28.6 C
Zacatecas
viernes, 19 abril, 2024
spot_img

Canal 22: empezar de nuevo

Más Leídas

- Publicidad -

Por: ERNESTO VILLANUEVA •

Hoy en día sólo en las películas –y ya no en todas– los malos pierden la partida final. La realidad se aparta cada vez más del sentido racional del comportamiento, de la justicia y del estado de derecho. La impunidad y la corrupción se han vuelto el sello distintivo del grueso de la vida pública. Hay, empero, casos que dejan lecciones de que nada es absoluto. La lucha por la libertad de expresión en el Canal 22 ganó no sólo una batalla, sino su propia guerra, en un hecho inédito en México. Veamos.

- Publicidad -

Primero. En mi texto Cremoux: Censura, ignorancia y represión, publicado en estas páginas (http://www.proceso.com.mx/?p=410216), abordé el caso de restricción a la libertad de expresión, guerra psicológica y represión laboral que puso en operación el entonces director del canal, Raúl Cremoux, quien tuvo la capacidad de hacer mucho mal en poco tiempo, en perjuicio del interés público. El problema del 22 se convirtió en parte de la agenda de la discusión nacional por dos razones fundamentales: a) Lo burdo y alevoso del actuar del director contra quienes se atrevieron a pensar por sí mismos, a decir no a las ocurrencias absurdas del señor Cremoux y a ejercer sus derechos fundamentales de expresión y no agachar la cabeza; y b) la estrategia de movilización y de incidencia de un grupo creciente de periodistas de ese canal público bajo la autoridad moral de su director de noticias, Juan Jacinto Silva, y el autor de su programa de periodismo de investigación, Marco Lara Klahr.

El desencuentro se volvió más áspero conforme el tiempo avanzaba y el director del 22 cesaba ilegalmente a cada vez más conductores, reporteros, editores y directivos del área de noticias, escalando el conflicto en espera de agarrar del estómago a los “conflictivos”, a los que rechazaban la uniformidad autoritaria y la muerte noticiosa del 22. En un inusual acto de dignidad que merece ser señalado, los “conflictivos” no callaron, ni cayeron por hambre, necesidad o comodidad. El arribo de Aurelio Nuño a la Secretaría de Educación Pública permitió el inicio de un periodo en que la razón pueda tener cabida en ese espacio público, y ordenó la remoción de Raúl Cremoux y de sus sicarios jurídicos y financieros.

Segundo. Otra decisión fue afortunada. Me refiero al nombramiento en ese puesto de Ernesto Velázquez, el hábil director de TV UNAM que hizo del canal universitario objeto de reconocimientos nacionales e internacionales. En efecto, Velázquez combina su pericia profesional en el tema, del que habla su currículum por sí mismo, y sus atributos personales para hacer lo que procede en casos como el del 22. Mis apreciaciones no son gratuitas. A los hechos me remito. Lo primero que hizo fue desactivar la bomba de tiempo que le heredó Cremoux. Si éste apostó por el garrote, aquél privilegió el diálogo, la razón y el sentido de justicia, que en este país no es precisamente la práctica recurrente.

A Juan Jacinto Silva se le restituyeron sus derechos. Optó por terminar su ciclo en el canal con todas sus prestaciones laborales, dejando la puerta abierta para producciones en el medio que ayudó a construir luchando por que no feneciera su identidad hasta el final. Lara Klahr prepara su regreso con nuevos proyectos en su área de conocimiento. Guadalupe Pereyra, echada literalmente por Cremoux a sus 65 años de edad sin liquidación alguna, para que se endeudara en un juicio que habría de ganar después de un largo proceso, fue restituida en el acto y resarcida su dignidad por el hoy director del 22. Lo mismo pasó con Huemanzin Rodríguez, conductor del noticiario del canal, quien ahora tiene la certidumbre de ejercer a plenitud su libertad de expresión a través de un espacio noticioso como una reivindicación a sus derechos lesionados. Y así, uno por uno, los periodistas que se mantuvieron en ese movimiento vieron por excepción la justicia llegar.

Tercero. Pero no todo es miel sobre hojuelas. La vocación de Cremoux para hacer daño resultó de gran calado. No se limitó a la censura y la represión contra sus propios periodistas; también despojó a los mexicanos de su memoria cultural al dejar sin el mantenimiento necesario el material de la videoteca del 22. Esto ha provocado que gran parte de ese acervo no tenga posibilidad alguna de recuperación. Era lo mínimo que se había hecho en el 22 a lo largo de su existencia, y no únicamente por mandato legal, sino por compromiso moral con el país. Deshizo además la estructura del canal creando funciones innecesarias y suprimiendo las requeridas.

Si lo anterior no fuera suficiente, el mismo Cremoux, quien se quejaba de restricciones presupuestales, era la causa-justificación de esas medidas. En efecto, el desprestigio del director del 22 no lo afectó a él; dañó asimismo a la propia televisora, pues hizo que el presupuesto de la Secretaría de Hacienda de 190 millones de pesos para 2016 fuera recortado por el anterior secretario de Educación Pública con la simpatía de diversas fracciones parlamentarias, las cuales veían en esa determinación una forma de “sancionar” los actos de censura y represión de Cremoux. Hay que meter reversa a esa decisión polémica, ya que las cosas han cambiado y ahora sí hay proyecto y método en el canal cultural público del país, así como un ambiente de armonía que nunca debió perderse. Raúl Cremoux no debe irse sin ser sancionado conforme a la ley. El secretario de la Función Pública, Virgilio Andrade, no puede voltear para otro lado. ■

- Publicidad -

Noticias Recomendadas

Últimas Noticias

- Publicidad -
- Publicidad -