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viernes, 19 abril, 2024
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La complejidad de los problemas (II)

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Por: ALBERTO VÉLEZ RODRÍGUEZ • ROLANDO ALVARADO •

En la novela La sequía de J. G. Ballard se describe un mundo en proceso de desintegración debido a que sobre los mares se depositó, como resultado de las emisiones de las plantas industriales, una fina película que evita la evaporación del agua. Por ello ya no llueve. La novela no describe la manera en que los seres humanos luchan contra el avance de los desiertos, ni es una narración sobre el descubrimiento y destrucción de la película formada sobre los mares, lo que la novela narra es el cambio en el paisaje interior, en la conciencia y el inconsciente, de unos pocos personajes que, ante el desastre, deciden abrazarlo e incluso recrudecerlo para satisfacer sus fantasías. Podemos querer leerla como una alegoría de las actitudes de los políticos de los países industriales ante la catástrofe ecológica, pero también y en otro nivel de abstracción, es un retrato del cambio interior que se realiza en la conciencia de los seres humanos sometidos a ciertas condiciones. Llegan a ver con agrado y alborozo lo que en algún momento previo, bajo otras condiciones, veían como un desastre. Ante el problema de la corrupción nos enfrentamos a una situación similar: su ubicuidad la ha naturalizado y por lo tanto se ha perdido el sentido de lo que está bien y lo que está mal. Recuperarlo no será tarea fácil en ninguna institución, porque sus miembros ya no la perciben, y siguen un recto camino hacia la catástrofe. E incluso han aprendido a vivir en medio de ella, obteniendo pingües beneficios.

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Es lo que ha ocurrido en la UAZ. El primer problema e incentivo para que exista la corrupción, entendida como el uso de la posición administrativa o política para obtener beneficios personales o de grupo, es que los diferentes documentos normativos no son aplicados para resolver los diferendos entre los universitarios. Se prefiere la negociación de la ley con vistas a obtener ventaja sobre el adversario en la lucha por dominar la Rectoría. De aquí se deriva el segundo problema e incentivo para mantener ese tipo de negociaciones: la impunidad. Debido a que de entrada mucho de lo que se acuerda carece de soporte jurídico, mucho de lo que se hace entra en el terreno de la ambigüedad e indefinición donde de nuevo es el interés de grupo o personal el criterio para resolver.

Un ejemplo reciente ilustrará la naturaleza del asunto. El Stuaz, a través de su secretario general, Rafael Rodríguez Espino, ha iniciado una querella contra el Spauaz porque considera que muchas contrataciones realizadas por la Rectoría mediante el Spauaz han ocupado materia laboral que corresponde al Stuaz. También afirma que de ser ganada la querella por el Stuaz, no ocupará esas plazas con su personal, sino que las dejará libres para con ello contribuir a resolver el problema financiero de la Universidad. Asimismo, en días recientes ha negociado la destitución del coordinador de personal por supuesta incapacidad para resolver los problemas. Todas las acciones que ha realizado el Stuaz son posibles dentro de los límites de su contrato colectivo de trabajo, pero suelen ser criticadas acremente por muchos universitarios y la dirigencia del Spauaz. Pero la crítica que hace el Spauaz es reveladora de la manera en que se hacen las cosas en ese sindicato desde hace mucho. La actitud razonable ante lo que argumenta el Stuaz es demostrar que esos argumentos son falaces, y que los técnicos académicos y académicos profesionales ocupan materia laboral del Spauaz, pero la dirigencia sindical prefiere los trucos jurídicos dilatorios en lugar de soluciones efectivas. De la misma manera, la cláusula 82 fracción VI del contrato colectivo de trabajo UAZ-Spauaz le da facultades al Spauaz para exigir las penas que marca la Ley Orgánica contra los directores rebeldes que no quieren cumplir con las cargas de trabajo, pero las dirigencias sindicales nunca hacen efectivas estas posibilidades, y se molestan cuando otros sindicatos las usan. ¿Por qué? Lo que aquí se quiere argumentar es que estas actitudes son parte de una corrupción que ya no notan los agremiados al Spauaz, y que son francamente perversas. No se resuelve el problema suscitado con los técnicos académicos y académicos profesionales porque se les quiere condicionar para futuros proceso electorales, no se ejecutan acciones reales contra los directores, a pesar de que nunca cumplen con el contrato, porque se tienen acuerdos con esos directores para beneficiar a un grupo. El sindicato se ha vuelto irrelevante porque responde a las políticas electorales y clientelares de su dirigencia en detrimento de los intereses más generales de sus agremiados, que son los que sostienen de su peculio la maquinaria sindical sin ver beneficios claros. La catástrofe de la Universidad es la deuda, pero de la deuda la Rectoría obtiene argumentos para no cumplir con el contrato colectivo de trabajo UAZ-Spauaz, y con el argumento de la deuda, la dirigencia del Spauaz obtiene pretexto para firmar convenios de levantamiento que recortan derechos, lo que obliga a los agremiados a exigir la protección del Estado mediante demandas para que se les respeten sus derechos. Lo que nos queda a los universitarios de a pie es denunciar esa corrupción. ■

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