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jueves, 25 abril, 2024
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El PRD: el réquiem de una esperanza

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Por: RAYMUNDO CÁRDENAS VARGAS • Araceli Rodarte •

Un gran esfuerzo significó construir el proyecto de un partido de izquierda en México. Desde la creación del Partido Comunista en 1919 y su evidente importancia en el impulso del sindicalismo mexicano, hasta que el Estado corporativo lo aplastó; sus alianzas y empuje para impulsar la educación socialista, el reparto agrario y los primeros grandes logros de Seguridad Social. En todos los grandes proyectos nacionales de justicia social había una decisiva participación de la izquierda política con su diversidad interna, pero la izquierda estaba marginada de los procesos de representación parlamentaria y en la conducción gubernamental. Este ámbito estuvo por décadas monopolizado por el partido oficial. La necesidad de apertura política el régimen la resintió en los últimos años de la década de los 70 cuando la izquierda social logró un impacto importante en las organizaciones campesinas, populares y universitarias. Pero se tenía la convicción de que los cambios en el país que hicieran realidad la justicia para los millones de mexicanos empobrecidos, sumidos en la ignorancia o en desamparo de Seguridad Social, eran una tarea imposible a menos que se pudiera acceder al poder que daba la conducción del Estado, para desde ahí, gestionar una serie de políticas abiertamente progresivas.

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En los 80’s, cuando inició la aplicación del neoliberalismo en México, el régimen obligó al cambio de ideología del partido oficial del Nacionalismo Revolucionario al llamado Liberalismo Social, y con ello, las corrientes más progresistas del PRI fueron marginadas de la conducción política. La antigua alianza de los comunistas con el cardenismo se actualizó en la coyuntura nacional, pero esta vez fue para formar el partido de la izquierda mexicana que tuviera capacidad de competencia electoral y, con ello, la esperanza de implementar políticas que llevaran a este país a los caminos de la justicia social. Así, la alianza del nacionalismo priísta con los socialistas partidarios, dieron origen al PRD. El escenario hacía posible una real capacidad de competencia, por ello, la esperanza despertó. Y en el nombre llevaban la misión: la revolución democrática.

Sus primeros años fueron de prueba e incluso de casos de martirio. Sin embargo, con el tiempo se vio que esa misión no se cumplía ni en el interior del propio partido: se fue apoderando de él una densa nata burocrática que se insertó en la Real-Política, y el excesivo pragmatismo generó el olvido programático. Hasta llegar ahora mismo a un partido que no se distingue realmente del resto: se incorporó a las lógicas del conjunto de la clase política y, con ello, abandonó la vocación que lo hizo nacer. La esperanza de la que fue objeto se derrumbó y ahora mismo se fue al despeñadero. En la actualidad es un partido amarillo que representa corrupción, acuerdos ilícitos con el poder, antidemocracia interna y nula confianza. Es indicador que el líder histórico haya sido agredido de una manifestación pública y después, él mismo, pida se descabece la actual dirigencia del partido, con la expectativa de recuperar presencia social. La izquierda partidaria ha quedado vacía. Morena aún no inicia su recorrido electoral, el PT es una franquicia y Movimiento Ciudadano es una vacilada. ¿Podrá la izquierda recomponer su existencia en el mapa político mexicano a menos de un año del próximo proceso de elecciones?

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