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viernes, 19 abril, 2024
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De la cúspide, a la realidad

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Por: RENÉ LARA RAMOS •

Nada fácil, la existencia para México y los mexicanos; la mayoría, no una minoría, cuya rapacidad por obtener mayores ganancias, incluso efímeras, de vez en vez los lleva a protagonizar la usual fuga de dólares en lugar de invertir en el país para dinamizar a México, sin dejar de obtener utilidades. Asunto serio, si el gobierno de Peña Nieto no genera, en efecto, confianza ni credibilidad, suficientes para hacerlo. Por eso cabe preguntar, ¿si hay algún rasgo estructural que sistemáticamente enciende las “alarmas” y provoca las recurrentes estampidas o cuál sería el rasgo connatural al capital que las provoca y qué las remedia, o mejor: qué las puede evitar y generar las ganancias esperadas?

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Una restricción: el capital tiende a invertirse donde los inversionistas quieren, a la vez, desean incrementos crecientes y seguros de utilidad o mayores rendimientos. En su entrevista, la señora Lagarde no dilucida tal fenómeno, pero para dar rumbo a entender y respaldar la privatización energética y de comunicaciones, señala: …en México se han “puesto en marcha reformas críticas en el sector del gas o telecomunicaciones, que han tenido gran efecto para la confianza de los inversionistas. (O sea, para ella: ¿privatización es igual a confianza?)  Muchos países logran colocarse en el grupo de los ingresos medios gracias a las materias primas, pero no dan el siguiente paso: saber lo que se hace con ellas una vez que han sido extraídas”. ¿Bastará su tip para retener aquí el capital “particular – nacional” sin emigrar, propiciar la eventual llegada de inversión extranjera en los “nichos” señalados y exorcizar temores y riesgos para invertir en México? Cualquiera eventualidad sea, ¿de qué depende la llegada y el arraigo del capital o la “prórroga” de su “intermitencia”, sino de imaginar mejores expectativas y de percibir mayores y fluidas ganancias?

En ideología, eso lleva a “experimentar” fases, incluso, inexploradas, para generar y obtener una utilidad, a la vez, inmediata y consistente, con base a cómo orientar la economía y lograr lo deseado con ese éxito: obtener utilidades y la confianza de los inversionistas, para no poner alas a sus capitales sino retenerlos y atraer la llegada de otros, cuyas ganancias contribuyan a generar circuitos virtuosos con que se involucren y operen, hasta los “oriundos”. ¿Sería real, el asentamiento de tan plausible posibilidad en México y qué más se necesitaría para mantener a flor de labios la sonrisa (mueca) neoliberal de la señora Lagarde y del anticipado presidenciable Videgaray? En concreto, ¿cuántos millones de puestos de trabajo para mexicanos de a pie, se tiene en perspectiva generar?

La actual propuesta es cortoplacista en operación y realizarla ocasionará un despojo estratégico, pues el asunto clave es: ¿qué requiere México para generar un ambiente social y económico consistente e incluyente de y para todos los mexicanos? ¿Cómo eran y son hoy las menguadas contribuciones de Pemex al erario, a la larga, cada vez más disminuidas? ¿Hasta dónde alcanza hoy su suficiencia y en concreto, para qué? Por lo pronto, urge a México, contener, controlar o modular el neoliberalismo en función de operar sus intereses a largo plazo como república independiente: su presente y futuro, no sólo energético.

Con todo, ¿cuál es el rasgo “connatural” al capital que provoca las crisis y las propuestas de reformas? El afán por obtener utilidades, crecientes o altas, por más tiempo, en lo estructural y estratégico: “…en México se han “puesto en marcha reformas críticas en el sector del gas o telecomunicaciones, que han tenido gran efecto para la confianza de los inversionistas”. Para el éxito de semejante receta nada novedosa, ¿basta con operar la privatización de los recursos nacionales, según algunos, con la mente y manos de los capitales extranjeros? Bajo el supuesto, de que en la mente de los actuales mexicanos ya desapareció la expropiación petrolera, como historia antigua y moderna, ¿qué tanta conciencia hubo o todavía hay, de que por decenios de ella procedían (y proceden) de manera aún importante los recursos fundamentales para el gasto público, incluso, con todos los sesgos y grados posibles de honorabilidad o corrupción, realmente existentes al momento de su concreta operación?

La señora Lagarde, con la “novedad” elogiada puesta en marcha por las propuestas de Videgaray y Peña Nieto ¿en ese orden? no contribuye a comprender, ni explica el fenómeno anterior.

No se le pide a la señora (ni al ministro Videgaray) estudiar la encomiable historia del Instituto Mexicano del Petróleo, cuyos avances, existencia y trayectoria exitosa fueron ignorados y anulados mediante su neoliberal desaparición. Hubo una sencilla razón económica de y para beneficio de personas, intermediarios, a quienes dejaba más cabildear con extranjeros sus funciones, a dotar de recursos al IMP, al POLI, a la UNAM y demás universidades públicas con capacidades para conseguir desarrollos tecnológicos en bien del país y de los mexicanos, todos, y contar con un Pemex sin cabilderos, ni tranzas. ■

 

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