERÓN EDUARDO DOMÍNGUEZ •

“La experiencia nos demuestra que cada vez que buscamos el camino del privilegio o beneficios de unos pocos en detrimento del bien de todos, tarde o temprano la vida en sociedad se vuelve terreno fértil para la corrupción, el narcotráfico, la exclusión de las culturas diferentes, la violencia e incluso el tráfico de personas, el secuestro y la muerte, causando sufrimiento y frenando el desarrollo”; dijo el papa Francisco a una audiencia que ante a un saco hecho exactamente a su medida pretendió ser de otra talla; iniciando así, luego de los pronunciamientos respectivos de prácticamente todas las entidades nacionales e internacionales de defensa de los derechos humanos (incluidos los altos comisionados de la ONU, la Corte Interamericana y hasta la habitualmente dócil CNDH), un episodio más de la sorda resistencia de una casta parasitaria a ceder un milímetro de la situación que, como lo transparentó el caso Moreira, le garantiza el goce de todos los derechos, sin la exigencia de alguna obligación.

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Salvo la legitimación, a trueque del evidente retroceso en el terreno de la laicidad, del despotismo mexicano, poco o ningún impacto la presencia ya frecuente de los papas ha tenido hasta ahora en la vida cotidiana del grueso de la gente en el mutilado territorio de Ramón; es sabido sin embargo no es lo mismo actuar entre verdes pastizales que en una pradera seca; y habida cuenta se dice por ahí que la esperanza muere al último, no podemos sino hacer los votos más fervientes por que se materialicen las peores pesadillas de nuestros verdugos, y tal como sucedió en la Polonia de finales del Siglo XX con el Papa Wojtyla, desate el evangelio según Francisco las energías necesarias para sustraernos de tan doliente situación.

***

La primera gran decepción del año pareciera tomar forma entre nosotros, los castigados pasajeros del cabús nacional, pues todo parece indicar la agrupación a la que nuestra buena fe hizo posible, se apresta a la dilapidación del capital moral que le abonamos.

No será la primera vez que tal ocurre.■

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