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jueves, 28 marzo, 2024
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Crisis del Sistema Electoral. Génesis, Desarrollo y Desenlace

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Por: RAYMUNDO CÁRDENAS HERNÁNDEZ • Admin •

La situación actual del sistema electoral mexicano se parece mucho a la que existía a mediados de la década de los años 70 del siglo pasado: sólo una minoría de la población se siente representada por los partidos políticos, una buena parte de los votos que se emiten no son legítimos porque se compran y se venden, la competencia no es equitativa por la intromisión abusiva de diversos poderes fácticos y el árbitro de la competencia no es imparcial, y para agravar más la situación diversos agrupamientos y personalidades movilizadas por la tragedia de Iguala, Guerrero, están planteándose boicotear los procesos electorales programados para este año de 2015.

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Hace cuatro décadas existía una gran efervescencia y movilización en el medio rural y entre los trabajadores; las universidades ejercían su papel de conciencia crítica y sus trabajadores se organizaban en sindicatos combativos; un número importante de personas decidió tomar las armas y formar grupos guerrilleros tanto en el medio rural como en el urbano; y la farsa electoral quedó a la vista del mundo cuando en 1976 sólo participó un candidato a la Presidencia de la República; en Zacatecas también hubo sólo un candidato a gobernador en el año de 1974. En esas condiciones, en 1977 el presidente José López Portillo y su secretario de Gobernación, Jesús Reyes Heroles, respondieron a la crisis pactando una reforma política muy importante, que permitió la participación electoral de la izquierda independiente y otorgó una amnistía para los ex guerrilleros presos que sobrevivieron a la guerra sucia del sistema contra ellos. Así se abrió el camino legal para la acción del Partido Comunista que impulsó una política unitaria muy exitosa dando origen en una década al PSUM, al PMS y al PRD.

Sin embargo, el proceso de liberalización política pronto chocó con la implantación del neoliberalismo iniciada en 1982 y, como consecuencia, la élite del poder en México articulada con el capital financiero internacional traicionó su compromiso democrático al impedir fraudulentamente el arribo de Cuauhtémoc Cárdenas a la Presidencia de la República en 1988. Esa misma conducta fue repetida en 2006 y 2012, ahora contra Andrés Manuel López Obrador, a quien consideraban un peligro para su permanencia en las posiciones de mando del Estado mexicano. La traición referida de la élite del poder y la descomposición resultante de la corrupción generalizada propiciada por el acceso sin controles de la clase política a grandes cantidades de dinero, entre otros factores, propició la crisis de representación más grave que hayamos vivido después de la Revolución.

Lamentablemente, el inicio del año 2015 se ha agravado la situación económica por el desplome de los precios del petróleo y por el mal manejo de la situación por los neoliberales que conducen la política económica de México desde 1982. Pero es aún más lamentable que, hasta ahora, el presidente y la élite del poder en su conjunto no hayan propuesto ninguna salida constructiva a las distintas crisis que sufre el pueblo mexicano. Han reaccionado como si no viviéramos una situación extraordinaria y, por lo que se observa, han decidido apostar a que la gente olvide los agravios que lanzaron a cientos de miles a las calles durante los dos últimos meses del 2014. No parecen estar dispuestos a proponer algo equivalente a la gran reforma política de los años 70.

Como es fácil deducir, la conducta gubernamental es extremadamente peligrosa porque la continuidad de su estrategia enfrentará más gravemente a sectores movilizados de la población con las fuerzas armadas, abriendo la puerta a que tomen la iniciativa quienes por un lado ya empujan por la represión generalizada, o por el otro, quienes creen que la acción directa de las masas en la calle es la solución. En estas condiciones está iniciando el proceso electoral federal y, en algunas entidades, procesos locales muy importantes, que irremediablemente serán impactados por la acción de factores y fuerzas sobre los cuales ya nadie tiene el control, aunque las dirigencias nacionales y locales de los partidos parecen no darse cuenta de que el piso se está moviendo, y están resolviendo sus candidaturas alejados de la ciudadanía, sin hacer esfuerzo alguno por recuperar algo de representatividad. La complejidad creada por la confluencia de varias y graves crisis nacionales amerita y exige  la acción urgente de verdaderos estadistas que, desgraciadamente, brillan por su ausencia en las posiciones decisivas. Al parecer, la élite del poder confía en que se vuelva a imponer el legendario aguante y desinterés del pueblo mexicano, y que ellos se podrán dedicar, sin problemas, a atender lo único que les importa: los negocios multimillonarios inherentes a las reformas entreguistas que han aprobado. Esa conducta equivale a jugar con fuego en un granero lleno de paja seca, pero todo indica que ni siquiera están conscientes de ello. ■

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