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sábado, 20 abril, 2024
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Proyecto minero amenaza bienes comunes de los habitantes de San Pantaleón

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Por: ALMA ALEJANDRA TAPIA •

■ El poderío minero sostenía a 11 mil habitantes; hoy sólo quedan 50 personas en La Noria

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■ Alejados de toda política social, pobladores piden detalles para proteger patrimonio colectivo

A casi 200 kilómetros de esta capital y en una de las más importantes zonas mineras de Zacatecas se ubica La Noria de San Pantaleón (en el municipio de Sombrerete), un pueblo fantasma que a inicios del siglo 20 llegó a tener 11 mil habitantes. Cien años después, apenas y subsisten 50 personas que carecen de toda política social y viven en el abandono gubernamental. El silencio rodea al pueblo repleto de casas de abandonadas y el poco ruido es producido por los ladridos de los perros que viven ahí.

Las 11 familias oriundas de La Noria (nombre oficial) sólo son los resquicios del auge minero que cíclicamente ha florecido y muerto desde el siglo 17 en ese lugar. Una parroquia abandonada que bien puede pasar por un museo virreinal y que data de poco después del  año 1600 es otra herencia de la época de bonanza. Desde hace nueve años una capilla a la Santa Muerte no ha dejado morir del todo al sitio. San Pantaleón, el santo patrono del cual el pueblo también lleva su nombre, ha perdido popularidad.

Tras casi ocho décadas de nula intervención minera de forma directa en La Noria -hace algunos siglos llamada San Martín- la empresa Peñoles tiene un nuevo proyecto que inquieta a las 11 familias. No se niegan a que una trasnacional pueda dar trabajo a los contados jóvenes que quedan, pero saben que sino imponen en tiempo algunas condiciones antes de iniciar el proyecto, ya no se podrá hacer nada.

“Será imposible, ya lo hemos visto en otros pueblos mineros donde no se deja más que la destrucción, mientras que al pueblo no le queda beneficio”, dijo Nicandro Sarellano Márquez, un minero retirado y vendedor de gorditas fuera de pueblo que sin buscarlo se ha convertido en líder de la comunidad al encargarse del cuidado del patrimonio religioso y material.

Las calles de San Pantaleón aún tienen trazos de una ciudad minera del siglo 16 según lo confirmó el historiador José Enciso Contreras. Casas en ruinas de piedra las más antiguas, las hace décadas de adobe u otros materiales abundan en el lugar que según el historiador, llegó a ser sede del gobierno español.

Al recorrer el pueblo, además del silencio casi absoluto, saltan a la vista cimientos de casas con escrituras que aseguró Sarellano son del año 1700, además está el deteriorado y abandonado edificio de la escuela primaria “Cuauhtémoc” de mediados de siglo 20, una inundada cancha de beisbol, las viejas taquillas donde los mineros acudían a cobrar y una grande explanada que era parte de la planta hidroeléctrica donde sólo quedan abandonados objetos de minería.

También hay estructuras que por las letras borrosas casi invisibles se alcanza a ver que eran comercios importantes y a decir de Sarellano él ahora vive donde estaba el prostíbulo. Un vecino aún guarda reliquias del ex cine ubicado en una colina de antes de mediados del siglo pasado. En el panteón hay tumbas de por lo menos hace un siglo.

Contrario al pueblo de bonanza que un día propició la minería, hoy la escuela primaria tiene nueve niños y una señora es dueña de una pequeña tienda de abarrotes que apenas y se le puede llamar así. En el camino que lleva a los jales hay otras casas que fueron abandonadas hace 20 años.

Una pintada de blanco, con marcos azules y ventanas rotas todavía tiene los muebles viejos. Es una propiedad de Sergio Magallanes, un ex minero de Peñoles a quien lo despidieron por cacharle unos cuantos gramos de plata y la condición de la trasnacional para pagarle su retiro fue que abandonara para siempre su casa, relató Sarellano.

Nicandro Sarellano Márquez, minero retirado que se ha convertido en el guardián del patrimonio religioso y material de la comunidad

Regresa un proyecto minero al pueblo fantasma

Según contó Nicandro Sarellano, por conflictos políticos en 1938 Maximino Ávila Camacho propició el cierre de Inversiones del Oro, una empresa inglesa que durante años extrajo toneladas de oro, plata, cobre y zinc del pueblo al que dio auge y poderío económico y que para ese entonces ya tenía 5 mil habitantes.

Tras su clausura el éxodo de familias enteras no se detuvo y la herencia que dejó además de los daños ecológicos, es un millón 600 toneladas de jales que se han convertido en el atractivo para algunos curiosos atraídos por el espectáculo “natural” que bien pareciera de otro planeta.

Este 2015, a Sarellaño Márquez contratistas le han dicho que a partir de este mes Peñoles iniciará un proyecto de cuidado de los jales de La Noria que durará 90 días. Éste estará a cargo de la Unidad Sabinas que hoy opera en lo que fue el pueblo de Sabinas en el cual, a decir de Nicandro, hasta 1987 había un promedio de 25 viviendas habitadas y hoy 28 años después ya no existen.

El minero en retiro dijo que  contratistas han avisado a la población que Peñoles va a “proteger” el jale minero al instalarle cortinas con el fin de que el agua no se lo lleve y desgaste.

La inconformidad de la gente radica en que ninguna autoridad les ha informado que poco más de 10 hectáreas de su pueblo serán “protegidas”. No saben si las harán área restringida a la que cual ya ni siquiera puedan pasar o de plano se apropien de ellas.

