■ Estudiantes, académicos y organizaciones civiles se manifiestan para exigir justicia
En 2014 la vida, sobre todo universitaria, en Zacatecas se vio sacudida por un acontecimiento que ha marcado a México y sus habitantes en este año que está a punto de concluir.
El ataque del 26 y 27 de septiembre ocurrido en el municipio de Iguala, Guerrero, en contra de los estudiantes de la Escuela Normal Rural Raúl Isidro Burgos de Ayotzinapa, cimbró la base estudiantil de Zacatecas, lo cual motivó una unión histórica entre jóvenes que salieron a las calles para exigir justicia.
Pocos días después de los hechos perpetrados por agentes de corporaciones policiacas en territorio guerrerense, tuvo lugar en Zacatecas, como en el resto del país, la marcha del 2 de octubre.
La masacre de 1968 no fue la única consigna que imperó ese día, sino que los estudiantes de la Escuela Normal Rural General Matías Ramos Santos, de la localidad de San Marcos, en Loreto, Zacatecas, tenían otra exigencia, la de la aparición con vida de sus 43 compañeros de Ayotzinapa desaparecidos, e hicieron el llamado a la solidaridad, el cual empezó a expandirse entre los estudiantes zacatecanos.
Esta situación caló en el estado hasta tal grado que apenas dos semanas después del 2 de octubre, el día 16, al menos 15 mil estudiantes en el estado cerraron sus aulas y escuelas en apoyo al paro nacional que fue convocado por las principales instituciones universitarias del país, con la finalidad de exigir a las autoridades el esclarecimiento de la desaparición de los 43 normalistas y su presentación con vida.
Durante esta actividad, cabe recordar, hubo denuncias públicas por parte de estudiantes y también maestros de diversas unidades académicas de la Universidad Autónoma de Zacatecas (UAZ), incluso de preparatorias, por presunto acoso por parte de corporaciones de policía del estado de Zacatecas. Éstas no fueron reconocidas por las autoridades, sino que se desmintieron y se aseguró que la instrucción dada a los elementos de seguridad era la de actuar con “total respeto” hacia el movimiento estudiantil.
La misma semana en la que inició el paro de actividades académicas, en concreto el sábado 18 de octubre, la solidaridad mostrada por los jóvenes zacatecanos dio un paso más y se tradujo en una marcha histórica en la que participaron cerca de 5 mil estudiantes de diversas instituciones, encabezados por los normalistas de San Marcos.
Pocos días después, el 23 de octubre, nuevamente miles de estudiantes marcharon por el bulevar metropolitano hasta la Plaza Bicentenario en una manifestación silenciosa con el fin, igualmente, de presionar a las autoridades en busca de justicia y de castigo a los responsables del ataque cometido en contra de los jóvenes de Ayotzinapa.
En dos ocasiones llegaron a Zacatecas padres y compañeros de los estudiantes desaparecidos para agradecer el respaldo de los habitantes de la entidad, además de reiterar la necesidad de continuar apoyando esta causa.
El 18 de noviembre llegó un primer grupo de familiares y estudiantes de la escuela de Ayotzinapa. En este encuentro fue claro su mensaje: “salir para demostrarle a la sociedad que Guerrero no está tan lejos”, como aseguró David, secretario general de la Normal Rural Raúl Isidro Burgos, frente a la puerta del Palacio de Gobierno en la Plaza de Armas de la capital zacatecana.
Ya en el mes de diciembre, el día 6, regresaron al estado en una caravana denominada, precisamente, “agradecidos con la solidaridad, la situación actual y el intercambio de experiencias en torno a 43 rostros, 43 nombres, 43 sueños”.
Consignas, gritadas y escritas, como “por qué nos asesinan si somos la esperanza de América Latina”, “los enterraron pero no sabían que eran semilla”, “fue el estado” y “vivos se los llevaron, vivos los queremos” han retumbado durante más de tres meses en las calles de Zacatecas y aún estas exigencias siguen vigentes debido a que 42 de los 43 estudiantes normalistas de Ayotzinapa continúan desaparecidos.
