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viernes, 29 marzo, 2024
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La poesía mexicana y otras mentiras

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Por: ÓSCAR GARDUÑO NÁJERA •

Dejé de buscar a esa mujer porque no se lo merecía. No le íbamos a dar a nuestra amorosa historia una segunda parte. Me costó trabajo. Tan buena ella. En la cama y en la calle; también en la Cineteca, como crítica de cine. Un poco menos afortunada para la escritura. Dejé de buscarla porque una segunda parte implicaba leer sus malos intentos de poemas. Y lo peor de todo es que los leía en la cama, desnuda, con el mismo tono solemne de un maestro de ceremonias.

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Mentí. Cuando se trata de opinar acerca de lo que los demás consideran poesía siempre lo hago. Una noche se me ocurrió decirle que sus intentos de poemas eran buenos. El amor lo puede todo. Me ofrecí a corregirlos y a editarlos ya con tres tequilas adentro. Sabía que en esos momentos me ponía una soga al cuello. Mentí. En realidad, aquella noche en que me leyó todos sus intentos de poemas resultó de las más desafortunadas en mi carrera amorosa. Duró hasta la madrugada. Ahí terminó lo que ella decía era el último de sus versos. Salí de su departamento fastidiado, pensé en la poesía mexicana, en lo que significa hoy en día escribir poesía. Una mentira, me repetí antes de entrar al Metro. Ahora ella acaba de publicar el segundo de sus poemarios. Vía Facebook me invitó a la presentación en una librería de la Condesa. Lo peor: su primer poemario, de título tan espantoso que ahora mismo ni siquiera lo recuerdo, ganó un premio; ella fue feliz.

Actualmente en México quien habla de poesía miente. En realidad la poesía mexicana como tradición literaria dejó de existir hace mucho tiempo. Lo que se escribe hoy en día no es poesía. En algún momento, durante una entrevista a Proceso, José Emilio Pacheco lo señaló. Cuando le pidieron su opinión respecto a la poesía que se escribía actualmente dijo que le parecía interesante en cuanto a las nuevas propuestas, pero que se tenía que encontrar un nuevo nombre para eso, porque en definitiva ya no es poesía. Aquí fin de la cita.

Versos menores, tal vez. Emociones mal estructuradas que se dicen a la mujer que uno quiere llevarse a la cama, tal vez. Reminiscencias y tópicos literarios de autores clásicos que se imitan, y mal, hasta el hartazgo, tal vez. Pero no poesía. Si empezamos por exigirle al que se autoproclama poeta que en realidad escriba poesía y deje de ser la burla de los demás, tal vez algo ocurriría. Tendríamos menos poetas y más novelistas o cuentistas. Pero un “poeta” no lo va a aceptar nunca. Y se entiende. Nadie en su sano juicio va a aceptar que aquello que escribe, que aquello que ilumina su vida y lo pone por encima de los demás mortales, al grado de considerarse un segundo Cristo, no es poesía. Por eso hoy en día hay tantos poetas. Es uno de los géneros literarios más socorridos porque no merece de tantas explicaciones. Eres poeta y punto. Y si lo que escribes con trabajos se entiende, mucho mejor, se trata de poesía “experimental”. Sin embargo, también hay muchos payasos en los circos. Al menos nos divierten.

Los jóvenes poetas mexicanos antes que ser poetas son historiadores de la literatura de tiempo completo. Se saben la vida de un autor tan deleznable como Bukowski y predican su alcoholismo, su drogadicción y, lo que es peor, sus mediocres poemas. Los jóvenes poetas mexicanos saben que antes que la maestría en la obra literaria hay que ejercer la biografía ajena. Sin duda, en México cualquier actividad relacionada con la literatura tiene que justificarse socialmente, de otra manera tendríamos cientos de inútiles por las calles. Por eso los jóvenes poetas mexicanos organizan sus congresos, auténticas bacanales, se leen entre ellos, se adulan, buscan dar con el verso exacto y terminan frente a las puertas de cualquier cantina. Los congresos, encuentros, fiestas, lecturas de poesía son trampas para la gente que acude a ellos, porque ingenuos creen que lo que ahí se dice es cierto. Nada más erróneo.

Durante la década de los sesenta surgió un tipo de poesía que se llamó “conversacional”, suponía romper la tradición poética para crear un tipo de poesía más cercana a los mecanismos de la narrativa. De aquí muchos poemas de José Emilio Pacheco, Jaime Sabines, Mario Benedetti, etc. Pero varios de estos poetas no consiguieron superarse y se quedaron en la mera cursilería del novio que le escribe un “codo a codo por la calle somos mucho más que dos” en la servilleta a la novia. Esta fue una de las semillas para que los futuros “poetas” escudaran sus malos textos al decir que todo está permitido en la poesía, que lo mismo da si es cacofónica que si no se entiende nada, que lo mismo da si se le escribe al perro de la vecina, que si se escribe desde “una espantosa soledad que consume mis entrañas”.

Si aceptamos que la poesía mexicana actual es una gran mentira muchos jóvenes poetas se verían en la penosa necesidad de cambiar de género literario, de tirar a la basura sus treinta y tantos poemarios inéditos o de ponerse a leer y estudiar lo que realmente significó en algún momento la poesía. Pero eso no va a ocurrir. En un país como el nuestro no ocurre nada, así en la política, así en la educación, así en la literatura, aunque aquí hay becas, hay premios nacionales, los “poetas” se leen entre ellos, y siempre existe el recurso de las socorridas antologías. ■

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