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miércoles, 17 abril, 2024
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Héctor Ortiz, zacatecano migrante que ha conquistado el éxito con base en su trabajo

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Por: RAFAEL DE SANTIAGO •

■ Ingeniero en electrónica y comunicaciones, ofrece sus servicios profesionales en el extranjero

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■ Tuvo que limpiar caballerizas, ser lavaplatos y cocinero para continuar sus estudios, expone

El migrar a otro país en busca de una mejor calidad de vida y encontrar el éxito laboral y personal, implica dejar a familia y amigos atrás. Significa adaptarse a otros estilos de vida y de costumbres, pero cuando se consigue materializar los sueños, todo eso vale la pena; ejemplo de ello es la historia del ingeniero en comunicaciones y electrónica, Héctor Alberto Ortiz Barrón, quien ha logrado continuar sus estudios profesionales en Francia y que ahora trabaja en el extranjero ejerciendo su profesión.

Este zacatecano de 37 años egresó en 2002 de la Universidad Autónoma de Zacatecas (UAZ) con un buen promedio. Considera que en su época de estudiante “era flojo, más no tonto; sin embargo, tenía muy claro lo que quería hacer en mi vida, y eso era seguir investigando el funcionamiento de las computadoras y ser un profesional de la informática”, dice Héctor.

Después de obtener su título, y motivado por las historias de éxito de personas que han dejado a su familia para viajar y conseguir sus sueños, decidió continuar sus estudios de maestría en Europa, específicamente en Francia.

El inicio no fue difícil, pues contó con el apoyo de su familia; lo primero que decidió fue comenzar a trabajar para juntar dinero y así poder viajar a Europa, mantenerse con lo ahorrado y estudiar sin tener que trabajar.

Laboró un tiempo en su tierra natal, juntó dinero y cuando tuvo lo suficiente, se fue de “mochilazo” al Viejo Continente, con el objetivo de conocer las opciones académicas para continuar con su carrera.

En Europa estuvo solamente tres meses, pero eso cambio su vida. Con la información que requería y con las ganas de vivir en Francia, regresó a México con la idea de seguir trabajando y recabar más dinero, pues también se dio cuenta que vivir en Europa le resultaba algo caro.

Pensó que en México debía trabajar ocho años para juntar lo que requería, por lo que mejor decidió viajar a Canadá para buscar un empleo, y durante más de un año laboró como obrero en obras de construcción.

También trabajó en un hipódromo limpiando las caballerizas y en un restaurante; en este último comenzó como lavaplatos, aunque después lo hizo como cocinero debido a la experiencia que había tomado en la cocina.

Sin embargo, ambos trabajos le exigían un doble esfuerzo que llegaba extenderse hasta 12 horas diarias. Recuerda que se levantaba a las 5 de la mañana para entrar a las 6 al hipódromo, de donde salía a las 12.

De inmediato iba a su casa, la cual compartía con otros mexicanos y latinos, y se cambiaba de ropa para entrar a las 2 de la tarde al restaurante, aunque en este empleo no tenía horario fijo y salía hasta que se iba el último cliente, a veces después de la 1 de la mañana.

Reconoce que este estilo de vida le exigía demasiado, pues dormía poco; incluso, pedía a sus compañeros de cuarto que lo despertaran, hasta que una ocasión se levantó con problema de taquicardia, lo que le hizo poner atención en su salud.

Con el dinero que había juntado de estos tres empleos viajo a Inglaterra, donde logró encontrar trabajo en un bar, además de que también consiguió arreglar computadoras para un amigo mexicano que se encargaba de un cyber café.

Después de un tiempo, consiguió juntar lo suficiente para inscribirse a la maestría en Francia. Héctor menciona que su idea principal era solamente estudiar y regresarse a México a trabajar, pero le atrajo aquel país y decidió quedarse a vivir.

“Pero no es lo mismo ir de visita que vivir ahí; hubo cosas que no me gustaron, por ejemplo, que la huelga sea como un deporte nacional. Además, me fue mal en el primer semestre porque no me había adaptado al sistema educativo de allá”, apunta el ingeniero.

Explica que en México existe un acercamiento entre docente y alumno, lo cual no ocurre en Francia, donde los maestros solamente llegan a las aulas a dar clase y a dejar temas para que los alumnos los resuelvan sin que exista mayor interacción.

Además, aquí en México se le aplicaban 4 exámenes para evaluar un semestre, mientras que allá sólo uno, y en él se jugaba toda la calificación. Esto lo atrasó y ya no pudo trabajar en el segundo semestre como lo tenía planeado, pues tenía que estudiar para ponerse al corriente con las clases.

“Al inicio sí fue un sacrificio, pero creo que valió la pena esforzarme un poco; cuando sabes lo que quieres y lo intentas resultan las cosas. Pero si no funciona no pierdes nada pero al menos lo intentaste; yo tuve la suerte de que las cosas resultarán como lo planeé”, dice Héctor.

Actualmente trabaja en el extranjero ejerciendo su profesión, se casó con una mujer originaria de España y ya ha formado una familia. “El primer cumpleaños que pasé fuera de México lo pasé llorando, pero vivo el día a día sin pensar en lo que dejé, es cuestión de acostumbrarse”, expresa.

En su opinión y viviendo en el extranjero, lamenta que en otros países se tenga la imagen de un México violento y corrupto, y considera que los mexicanos somos agachones al dejar que los políticos no dejen que el pueblo tome decisiones importantes.

“A veces nos quejamos de muchas situaciones como la corrupción e inseguridad, pero no hacemos nada por cambiarlo. Debemos buscar estrategias para exigir que los políticos hagan de forma correcta su trabajo”, señala Ortiz.

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