Cada tonelada del millón 600 tiene un promedio de 280 gramos de plata y uno de oro, de modo que para la empresa en volumen representa mucho dinero, pero para los habitantes es un atractivo turístico y parte de su subsistencia, aseguró en entrevista Nicandro Sarellano, quien cree que los jales no son dañinos para la salud ya que los habitantes los usan para enyesar sus casas, tapar baches y hasta “para lavar los trastes”.

Para los foráneos los jales son un lugar a donde pueden ir a acampar pues están rodeados de presas antiguas que datan del siglo 18 e incluso hay un túnel por el que se puede caminar.

Contratistas han avisado a la población que Peñoles va a “proteger” el jale minero al instalarle cortinas con el fin de que el agua no se lo lleve y desgaste, pero la inconformidad de la gente radica en que ninguna autoridad les ha informado que poco más de 10 hectáreas de su pueblo serán “protegidas” ■ fotoS: MIGUEL ÁNGEL NÚÑEZ

Peñoles promete entrevista

Tan solo acercarse a la Unidad Sabinas (ubicada muy cercana a La Noria) para hacer tomas del pueblo requiere de toda una explicación al personal. Al igual que los habitantes con la inquietud de conocer su nuevo proyecto en San Pantaleón, se buscó a los directivos de la mina para una entrevista.

Desde la caseta de seguridad se ofreció tener contacto telefónico con Carlos Castruita, encargado de relaciones industriales de Peñoles, directivo que aseguró se comunicaría “en los próximos días” para agendar una cita. Ha pasado una semana, aún se espera la respuesta.

 

Promesas incumplidas de Peñoles y gobiernos

Desde hace 20 años la Noria de San Pantaleón espera el cumplimiento de la promesa hecha por la empresa Peñoles o en su caso por los candidatos a presidente municipal de arreglarles el camino de entrada al rancho. Los habitantes cansados de esperar su principal demanda durante dos décadas, han pensado en esta elección incluso en no volver a votar, no tendría sentido, aseguró Nicandro.

Él, su familia, los nueves niños, los menos de 10 jóvenes y los adultos que habitan el lugar descubierto en 1553 por Martín de Rentería y donde la persona mayor tiene 72 años, lo que esperan ahora es una explicación del proyecto de protección de jales por parte de la mina y en especial de las autoridades municipales, estatales o federales.

En San Pantaleón, ubicado a 20 kilómetros de Sombrerete y cuya tierra es árida sin las condiciones para sembrar, la gente lo que quiere es trabajo para sus pocos jóvenes, pues el resto desde hace años emigró. Saben que la mina que está debajo de sus construcciones aún tiene “mucho fondo minero y auge”, por ahora no hay riesgo de despojo en la intención de “proteger” los jales, “pero si nos descuidamos y no ponemos un alto, podría ser que en cierto momento Peñoles nos diga que estorbamos”, agregó el habitante.

Máxime si Gobierno Federal se hace fuera de la razón, como creyó, históricamente ha sido. “Los mexicanos somos especialistas en el dinero, si llega san dinero, se acabó”, sin importar cuántos cientos de árboles se van a tumbar para el proyecto.

Sarellano refirió además que Peñoles tiene la política de no contratar gente de la región, so pretexto de no tener el perfil “sabe qué mañanas buscarán”, dijo al advertir que si en el nuevo proyecto la empresa sale con que los muchachos de La Noria no tienen el perfil para contratarlos, entonces para el pueblo la constructora tampoco no dará el perfil “si no hay trabajo, no hay proyecto, tenemos muchos años abandonados como pueblo, que no podremos durar 300 más”, se preguntó.

Recordó que en San Pantaleón primero llegaron a explotar las minas los españoles, luego los ingleses y alemanes, ahora los canadienses quienes se llevan el oro y plata que los lugareños no ven  ni siquiera en piedra porque a los mineros casi los desnudan para que no se lleven nada. “Ya no tenemos nada, más que los daños ecológicos y físicos, lo dejan a uno todo lisiado”.

 

Contratistas han avisado a la población que Peñoles va a “proteger” el jale minero al instalarle cortinas con el fin de que el agua no se lo lleve y desgaste, pero la inconformidad de la gente radica en que ninguna autoridad les ha informado que poco más de 10 hectáreas de su pueblo serán “protegidas” ■ fotoS: MIGUEL ÁNGEL NÚÑEZ

San Pantaleón, refugio de marginales

Antes de convertirse San Pantaleón en un pueblo minero y después fantasma, el historiador José Enciso detalló que después de su fundación en 1556 se llamó San Martín, llegó a ser sede de la alcaldía mayor del gobierno español con varias jurisdicciones. Durante el siglo 16 no sólo llegaron españoles sino cuadrillas de indígenas del país, esclavos negros y misioneros franciscanos.

Además del refugio de piratas, marginales y heterodoxos, fue un espacio de los confines del mundo novohispano que los acogió y dio abrigo. En el siglo 17 se dio una decadencia prolongada del entonces San Martín y resucita con el nombre de La Noria en el siglo 18 y así ha habido ciclos de decadencia y bonanza que siempre terminan igual.

Sin el mayor interés de la autoridad, San Pantaleón es de por sí destino turístico de algunos curiosos. A decir de Enciso, con una política mínima de conservación podría ser un atractivo para el turismo que busca pueblos escondidos y fantasmas. “Con una manita de gato” puede recuperar parte del esplendor de la época colonial.

La arquitectura de las casas domésticas, agregó, es típica del siglo 16 por ende el más puro vestigio de la réplica de calles de pueblos castellanos. La parroquia cristiana a San Pantaleón y la capilla pagana a la Santa Muerte son ahora su esencia y motivo de una segunda y tercera parte de este reportaje.

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