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martes, 16 abril, 2024
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Piñón… segunda parte

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Por: ÁLVARO GARCÍA HERNÁNDEZ •

Mi querido amigo Piñón tendría que quedarse en Valle de Santiago ya que desconocíamos el lugar al que nos íbamos a cambiar y, posiblemente ya en Zacatecas, en el domicilio al que llegaríamos, los dueños no aceptarían a mi mascota; la decisión fue muy difícil para todos, en familia discutimos varias posibilidades y no hubo de otra, una vez que terminamos la mudanza me dirigí a solas hacia el patio de la casa, me despedí de mi querido amigo y cómplice de mil batallas, lo abracé en silencio y lloré diciéndole que pronto nos veríamos, mis padres se acercaron y me permitieron despedirme a mi modo. Piñón tuvo que quedarse con unos compadres de donde al poco tiempo se escapó para vivir en las calles según dijeron. Llegamos a Zacatecas después de un largo trecho, nos domiciliamos cerca del Cuartel Militar por la calle Vergel Nuevo, me enamoré de la Ciudad y cambié a la Alberca de Valle por La Bufa a la que subía casi todos los días para contemplar desde arriba la belleza arquitectónica de Zacatecas en medio del frío y la neblina, sin embargo, la nostalgia siempre me invadía como hasta ahora, pensaba en mis amadas abuelas, los primos, en los tíos, en el terruño y los tantos amigos que dejamos enraizados a nuestros recuerdos en los que siempre estaba presente mi perro. Después de dos años, volvimos en vacaciones de verano a Valle de Santiago, precisamente por el rumbo en donde vivíamos; a lo lejos, mi Papá reconoció una silueta canina muy particular, le chifló como lo hacía siempre e inmediatamente, Piñón corrió a nuestro encuentro, movía el pedazo de cola con gran emoción, habían pasado muchos meses y mi perro estaba ahí nuevamente con nosotros, saltando de gusto, corriendo en círculos como si no hubieran pasado tantas horas sin vernos, sin compartirnos y, ahora que el destino nos lo volvía a entregar, decidimos no volver a dejarlo; en una camioneta lo llevamos a Jaral del Progreso, otro municipio de Guanajuato que queda a 13 kilómetros de Valle, con mi Abuela Cele que tenía un patio grande y donde fue recibido con gusto, ahí lo cuidaban y alimentaban con cariño durante el tiempo en que nosotros regresábamos para visitar nuevamente a nuestros parientes. Así transcurrieron varios años y varias vacaciones. Un día después de acercarse el regreso a clases, nos fuimos a despedir de Cele para recibir su bendición como cada vez que volvíamos a Zacatecas; nos tomamos unas fotos para el recuerdo en algunas de las cuales sale Piñón pues se acercaba y entraba y salía por donde podía; ya para irnos y estando en la calle, pasa junto a nosotros un pesado camión de carga y Piñón se atraviesa, lo atropellan y muere al instante, no pudimos hacer nada por él, lo llevamos a enterrar cerca de la casa de mi abuela con mucha tristeza pues había terminado el camino de mi amigo de quién siempre he sospechado que ya no quiso quedarse a esperarme nuevamente otro año y decidió morir para que yo lo entregara nuevamente a la tierra; así era mi perro, siempre fiel a pesar del tiempo y la distancia y yo, no puedo menos que recordarlo con la misma fidelidad que él lo haría. Piñón significó para mi muchas alegrías, tristezas y aventuras; mi amigo me enseñó el valor de la amistad; mi perro contribuyó a mi formación como persona pues me hizo valorar muchas cosas que solo pueden generarse entre dos seres que no pertenecen a la misma especie y que son unidos en un mismo sentimiento de compañerismo, de aprecio y lealtad, aquella que entre los que presumen razonamiento a veces falla. Agradezco al universo por la oportunidad de haberme cruzado en el camino de Piñón y, aunque he tenido otras mascotas, el nivel de lealtad que nos tenemos mi perro y yo, no ha permitido superar la entrañable amistad que nos tuvimos pese a la muerte y al tiempo, pues invariablemente considero que algún día nos volveremos a encontrar, tal vez, cuando el fin de mis días me conduzcan al Mictlán y mi perro sea nuevamente mi guía en las próximas aventuras que experimentemos en el inframundo en donde seguramente, ya no habrán despedidas ni las largas esperas de las vacaciones. Hasta entonces mi querido amigo, en tanto, nuestra lealtad habrá de mantenernos unidos en el aquí y en el allá. ■

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*Representante de Zacatecas ante el Consejo Consultivo Nacional para el Desarrollo Sustentable

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