12.8 C
Zacatecas
sábado, 20 abril, 2024
spot_img

México y la desensibilización

Más Leídas

- Publicidad -

Por: Víctor Santa Rita Villa •

A partir de finales del año 2006, cuando el entonces presidente de México, Felipe Calderón Hinojosa, “declarara la guerra al narcotráfico”, la situación del país cambió de manera radical en materia de derechos humanos. Durante toda su gestión lo que él mismo calificó como avances en la lucha contra este flagelo, significó para la población en general vivir en el terror constante, en la agonía cotidiana de ser testigos presenciales y hasta víctimas de numerosos asesinatos dolosos, desapariciones y el surgimiento de un término, hasta entonces poco conocido en un país de relativa paz, “el daño colateral”. Casi 65 mil muertes reconocidas por el gobierno durante la gestión calderonista, aunque, en los hechos, se ha llegado a un recuento de más de 83 mil, cifra que durante la gestión de Enrique Peña ha alcanzado la alarmante cifra de 130 mil vidas arrebatadas en esta guerra, que lejos de ser útil a algún fin, que no sea la militarización del país, ha marcado grandes retrocesos en materia de los derechos más elementales para el ser humano, como es la paz.

- Publicidad -

Las acciones implementadas por ambas gestiones, y muchas otras por las anteriores, hicieron posible que no sólo la lucha contra el crimen organizado se estancara, sino también, que numerosos cárteles de la droga surgieran y vieran engrosadas sus filas con gente, que sin la oportunidad de obtener un trabajo digno y un ingreso acorde a su trabajo, se dejaran llevar por el “camino fácil”. De todo esto, han surgido juicios al vapor sobre la gente que inocente o no, ha caído por las balas de una guerra que no reconoce, ni ha reconocido bandos. “En algo andarían”, por supuesto, a menos que sea un político, en esos casos los crímenes no quedan impunes.

Los casos de desaparición forzada se cuentan por miles y ya sea por el crimen organizado o por personajes que se manejan de forma siniestra con rostro de funcionario público, con fuero, curul o cargo y con todo un ejército de mercenarios a su disposición, son un asunto que no deja de golpear a la población. Este 26 de mayo se cumplieron 8 meses ya, que los pasos de 43 futuros maestros no resuenan en sus casas, 242 días en los que la zozobra y la incertidumbre son el pan de cada día de 43 familias. Son hijos, son padres, hermanos, son estudiantes, son indígenas, son maestros. Y con cada día que pasa, el gobierno sigue encubriendo la desaparición forzada de 43 mexicanos, 43 normalistas rurales, 43 maestros y es cómplice de esta infamia y todos y cada uno de los mexicanos que lo toleramos también somos cómplices.

No obstante, lo más preocupante de un estado de facto, es que los ciudadanos, que debieran defenderse unidos, entre sí, piden a gritos la muerte de más personas, como si con eso se arreglara en algo la situación del país. La ignorancia es la base en la que se sienta toda dictadura, es el veneno que se inocula en la sangre de los pueblos, para que ellos mismos pidan a gritos su exterminio y lo justifiquen y aplaudan en nombre de la “justicia”. El asesinato de centenares de miles de vidas que en mucho podrían abonar hoy al desarrollo de la nación es por muchos, no sólo aplaudido, sino exigido y hacen de la militarización del país algo que como en muchos casos sucede, una acción “necesaria” por parte del gobierno para contrarrestar una problemática que en gran medida se suscitó y se agravó con su anuencia y displicencia.

En este tiempo, en el que las elecciones son el tema en boga y cuando la violencia más que disminuir simplemente se maneja de puntillas y a cuenta gotas en los medios, el campo es fértil para la cosecha de votos, sobre todo aquellos que han sido abonados con miedo. Sin embargo, lo que le hace falta a la gente más que votar, es educarse, leer, aprender, cultivarse, pues mientras existan “votantes fieles”, sin criterio y sin ideas, las votaciones seguirán siendo la validación de un Estado totalitario con maquillaje de democracia y por ende, lejos de disminuir lo que pareciera ser más una limpieza étnica, que la lucha contra uno de los flagelos más dolorosos para el país, se verá recrudecida, ya que, las deudas que cualquier candidato, de cualquier partido, que pueda llegar a obtener con influencias poco lícitas, de una forma u otra terminarán siendo pagadas por sus votantes. ■

 

*Profesor de primaria y disidente

 

- Publicidad -

Noticias Recomendadas

Últimas Noticias

- Publicidad -
- Publicidad -