■ Ricardo Raphael presenta su libro Mirreynato la Otra Desigualdad, en Foros de Libertad
■ En el país la educación dejó de importar para sobresalir, opina el también periodista
En México ser ostentoso hace impune y protege de las consecuencias por actos de corrupción. En Estados Unidos un personaje extravagante como Justin Bieber se pasa un alto en Beverly Hills y la policía lo detiene; aquí un mirrey del Partido Verde Ecologista de México (PVEM) hará lo mismo en su coche “con alas de gaviota” y no pasará nada, expuso Ricardo Raphael como una de las premisas de su libro Mirreynato la Otra Desigualdad.
Y aunque es una cosa que se dice poco, arguyó, “la corrupción profundiza las asimetrías, o dicho de otra manera, la corrupción es explicación suficiente de la desigualdad mexicana, quien tiene acceso a recursos públicos obtiene el beneficio de la ley y ejerce con fuerza lo que podríamos llamar sus derechos, y quien no tiene acceso se ve en condiciones de precariedad, vulnerabilidad. La corrupción desiguala”.
El escritor, académico y periodista presentó su texto en el ámbito de los Foros de Libertad organizados por La Jornada Zacatecas. El niño verde (Jorge Emilio González), Jorge Kahwagi y hasta el gobernador con su réplica de la casa Bellagio, de 20 millones de pesos, son algunos ejemplos que demuestran cómo en este país la escuela dejó de importar porque lo que cuenta son las relaciones sociales y el azar de haber nacido en una de las 3 mil familias mexicanas cuyos ingresos son de 84 mil pesos diarios, contrapuestos a los 100 pesos que perciben 3 millones de familias.
Ricardo Raphael reforzó su idea respecto a que la educación dejó de importar para sobresalir y tener un mejor futuro económico en el hecho de que un niño en la montaña de un estado pobre saca un 6 de calificación en la prueba Pisa y otro del Instituto Cumbres de los Legionarios de Cristo apenas un 6.6.
Mirreynato es un libro que no busca guillotinar a los mirreyes, porque el autor está convencido de que cortarle la cabeza a Luis 16 no llevó a nada mejor, ni tampoco promueve el odio, pero sí es una crítica al régimen social, moral y político en el ánimo dejar a sus hijos un país donde el esfuerzo y trabajo honesto sean suficientes para crecer, advirtió.
Tras los comentarios hechos al libro por Rubén Ibarra y Raymundo Cárdenas Hernández, Ricardo Raphael refirió que los mirreyes son aquellos personajes junior versión 2.0: hijos de políticos o los propios políticos con una vida ostentosa y de excesos gracias al recurso público del que se benefician a manos llenas y de manera impune.
Es decir, se sirve a manos llenas de un país de abruptos contrastes donde metafóricamente explicó Raphael, ciudadanos rarámuris habitan el primer piso del edificio y los mirreyes el penthouse del último piso, cuyo elevador está descompuesto y quien nació en la planta baja tiene 3 por ciento de probabilidades de morir en departamento de lujo. En tanto la discriminación crece y aquí sólo cuatro de 10 mujeres tienen trabajo con un ingreso promedio dos salarios mínimos. Aunque también hay mirreinas, “Claudia (Corchichi) se llama una de ellas”, expuso.
A pesar de que el ascensor está descompuesto, sólo es mito la telenovela donde María la del Barrio se casa con el hijo del patrón y Raphael no se atrevería a decirles a sus hijos que por estudiar van a tener un buen trabajo, el profesor del Centro de Investigación y Docencia Económica (CIDE) consideró que los mirreyes ya no indignan lo suficiente y eso les permite entre ellos hacer pactos de impunidad, felices con que no funcione el elevador social.
Al columnista de El Universal dijo darle miedo por tanto que sea el azar quien determine la vida de los mexicanos en sociedad, que la desigualdad provoque violencia y el del penthouse desprecie al primer piso, así como que los 10 mil desaparecidos y muertos sean producto de la corrupción, la cual a su vez ha hecho a los mirreyes.
Ricardo Raphael refirió que el “pirruris” del siglo 20 o lo equivalente a los de este siglo, eran personas con dinero, pero se cuidaban en el entendido de que no era bien visto que el rico se paseara con un carro de lujo en la colonia más pobre del Estado de México. Hoy en día exoneran a Raúl Salinas, le regresan dinero y con una adicción a ostentar se exhibe con un “aquí estoy”, sin el menor recato.
En tanto consideró, el resto de la población tolera, ha perdido la vergüenza y no retira el saludo a algún corrupto. Se establecen límites sociales cuando el narco puso la iglesia y la escuela del pueblo.
La gente dice que determinado grupo o persona roba, pero reparte y de esa manera se carece de autocontroles, mientras que el Estado es el lugar donde se educan y profesionalizan los criminales, al servicio de las constructoras, lo contratos públicos y las privatizaciones que padece el país.
Además, mientras ello sucede, a la par el Estado y el régimen del mirreynato cierra micrófonos y los espacios de libertad. Una muestra es el caso Carmen Aristegui, a quien Raphael calificó como una gran ideóloga y oreja que repite con su voz lo que escucha, es así que mucha gente se reconoce en ella porque les da la voz.
Refirió que si a un grupo indígena nadie lo oye, tomará carreteras para ser escuchado, y de ahí a quemar presidencias hay un paso, pero en muchas ocasiones, cuando la voz puede ser escuchada se le llega a tener lealtad al régimen y los maestros de la Ceteg serán los malos porque protestan contra la Reforma Educativa.
Es así que agregó, en este Mirreynato son pocos quienes traen micrófono, porque cada vez se hacen más asimétricos.
Ricardo Raphael consideró que la organización colectiva y pequeñas acciones ciudadanas conjuntas podrían llevar a manera distintas de vivir en este país mediante una pequeña política unida.
De lo contrario se seguirá en el país donde en función del dinero que tienes para ver hacia abajo a los demás el régimen de instituciones te protegerá, no importa que para los mexicanos financiar la impunidad cueste mucho, al grado de que casi no habría un negocio honesto que permita financiar el tren de vida de los mirreyes que se conectan el bolsillo personal a un tubo ancho del erario para succionar recursos de todos, mediante obras públicas, vender algo al gobierno, traficar con armas y drogas, y en lo general, vivir de ilegalidad para ostentarse sin el menor problema, finalizó el autor.
