15.1 C
Zacatecas
martes, 16 abril, 2024
spot_img

El hombre modificó su entorno de manera “altamente destructiva” en los últimos 150 años: Marco Torres

Más Leídas

- Publicidad -

Por: ALMA RÍOS •

■ Modelo civilizatorio cambió el sueño de una relación racional con lo natural en monstruos: Pineda

- Publicidad -

■ Debaten especialistas sobre efectos del cambio climático, a propósito de la cumbre COP21

¿Está dispuesta la humanidad a virar hacia el decrecimiento económico y una amplia distribución de los bienes que produce? Esto es: ¿A la muerte del capitalismo? Si su respuesta es negativa, -expusieron en Synergia-, la disyuntiva para miles de millones de seres humanos será la destrucción planetaria o la hambruna.

La reflexión que se expuso en el programa conducido por Raymundo Cárdenas Vargas, director de La Jornada Zacatecas, derivó del análisis de los efectos del cambio climático que en recientes semanas han discutido jefes de estado y gobierno en la reunión cumbre COP21, que se realiza en París con la asistencia de 190 naciones, entre ellas México.

La civilización humana, asentó Marco Torres Inguanzo, colaborador de la serie y docente en la UAZ, inició con la revolución neolítica hace aproximadamente 4 mil años antes de Cristo. La suma de sus pasos sobre la Tierra habla de 7 mil años de actividad humana, pero es apenas en los últimos 150 que el hombre ha modificado su entorno de manera “altamente destructiva”.

El modelo civilizatorio de la modernidad occidental convirtió sus sueños de una “relación racional con la naturaleza (…) en monstruos, en pesadillas”, dijo recuperando la visión de Francisco de Goya, quién así lo expuso en sus grabados.

Aportó en sustento el invitado Felipe Pineda Martínez, climatólogo, que “se ha encontrado una alta correlación” entre el inicio de la Revolución Industrial, y por tanto el uso masivo de combustibles fósiles, con el aumento en la atmósfera de Gases de efecto Invernadero (GI), como el metano y el CO2.

Explicó asimismo la función de estos gases, entre ellos el vapor de agua, que mantienen dentro de la atmósfera terrestre una benéfica temperatura global de cerca de 18 grados, lo que hace la diferencia entre la Tierra y Marte.

El problema entonces no es su presencia sino su incremento, pues el planeta recibe radiaciones de alta frecuencia desde el sol, que mediante los gases referidos se reflejan durante mucho tiempo al interior de la atmósfera “rebotándose y redistribuyéndose”, y por tanto, atrapando en ella el calor.

Así expuso, en 1850 existían 280 partes por millón de CO2 en la atmósfera, pero la cifra ha alcanzado las 400 este 2015.

El CO2 también dijo, es el gas que se usa como parámetro para esta medición pero el metano, tiene la capacidad de absorber 30 veces más energía que el primero.

En este lapso de tiempo se han presentado dos fenómenos aparejados, el océano, que absorbe la mayor cantidad de CO2, se ha acidificado reduciendo su capacidad para ello, y se estima que entre 11 y 12 por ciento del aumento de las concentraciones de este gas en la atmosfera se deben a deforestación de los bosques.

Los combustibles fósiles al momento, aportan cerca de 40 por ciento de las emisiones totales de GI, la mayor producción de éstos deriva de la correspondiente de generación de energía eléctrica, dijo Felipe Pineda, quien agregó que ante la alta demanda de energía, debe pensarse en fuentes alternas.

Reiteró Raymundo Cárdenas Vargas, que el problema se centra en el tema económico al hablar de la dependencia de la economía mexicana de la exportación de hidrocarburos, que pone en la disyuntiva al país entre la preocupación por el cambio climático y su desarrollo.

Al respecto expuso Marco Torres las diferencias en el consumo de energía existentes entre los norteamericanos y “un ciudadano del Centro de África”, que dijo es de ocho a uno.

Observó por su parte el director de la Jornada Zacatecas que el modelo de la “forma de vida californiana” que se quiere perseguir, implica entonces que un norteamericano requiera 800 por ciento más energía que la que utiliza un centroafricano.

Reviró Torres Inguanzo respecto a la necesaria modificación de la base ética con que se construye la vida dentro de la modernidad occidental, puede cambiar pero es dudoso que así ocurra y recordó que los Estados Unidos no firmaron el Protocolo de Kyoto para la reducción de la emisión de sus gases GI bajo el argumento de que afectaría su economía, “y no voy a sacrificar mi economía por el asunto. Entonces se niegan”.

A diferencia del Protocolo de Kyoto, agregó Felipe Pineda sobre la COP21, el acuerdo que se planteó no exige que los estados lo rubriquen y tampoco precisa una cuota fija a reducir de los GI.

“Cada país, cada miembro de la COP21, dice: Yo me comprometo a reducir en 2050 en tanto por ciento mis emisiones”. Pero no se obliga a ningún Estado a nada y no habrá sanciones económicas por incumplimiento.

“Si a una nación le vale sorbete no pasa nada, pero los efectos de la vida americana o californiana está afectando al pelado de Asia”, agregó Cárdenas Vargas.

Por esto, dijo Torres Inguanzo, “yo no estoy tan optimista en realidad”, pues la solución de cambiar de modelo civilizatorio llevaría tiempo.

Así coincidieron en adelantar que lo más probable es que haya una tragedia. Dijo el docente de la UAZ, estamos ante el Apocalipsis, y agregó el director de La Jornada Zacatecas, que la visión empatar con la del científico Stephen Hawking, quien opinó que es mejor buscar un planeta parecido a la Tierra, pues el ser humano no modificará su forma de vida.

Ante esta problemática preguntó Raymundo Cárdenas Vargas no obstante, sobre las acciones que deben asumirse.

