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viernes, 19 abril, 2024
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Fuego en las memorias del estado de Zacatecas

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Por: MIGUEL ÁNGEL AGUILAR •

  • Historia y poder

En el alucinante municipio zacatecano de Momax  hay un río caudaloso que se llama Chucumeca y  en el que sirvió para que los españoles conquistadores le dieran cauce al tránsito de víveres, materiales de guerra y en el que también aventaban los cadáveres de los indios sublevados, los portentosos desvalidos, indefensos, humanamente desprotegidos y abandonados.

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En muchas montañas de este alucinante estado querido en el mundo entero, se guardan fechas en las que hubo peleas, sublevaciones, amotinamientos, también la inocencia y el impacto de sus riquezas y sobre todo, testimonios  de la gente que entendió que unida podría cambiar el rumbo de todas las historias y que en sus intentos encontró la muerte escrita, las haciendas incendiadas, las epidemias y las desgracias entre las muchedumbres que clamaban al cielo el perdón de sus pecados.

El 26 de noviembre de 1919 moría fusilado el valiente Felipe Ángeles a sus escasos 53 años y luego de haber protagonizado infinidad de acontecimientos de guerra y heroísmo que le dieron fama mundial, sobre todo en su decidida participación estratégica política y militar en la Toma de Zacatecas en la que participó una de las contingencias armadas como no se ha visto hasta la fecha en ningún movimiento armado en todo el continente.

Se refiere el dato sobre todo a que ni la misma guerrilla cubana que triunfó ante Batista, las  guerras intestinas de los tupamaros en el Uruguay o los Montoneros en Argentina, ni las patrióticas luchas de Colombia o de Bolivia, han superado tal número y magnitud de la cual Felipe y Villa fueron sabios y justos y sobre todo, con la capacidad de movilización como lo fue en los días de la Toma.

Fuego en las memorias del estado zacatecano: piras y hogueras como escarmiento de la sala del crimen del santo oficio de la inquisición ante la vagancia, la brujería, el adulterio y el asesinato, fuego para quien osare asaltar las mansiones de los ricos resguardados en la codicia de los siglos que habían amasado en nombre de un porvenir que a nadie ayudo excepto a sus familias pudientes y déspotas y el pueblo aguantó dando siempre un paso al frente. ¡Un paso adelante, dos pasos atrás!

Amenazando la ruina: el 14 de diciembre del año de 1900, luego de tupidas y numerosas lluvias en todo el territorio zacatecano, se produjeron hambrunas y derrumbamientos de casas e iglesias por lo que la población lo vio nuevamente como un mal augurio a sus pecados, orando en las calles en procesiones que le dieran fe a sus nuevos actos en que deseaban resguardar a sus familias y sobre todo a los niños. Se cuenta que en una de las continuas procesiones un cuete incendió casas y un recinto religioso, lo que espantó aún más a una incrédula masa de aquejumbrados que deseaban la paz y la tranquilidad tan esperada.

En la lucha de los sublevados ante la presencia española, en las guerras de la Independencia en nuestro territorio, en las invasiones de los norteamericanos y franceses de 1836 y 1847, 1862 y 1867, en la Guerra de Reforma y las revueltas de 1910 y 1914, en la Guerra Cristera y sus graves consecuencias, siempre estuvo presente el fuego como símbolo de fuerza o destrucción y ahí quedaron las cenizas en donde se levanta siempre la esperanza de una población que sigue creyendo en su largo camino. ■

 

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