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viernes, 19 abril, 2024
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En México: 41 por ciento ve televisión; 12% lee

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Por: JUAN ANTONIO VALTIERRA RUVALCABA •

Nadie puede cerrar los ojos ante una realidad que se asoma por todos lados. Queda claro que no hay recursos que alcancen, sin embargo la corrupción da al traste con todo propósito bondadoso y que beneficia a la sociedad.

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La Secretaría de Educación Pública debe implementar acciones y mecanismos para inculcar en los niños -por tener más capacidad de aprender- la importancia de los libros y la lectura en el progreso individual y social.

Esta propuesta obedece porque en nuestro país no se motiva a los menores a leer, además de que no todos los padres y maestros predican con el ejemplo. Obviedad o no, es una realidad.

La Comisión Especial para el Fortalecimiento a la Educación Superior de la Cámara de Diputados reconoció, en fechas recientes, que la promoción de los libros y el fomento a la lectura están infravalorados en México.

En nuestro país se leen únicamente tres libros por año, mientras que en España y Francia siete y 12, respectivamente; otro dato preocupante, es que 41 por ciento de los mexicanos dedica su tiempo a ver televisión, en contraste al 12 por ciento que ocupa su tiempo en la lectura.

Lo anterior nos ubica en el penúltimo lugar entre 108 naciones, según el estudio Hábitos de Lectura, realizado por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) y la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco).

Para muchos estudiosos, expertos en el tema y políticos sensibles, es necesario alentar a todos, en particular a los más pequeños, a descubrir el mundo de la lectura y honrar a los escritores por su irremplazable contribución al progreso social y a la cultura de la humanidad.

Debido a que el acceso a la educación, alfabetización y a la cultura es un derecho humano, es obligación del Estado garantizar esto mediante políticas públicas en la materia.

Destaco un ejemplo, que en su lucha por hacer efectivo el derecho de las mujeres a la educación, la reciente ganadora del Nobel de la Paz, Malala Yousafzai, señaló: “Tomemos nuestros libros y nuestros bolígrafos, que son nuestras armas más poderosas”.

Esto, considero, deja claro que el poder de los libros no tiene comparación, pues resulta un vehículo eficaz para fomentar la realización personal y es un motor capaz de generar cambios sociales.

No hay peor enemigo para una sociedad que la ignorancia. Si un país pretende eliminar la pobreza y el subdesarrollo económico, una de las primeras acciones que debe hacer es acabar con la pobreza mental.

Asimismo, baste recordar que frente a las nuevas tecnologías, el libro sigue siendo un invento seguro y perfecto, barato, transportable y que no consume energía.

Este sería un buen propósito y fácil de cumplir en este naciente 2015. ■

 

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