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viernes, 29 marzo, 2024
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Una mirada utópica

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Por: EDUARDO CAMPECH MIRANDA* • Admin •

La Gualdra 230 / Promoción de la lectura

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Una amiga me preguntaba si el hecho de leer me había vuelto más intolerante. Mi respuesta fue que no. Ella, en cambio, confesaba haber desarrollado una alta intolerancia en función de su rol de lectora. Nuevamente preguntó: ¿crees que tenga relación? No lo sé, respondí. Y no lo sé porque diariamente leo los comentarios de las noticias que se comparten en redes sociales y observo una tremenda intolerancia entre gente no denota una práctica regular de la lectura. Los evidencian su pésima ortografía, mala redacción, nula argumentación, por mencionar algunos rasgos.

Sirva este caso para introducir el tema que quiero abordar. Socialmente se le confiere a la lectura la capacidad de “hacernos mejores personas” (sea lo que sea que signifique ello); pero también es reconocida como la herramienta fundamental para aprender. Leemos para aprender, para conocer, son dos de las respuestas más recurrentes que me he encontrado con distintos agentes sociales. Pero también para viajar, para evadirnos, para encontrar alivio, para reflexionar, para imaginar, para sufrir, y la lista de motivos sería interminable. Ahora bien, una característica en común es que la mayoría de las respuestas tienen un matiz positivo. La pregunta siguiente sería, ¿si es tan bueno leer por qué no leemos?

La letra con sangre entra decían nuestros abuelos. Ahora sabemos que la obligatoriedad nos alejaba de los libros, y más los golpes. Leer sirve para pasar año, aprobar un examen, hacer una tarea. De ahí que una vez que egresamos de nuestros estudios formales (al margen del nivel educativo), dejamos los libros en el olvido. Si nos dijeran que leer es fundamental para la vida. Pero no sólo decirlo, sino experimentarlo, es seguro que nuestra visión como país, como sociedad cambiaría. Tendríamos una formación, una educación que propiciara ciudadanos críticos y propositivos. Pero leer implica pensar y no siempre estamos dispuestos a hacerlo.

Alguien quien lea estas líneas pensará en lo utópico de ellas. Comparto la visión, pero también los invitaría a realizar –por una sola ocasión- una actividad de lectura con públicos alejados a la palabra escrita. Ahí descubrirán el diamante en bruto que es nuestra población: madres de familia que apenas saben leer, dispuestas a aprender más, para compartir historias con sus hijos, padres de familia que agendan cinco minutos diarios para leer en familia, docentes que suministran lecturas “en dosis precisas y controladas”. Vaya, gente que nunca tuvo la oportunidad de vivir la experiencia emocional y estética de la lectura.

Dudo que se erradique la violencia, la intolerancia. Pero tengo la certeza de que la lectura se democratizaría, la palabra se diversificaría, seríamos dueños de nuestras palabras y nuestras decisiones. Y la lectura rompería la barrera escolar en el imaginario colectivo.

http://issuu.com/lajornadazacatecas.com.mx/docs/la_gualdra_230

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