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miércoles, 24 abril, 2024
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Después de 98 años, la Constitución sigue vigente y no se ha desmantelado: Burnes

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Por: MARTÍN CATALÁN LERMA •

■ Sus preceptos, traicionados por la clase política a partir de la instauración del modelo neoliberal, dice

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■ Un aspecto a resolver, la crisis del sistema educativo público nacional, señala el académico

Después de 98 años, la Constitución de los Estados Unidos Mexicanos sigue vigente y no se ha desmantelado, pero sus preceptos han sido traicionados por la clase política a partir de la instauración del modelo neoliberal, afirmó Arturo Burnes Ortiz, investigador de la Unidad Académica de Economía de la Universidad Autónoma de Zacatecas (UAZ).

Sin embargo, es evidente que en la actualidad hay grandes contradicciones entre lo establecido en la Constitución y la praxis política, pues señala que “el Estado dirigirá, vigilará, coordinará, regulará el proceso de desarrollo nacional, pero en la práctica no sucede así y vemos que por un lado va la política económica y por el otro la letra de la Carta Magna”.

En consecuencia, los ideales plasmados en la Constitución no se han concretado y persisten problemas estructurales como la desigualdad social y económica, la pobreza y la crisis del campo, con la característica de que el sujeto social campesino ha sido dictaminado por el modelo como una figura que “no es económicamente viable y por lo tanto se dice que el propio mercado lo va a desaparecer”.

Mientras la Constitución otorga a los ciudadanos Seguridad Social, en la actualidad se observa la disolución de las jubilaciones y pensiones, para pasar ahora a un sistema de ahorro para el retiro, lo que significa la privatización de la Seguridad Social.

Es decir, “es una contradicción en sí misma, la inseguridad social es hoy lo más inseguro que existe, a pesar de que está consagrado en ese documento”, puntualizó.

 

 

Burnes Ortiz expuso que otro aspecto pendiente a resolver es la crisis del sistema educativo público nacional y la ausencia de una base científica y tecnológica que permita insertar al país en la globalización con proyecto propio, como lo han hecho países como Brasil.

“Para mí esa sería la mayor traición a la Constitución Mexicana, sobre todo al Artículo 25, la ausencia de una base científica y tecnológica para la productividad y la competitividad que permitiera instalarnos en la llamada globalidad con un proyecto propio”, indicó.

Desde su punto de vista, ante esa situación el gran reto es generar unidad y confluencia entre la izquierda partidaria y la izquierda social, ya que es común observar que los movimientos sociales se deslindan de los partidos, mientras que estos siempre pretenden partidizar a las organizaciones sociales.

Según explicó, esa confluencia entre la izquierda partidaria y la izquierda social permitiría resolver la contradicción entre lo establecido por la Constitución y lo que en realidad se practica en el sistema político, además de crear un gran bloque antineoliberal contra la lógica de lucro y construir una sociedad alternativa, humanista, solidaria y libre de la pobreza material y miseria espiritual propia del Capitalismo.

Burnes Ortiz señaló que uno de los mayores problemas es la crisis de la política y de los políticos, puesto que los partidos de derecha se han apropiado del lenguaje de la izquierda, y estos a su vez realizan prácticas similares al resto de esos partidos, tales como clientelismo, corrupción, falta de transparencia, decisiones cupulares, lo que genera desconfianza y desesperanza en la sociedad.

“Algo que llama la atención es la lucha de las fracciones en esos partidos, que a veces es ruin y ‘miserabilista’, que demuestran que no son opciones de cambio social. La gente quiere nuevas formas de hacer política y participación”.

En ese contexto, manifestó la necesidad de construir espacios democráticos de carácter local, de los cuales existen alrededor de 700 experiencias en México, siendo una de ellas el Zapatismo, que ha implementado mecanismos de poder popular en el estado de Chiapas.

Entre esos centenares de casos están sindicatos, organizaciones sociales en comunidades o municipios y en universidades, donde “llevan adelante la construcción de espacios democráticos. Eso es un ejemplo de que se puede hacer cosas diferentes, no facciosas, no sectarias”.

Recordó que la promulgación de la Constitución Mexicana tuvo que pasar por un proceso armado en contra de un régimen político oligárquico, antinacional, antipopular y antidemocrático, que además permitió empoderar a los sujetos sociales, lo cual no ocurre en este momento en los partidos políticos.

“Fue la gente con todas sus expresiones, aunque después de la victoria militar los sectores triunfantes concretaron su proceso de hegemonía ya no con las armas, sino mediante un documento o pacto social que integra todas las demandas sociales, políticas y económicas que se movieron en la Revolución Mexicana”, comentó Burnes Ortiz.

Destacó, por ejemplo, el Artículo 27, que habla sobre la propiedad agraria, la soberanía sobre el territorio y los campesinos; mientras que el Artículo 123 consagra los derechos de los trabajadores.

En el Artículo 25, el Estado se asume como garante y vigilante de los procesos emprendidos por la burguesía agraria e industrial, ello en un marco de soberanía nacional.

Indicó, en alusión a Luis Cabrera, que la Constitución significó un proceso de Reformismo Social, puesto que en ese documento se funden lo político, lo económico, lo social y lo estatal.

“Esto fue tan singular, tan sui géneris, tan especial, que antes de la Revolución Rusa se decía que la Constitución Mexicana era la más avanzada del mundo, precisamente por integrar todos esos intereses y conformar ese sistema político mexicano que hizo decir a Mario Vargas Llosa, que no necesitábamos una dictadura militar precisamente por nuestro sistema tan peculiar”.

Precisó que no fue una revolución social, sino política, y aunque no atentó contra la propiedad privada, sí garantizó la soberanía sobre la propiedad del suelo y el subsuelo bajo la égida del Estado. Es decir, no trastocó los intereses del capital, pero fue nacionalista.

Otro significado de la Constitución es que dispuso la conciliación entre las clases sociales, pero bajo la dirección del Estado, lo que permitió elevar a garantía constitucional los derechos de todas las clases sociales.

Por tanto, Burnes Ortiz concluyó que la Constitución, hasta la década de los 80 del siglo pasado, fue la responsable de que hubiese “mucho Estado y poco mercado. Hoy es al revés: hay mucho mercado y poco Estado”.

“La Constitución Mexicana es el documento fundamental que rige el pacto social hoy vigente, puesto que no ha emanado un sistema político alternativo al que surgió desde la década de los 20 del siglo pasado, concretamente a partir de la aparición del caudillismo nacionalista revolucionario que fue el triunfante”, mencionó.

Una de las grandes lecciones que ofrece la Carta Magna, entonces, es que fue producto de una gran convulsión social, ya que ninguna Constitución en ningún país surgió a raíz de un proceso violento que derivó en la construcción de una hegemonía.

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