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miércoles, 24 abril, 2024
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2015, y “la delgada cresta por la que debemos caminar” Tercera parte

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Por: RICARDO BERMEO •

Después de la muerte de Julio Scherer, tan próxima  a la de Vicente Leñero,  no solo el periodismo crítico, sino la cultura y la lucha por la democracia en México,  sufre la pérdida  de dos figuras, que pertenecen, por derecho propio, a esa historia y a esa tradición,  en que necesitamos anclar la construcción de una identidad colectiva, la de ese “nosotros”  indispensable,  para construir un proceso de autoinstitución de la sociedad, lúcido, reflexivo, permanente.

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Con otras designaciones, y desde perspectivas teórico-políticas plurales y diversas, incluso encontradas, en nuestro país, se está planteando ese proyecto, de manera concreta,  en términos de la convocatoria  a un proceso  vinculado a una Asamblea Constituyente, capaz de refundar  México,  por la  vía –pacifica- aunque no está bien definido lo que signifique, en cualquier caso se trata de una dinámica que ha sido señalada como objetivo programático para el 2015, por una serie de actores, como el obispo de Saltillo Raúl Vera, el Movimiento Popular en Guerrero, la ANP, Javier Sicilia, y el Movimiento Zapatista, entre otros actores.

Al margen de las diferencias existentes  entre los distintos  planteamientos iniciales, y sin desconocer las  dificultades de compaginar e implementar estas posiciones de manera conjunta, coinciden en un punto,   situar en  un proceso constituyente  la “forma”  política   capaz de realizar la “ruptura democrática”  con un régimen que ha degradado  la soberanía popular y la democracia auténtica, hasta  convertirlas en “principios” puramente retóricos, vaciándolos de todos los contenidos que históricamente dieron sentido a esas creaciones políticas. Reivindicadas, ahora, por un creciente movimiento,  a contracorriente del sentido común impuesto mediáticamente, y por el propio funcionamiento del régimen, que impiden por todos los medios, las iniciativas desde abajo encaminadas  a devolver a los ciudadanos el control de sus vidas.

Como lo ha señalado el obispo Raúl Vera, (Proceso, No. 1991) el próximo 5 de febrero, será la fecha emblemática para  lanzar la propuesta nacional  al proceso constituyente, que  contaría con tres fases: la primera fase se propone redactar la nueva Constitución, y supone seis pasos, difundir y convocar a legislar, con acompañamiento académico,  recibir las aportaciones ciudadanas bajo esquemas democrático-participativos, entregar a un grupo de expertos la propuesta, redacción y validación del texto constitucional de nuevo mediante  la participación del pueblo; la segunda fase incluye la renovación de las instancias legislativas federales  y locales, que prepararían el camino para un nuevo gobierno; la tercera fase, se plantearía instalar el nuevo Congreso, con la tarea de aprobar el nuevo orden constitucional.

Por sus parte Javier Sicilia, también propone -o se suma-, a esa misma construcción de un nuevo constituyente, pero, junto a un llamado a la abstención –boicot- electoral, por considerar que “la vía electoral caducó, y por lo tanto, debe reconstruirse al país sin la clase política ni los partidos políticos” (Proceso, No. 1992), en la medida en que considera que la opción para salvar el actual régimen, dependería de que el gobierno emprenda acciones que –a su juicio- nunca realizará: “presente a los normalistas desparecidos y castigue a quienes posibilitaron el crimen y no solo a los autores materiales; revertir las reformas estructurales, hasta que el país, este en paz y haya consenso…” etc.

El diagnostico de Sicilia es lapidario… “en el crimen organizado no son tan relevantes los carteles y los capos como la mezcla absoluta de partidos gobiernos, clase empresarial […] evidentemente el modelo de Estado está agotado, podrido, corrompido hay que refundar al país”

Jesús Cantú,  desde otra posición, coincide -puntualmente- al reconocer  a los consejeros electorales que señalaron  que las elecciones en Guerrero y Michoacán, no deberían realizarse, dado que no existían condiciones que impidieran a la narcopolítica inmiscuirse en los procesos electorales de ambas entidades, (junto al Estado de México, y Jalisco, a nivel del Poder Legislativo y ayuntamientos). Si bien, en una análisis más reciente (Proceso, 1992),  anticipa que probablemente el PAN podría ganar cuatro gubernaturas, y el PRI se puede llevar hasta nueve (en un momento en que el PRI, ha alcanzado mínimos históricos, de aprobación de la gestión presidencial) Mientras que a nivel legislativo, los resultados podrían beneficiar principalmente al naciente partido político de López Obrador, Morena.

Como puede advertirse en esta breve recapitulación, la abstención y boicot electoral, enfrenta dificultades para contribuir al objetivo señalado por el obispo Vera relacionado con el nuevo constituyente: “tenemos que ser muchos los ciudadanos generosos, escuchando al pueblo, como ocurrió en los Acuerdos de San Andrés, y lograr una participación enorme”

Entonces ¿Cómo caminar por la delgada cresta, en el corto periodo de tiempo que aún tenemos, para construir alternativas que efectivamente impliquen una “ruptura democrática”  con el régimen actual?

¿Cuándo, las opciones electorales, pueden representar una alternativa efectiva? Y… ¿Generan -o no- esa “ruptura democrática” insoslayable, que tanto necesitamos?  ■

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