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martes, 23 abril, 2024
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Invita la ensayista Cristina Rivera Garza a lecto-escritores a apropiarse de la literatura

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Por: ALMA RÍOS •

■ Destaca que se debe dejar la idea del escritor como “ente aislado”, frente al contexto actual

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“¿Qué podemos hacer nosotros frente a nuestras pequeñas pantallitas mientras el país se nos cae a pedazos?”, preguntó a un auditorio mayoritariamente conformado por los escritores convocados al tercer Encuentro de Narradores Centro Occidente, la también narradora, ensayista e historiadora, Cristina Rivera Garza (Tamaulipas, 1964).

La autora de Nadie me verá llorar, inauguró su conferencia con una poco acostumbrada reflexión: “me da gusto que estemos ustedes y yo aquí gracias a los recursos, a los impuestos, al trabajo de los ciudadanos de este país. Somos verdaderamente unos privilegiados, estamos aquí con gastos pagados comiendo en un lugar hermoso, con la posibilidad de platicar gracias al trabajo de muchos y muchas en este país”.

Subrayó la importancia del hecho en el contexto de las circunstancias actuales de México donde expuso, el “régimen ha decidido en nombre de la ganancia, descuidar y atacar muchos de los elementos del bien común”.

En este sentido se refirió a un espectro que va desde lo ecológico hasta la seguridad pública, “y creo que en ese sentido no hay un ejemplo más grave ni más triste que los trágicos eventos, la masacre de Ayotzinapa”.

Así dio inicio con su conferencia magistral Escribir en tiempos de violencia, misma que significó una provocación, primero a dejar a un lado la idea de que un escritor es un “ente aislado, fuera del todo social y que obedece a reglas que no le competen a otros”, y asimismo, es propietario de un genio particular y genera “de la nada”, la literatura que produce.

Pero también la provocación-invitación de Rivera Garza criticó como aunado a esta visión, la propuesta de la autoría y la producción de textos originales que se sustenta en la verticalidad y la autoridad, donde “lo primero que llega a la imaginación, -dijo-, es el policía de la imaginación”.

En cambio, propuso a los escritores la práctica de estrategias de “apropiación”, rescatando para ello el espíritu lúdico y el sentirse con la libertad y el derecho de realizar ejercicios que subvierten las nociones verticales y elitistas de lo que es el autor, la escritura y la literatura.

Se dirigió a los escritores, proponiéndolos por antonomasia como “siempre en ciernes”, esto es, y si tienen suerte, advirtió, “siempre empezando de cero”, y como producto del enorme trabajo de desaprender. Un proceso que dijo “tiene que ver con la desobediencia, con la subversión y con la crítica”.

“Para mí si la escritura no está ligada a alguno de estos elementos, en realidad tendría muy poco caso regresar a ella y seguirla haciendo”.

Expuso ante el auditorio reunido en el patio central del Museo Zacatecano, a la escritura como algo fundamental que implica no sólo tener “queveres” con el lenguaje sino construir visiones alternativas que pueden convertirse en prácticas.

“Cuando leo los libros que me han impactado y han cambiado mi vida, me han enseñado, me han hecho preguntarme de qué otra manera puedo vivir (…) Esa es una imaginación que se vuelve materia”, dijo.

Y ejemplificó-recomendó para ilustrar esta “apropiación”, con tres libros. El primero Antígona Gómez de Sara Uribe, donde dice, la autora recupera de diferentes fuentes el lenguaje utilizado por las víctimas de la violencia en México, en usanza del copy paste, y para no usurpar “una experiencia que no le pertenecía”.

En su obra, Uribe hizo uso, dijo, de estrategias como la repetición, el uso del espacio en blanco, yuxtaposiciones, para jugar no solo con las voces de las víctimas sino de filósofos, historiadores y escritores que a lo largo de los años han recuperado la presencia de Antígona en la literatura.

Agregó a estas estrategias, la obra del chihuahuense Hugo García Manríquez, quien utilizando el texto del documento del Tratado de Libre Comercio, “deslava” algunas palabras y resalta otras, para escribir una obra, donde “entabla un ejercicio poético con lo político como tal”.

Por su parte, el poeta mexicano Eugenio Tiselli, a la par activista cultural, hizo un programa  en el que cada vez que baja la bolsa de valores, una de las palabras que conforman el artículo 27 de la Constitución mexicana se traduce automáticamente al inglés. Cristina Rivera Garza se dirigió a los escritores “para quienes la estética es siempre un asunto de política. Para quiénes el tratar con el lenguaje público, con esto que es un bien común, siempre es un asunto que involucra relaciones de poder”.

Los provocó a preguntarse por las alternativas y las posibilidades “de producir con otros un lenguaje crítico con el que podamos empezar a conversar qué país queremos, qué comunidad queremos, cómo queremos entablar el diálogo a través de los libros, con quién y en qué circunstancias. No se trata de una utopía…”.

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