Dijo Marco Torres que además de la recomendación de reducir los GI deben generarse políticas públicas para la adaptación, -asumir estrategias de resiliencia ante cambios ya irreversibles- y la mitigación.

Lo que se discute en París, terció Felipe Pineda Martínez, son las estrategias para evitar rebasar el límite de 2 grados centígrados en este proceso de incremento de la temperatura global, que desde 1850 y hasta 2015 ha aumentado en 0.85 grados centígrados, por lo que la meta que la humanidad se propone “es razonable”.

No obstante, se necesitaría para ello, dijo, “dejar de emitir ahorita CO2”. En consideración del tiempo de vida de los gases de efecto invernadero en la atmósfera “las acciones que se tomen en este momento se verán reflejadas hasta el 2030 o aún al 2050, “y eso considerando que hagamos proyectos de adaptación y mitigación”.

En caso de que el acuerdo de la COP21 no consiga este objetivo, la proyección es que la raza humana llegará a producir 900 partes por millón de CO2 al año 2100, lo que implicará un aumento de la temperatura global de alrededor de 6 grados centígrados.

Se tendrán entonces, entre otros fenómenos, -pues apuntó que el calentamiento global no es el único en tanto que la Tierra es un sistema interrelacionado donde la modificación de uno de sus factores incide en los otros-, climas extremosos, “muy fríos o muy cálidos, muy secos o muy húmedos”, a los que se adaptarán o desaparecerán vegetaciones y animales, incluido el hombre.

Torres Inguanzo se mostró pesimista para que desde lo individual se produzcan los cambios necesarios para que haya una incidencia en este problema, por lo que propuso la necesidad de medidas de política pública desde el Estado que modifiquen las conductas respecto a la producción, circulación y consumo de los bienes y mercancías.

 

“De otra manera me parece que es apostarle a algo de muy largo tiempo y no hay tiempo para eso, todas las mediciones son al 2050. Y lo que hagamos en estos años va a ser determinante”.

Más allá de la actitud individual, dijo, debería hacerse la pregunta de qué está haciendo México y Zacatecas al respecto.

Aquí recordó Felipe Pineda que la cumbre de Rio de Janeiro proponía en la Agenda 21, justo abordar esta problemática “desde lo local”, hacer cambios en los estados y municipios enfocándose en visiones sostenibles o sustentables, pero no abordaban el problema de fondo.

Tomando los ejemplos de Oslo en Noruega y Nueva York en los Estados Unidos, donde respectivamente se prohibirá el uso de automóviles en la zona centro de la ciudad y el uso de utensilios de unicel, Raymundo Cárdenas preguntó qué puede hacerse desde los municipios.

Al respecto observó Torres Inguanzo que a los municipios se les imponen obligaciones como la creación de un plan de cambio climático, pero “las leyes quedan en el tintero”, porque no depende de la legislación el abordaje de los problemas sino de la capacidad institucional.

Aunque las demarcaciones tienen el control del territorio, y pudieran principalmente tomar medidas para la adaptación al cambio climático o en el tema de la mitigación de las emisiones de gases con la conversión a energías limpias, ya sean eólicas o solares, el asunto no es solo “del puro presidente municipal”.

Se requiere personal capacitado, y la creación y vigilancia de planes de ordenamiento territorial, así como vinculación con la academia, pero lo que ocurre es que los departamentos o áreas de ecología municipales se remiten a “un individuo en un pequeño escritorio” que no puede hacer gran cosa.

La Ley General de Cambio Climático dota al municipio de competencia pero no de capacidades instituciones para cumplir su encomienda, pero el problema requiere una estrategia de planeación que no se da en las administraciones municipales, que en tres años buscan “generar impacto” en busca de dar continuidad a las carreras políticas de los gobernantes.

Observó también respecto a la Ley del Cambio Climático para el Estado de Zacatecas y sus Municipios de septiembre de 2015, es imperfecta en tanto que propone recomendaciones y no obligatoriedad para su cumplimiento y acuso también centralismo del poder en el Ejecutivo del estado, pues es este quien debe designar a los integrantes de un observatorio, que se mencionó también, no ha sido concretado.

El problema reiteró Felipe Pineda Martínez, deviene desde los acuerdos internacionales en la materia, pues no se obliga ni se sanciona su incumplimiento.

Desde la academia dijo, también se tiene responsabilidad respecto al tema, pues debe informarse a los gobiernos estatales y municipales “qué es lo que va a pasar” con las precipitaciones o las temperaturas de aquí a 10, 20 o 30 años.

No obstante agregó, “ni siquiera sabemos qué es lo que está pasando a nivel nacional”. La información disponible para el norte de México, es que este tenderá a hacerse más seco y hacia el sur más húmedo.

Pero por ejemplo: “¿Qué va a pasar con Guadalupe de aquí al 2030 o 2050? Esa es nuestra parte de responsabilidad”. Él mismo encabeza un grupo que estudia actualmente tendencias mediante  las que pueden adelantarse posibles escenarios aun cuando “el sistema climático es muy caótico”.

Se requiere dijo Torres Inguanzo, que se realicen  modificaciones a la ley estatal para partir primero de un diagnóstico a fin de precisar los riesgos a los cuales tendrán que adaptarse los zacatecanos en temas que ya se expresan en su problemática “más o menos claros”, como la sequía, el acceso al agua, la producción de alimentos, la desertificación y la conservación de la biodiversidad.

Sobre ellos deben establecerse políticas públicas con “obligaciones muy claras o medidas de sanción, de tal manera que tengamos éxito”. De lo contrario advirtió, “la ley se va a convertir en buenos deseos y ya”.

- Publicidad -

Noticias Recomendadas

Últimas Noticias

- Publicidad -
- Publicidad -