Suponer que “el Islam es igual a terrorismo” es absolutamente falso. Es como afirmar que ser cristiano es equivalente a despotismo asesino basándose en la práctica de la Inquisición bajo Torquemada, o identificarlo a fanatismo enfermo en referencia a las múltiples sectas libre-interpretadoras del protestantismo. O identificar al marxismo con el totalitarismo refiriendo la experiencia del llamado socialismo real. Todas las identificaciones aquí mencionadas son falsas: ni el cristianismo es despotismo asesino, ni el marxismo es totalitario y, asimismo, el Islam no es terrorista.
En todas las religiones, sobre todo si son asumidas por algún Estado, existen experiencias de intolerancia homicida, porque los móviles de la religión se mezclan con las pretensiones de poder propias de los Estados. Son memorables las expulsiones en Castilla y Aragón primero de judíos y de musulmanes después, y la persecución de estos por parte de los reinos católicos. Y también es memorable la tolerancia y el refugio que la musulmana Bagdad ofreció a los perseguidos por la ortodoxia cristiana. Y la grandiosa obra de los musulmanes en el rescate de conocimientos en medicina, astronomía, matemáticas y filosofía que la inquisición católica había destinado a la hoguera.
En suma, también hay una historia llena de santidad y heroísmo en las filas del Islam, al igual que en todas las demás religiones observamos testimonios honrosos y dignos de reconocimiento.
La existencia de grupos fanáticos rabiosos, llenos de odio y con ambiciones políticas al interior del Islam, no puede llevarnos a calificar a todos los fieles de esta religión de terroristas; y con ello, a generar una actitud de rechazo y persecución en su contra. Como si ser judío fuera ser zelota (de donde viene la palabra Sicario). La claridad en este asunto es vital para impedir actitudes de exclusión y ponderar la realidad de las causas de atentados brutales como los llevados a cabo hace unos días en Francia contra comunicadores.
En el Islam existe la llamada Yihad o Guerra Santa, pero el Corán establece perfectamente que es sólo y exclusivamente defensiva: cuando alguien esté en posibilidades reales de terminar ya sea con la fe o con la vida de los musulmanes, todos los hermanos de esa fe están obligados a entrar en guerra por la defensa mencionada. No es ofensiva. Es una religión fascinante y compleja; no es una religión que se pueda guardar para la vida de la conciencia privada, sino que es una forma de ordenar la totalidad de la vida: la economía, la justicia, las dietas, los comportamientos sociales; por ello, sus escuelas “teológicas” son escuelas jurídicas al mismo tiempo. Por tanto, no pueden ‘ocultar’ su fe, y si hay exclusión, se hacen vulnerables a la misma. Tiene cánones culturales distintos a occidente que debemos tolerar. Aunque también similitudes importantes, recordemos que viene del mismo tronco que el judaísmo y el propio cristianismo, y que pretenden ser el monoteísmo radical frente a estos. Así: Huntington no acierta cuando afirma que viene la guerra de civilizaciones.
