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viernes, 19 abril, 2024
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¿Qué hacer con los partidos políticos?

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Por: RAYMUNDO CÁRDENAS HERNÁNDEZ • Admin •

La tercera ola democratizadora que vivió el mundo durante las últimas décadas del siglo XX, propició que países muy diversos superaran sus regímenes autoritarios dando paso a verdaderas transiciones democráticas, como la española, o a procesos que arrancaron con conquistas importantes pero que se frustraron por la falta de convicción democrática de alguno o varios de los sujetos políticos relevantes, como en el caso mexicano. Hoy me ocuparé de examinar un rasgo que comparten todos los casos, los exitosos y los fallidos: la presencia de los partidos políticos. A mi juicio, ese hecho no está a discusión, pues basta con utilizar Internet unos minutos para constatar que en todo los países democráticos existen ciudadanos organizados que compiten por ocupar las posiciones de mando, lo que además prueba algo que no hay que perder de vista si queremos encontrar una salida a la crisis múltiple que vivimos: la humanidad todavía no ha inventado una democracia sin la presencia de partidos políticos.

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El sistema de partidos vigente en nuestro país se ha construido en los últimos cuatro décadas, y sólo subsisten dos partidos anteriores a 1980, el PRI y el PAN. Pero no obstante la relativa juventud del sistema, en lo que va de este siglos ha perdido su legitimidad y capacidad de representación, de manera que las encuestas serias muestran que los partidos compiten con las corporaciones policiacas como las organizaciones más desprestigiadas en México. Cada vez menos  mexicanos afirman sentirse representados por ellos, y la razón principal es la percepción mayoritaria de que no les importa el bienestar social ni el respeto a las leyes.

En ese contexto, resulta contradictoria la dureza con que se critica a las personas que abandonan su militancia en esos partidos, con argumentos que suponen que son instituciones muy respetables, indispensables para garantizar la gobernabilidad del país y el debate democrático de los asuntos públicos, cuando todos sabemos que, lamentablemente, eso no es así en nuestro país. Desde mi punto de vista es necesario discutir el procedimiento más eficaz para transformar de raíz el sistema de partidos de manera que realmente jueguen el papel asignado para esas entidades públicas en la Constitución, a saber:

Artículo 41 “…Los partidos políticos tienen como fin promover la participación del pueblo en la vida democrática, contribuir a la integración de los órganos de representación política y como organizaciones de ciudadanos, hacer posible el acceso de éstos al ejercicio del poder público, de acuerdo con los programas, principios e ideas que postulan y mediante el sufragio universal, libre, secreto y directo, así como las reglas para garantizar la paridad entre los géneros, en candidaturas a legisladores federales y locales. Sólo los ciudadanos podrán formar partidos políticos y afiliarse libre e individualmente a ellos; por tanto, quedan prohibidas la intervención de organizaciones gremiales o con objeto social diferente en la creación de partidos y cualquier forma de afiliación corporativa”.

Desde mi punto de vista, la transformación que se requiere para que lo dispuesto se convierta en realidad, puede iniciar con la pérdida del registro de los partidos que ya no enriquecen el pluralismo político, y que han perdido su capacidad de representación por haberse convertido en franquicias propiedad de muy pocas personas. Tengo la impresión de que en junio próximo los mexicanos darán la pauta sobre la viabilidad de los distintos partidos de izquierda y, con ello, darán dirección a los procesos unitarios indispensables para su competitividad futura. Asimismo, creo que el resurgimiento de un polo poderoso de las izquierdas puede ser el acicate que requieren las derechas neoliberales que hoy actúan tanto en el PRI como en el PAN y que han conducido el país desde 1982, para formar uno o dos partidos de derecha donde también se integren los verdes y el Panal, organizaciones estas que no han logrado construir una identidad propia. Pienso que los ciudadanos pueden propiciar estos cambios definiendo el sentido de sus votos no sólo para apoyar a tal o cual candidato, sino teniendo una idea del sistema de partidos al que aspiran.

Ello significa, por ejemplo, que los electores desencantados de todos los partidos anulen su voto o apoyen un candidato independiente, o que las personas progresistas se pregunten sobre cuál partido, de entre los que se asumen de izquierda, tiene las mejores condiciones para convertirse en columna vertebral de un gran polo alternativo que dispute y gane la Presidencia de la República en 2018, y voten en consecuencia. Por otro lado, ante el hecho de que la democracia mexicana resultó muy dañada por la gran decepción que produjeron los gobiernos de Vicente Fox y Felipe Calderón, por su alianza con lo peor del viejo régimen, la continuidad de la política neoliberal, el estallido de la violencia y, en el colmo, por la desaparición de todo freno a la corrupción política y su “aportación” inventando los “moches” interinstitucionales, pienso que los neoliberales mexicanos deben contribuir a la regeneración del sistema de partidos eliminando la ficción de que son diferentes, reuniéndose para debatir sus coincidencias y diferencias y, de ahí, a la refundación de uno o dos partidos que representen legítimamente a los mexicanos que comparten el rumbo que juntos le han dado al país desde hace 33 años.

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