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viernes, 19 abril, 2024
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La riesgosa necesidad de sacar a Peña Nieto ante las cámaras

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Por: JORGE A. VÁZQUEZ VALDEZ •

  • Perspectiva crítica

Las entrevistas que en días recientes se le han practicado a Enrique Peña Nieto, en las cuales es abordado por reconocidas figuras del mundo del espectáculo o por comunicadores, han despertado una aguda crítica de analistas políticos, académicos y periodistas serios. De igual forma las redes sociales se han inundado de memes que ponen de manifiesto la precaria trayectoria periodística de Andrea Legarreta y Raúl Araiza, quienes fungieron de canal para que Peña Nieto pudiera compartir sus puntos de vista sobre temas de primer orden como son las reformas que su gobierno ha implementado. Poco después el priísta se sometió a una entrevista colectiva denominada “Conversaciones a fondo”, en la que participaron Denise Maerker, León Krauze, Pablo Hiriart, Lilly Téllez, Ciro Gómez Leyva y Pascal Beltrán del Río. En esta ocasión el formato cambió y se pretendió darle mayor seriedad y profundidad a las intervenciones de Peña, pero persistieron las preguntas a modo, el tono complaciente y la generación de una atmósfera de falso cuestionamiento al entrevistado, todo en la idea de inculcar en el espectador la impresión de que se trató de un ejercicio periodístico plural y no de un espectáculo prefabricado.

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Es de reconocerse el esfuerzo mental de Peña Nieto de participar en dos entrevistas prácticamente continuas, pues aunque se trate de sesiones a modo y periodistas que más que cuestionarlo cumplieron con un rol de teleprompter humano, el priísta no sumó grandes errores a su larga tradición de desaciertos públicos. No obstante, el hecho es significativo no por lo que dijo Peña Nieto -en realidad no se salió del guión de promesas abstractas que sus reformas presuntamente traerían para México-, sino por lo que representa esta medida de la Presidencia de la República.

En realidad este recurso mediático no es nuevo, es la parte “amable” del convencimiento de masas que el Partido Revolucionario Institucional (PRI) dirige periódicamente contra algún sector poblacional, método del cual se han servido desde Luis Echeverría hasta Ernesto Zedillo. En este caso la intención es generar consenso entre las amas de casa y el segmento poblacional poco informado pero que ya empieza a resentir la falsedad de los supuestos beneficios que las políticas peñanietistas traerían al país; la idea es contrarrestar las estadísticas que reflejan la inconformidad social por la cada vez más precaria canasta básica y la negativa gubernamental a incrementar el salario mínimo; por los más de 100 mil estudiantes mexicanos que en este regreso a clases no contarán con aulas con techos, drenaje, agua o equipo de trabajo; hacer pasar como hecho aislado el derrame de ácido en ríos y una presa de Sonora por parte de Grupo México, en lugar de aceptar que se trata de una consecuencia previsible de la escueta normatividad y exigencias que se le hacen a los grandes consorcios mineros que perpetran el actual despojo de minerales; seguir justificando la guerra contra el narco y maquillando sus datos desde el Sistema Nacional de Seguridad Pública, a pesar de que en su sexenio Peña Nieto ya superó a Felipe Calderón en el apartado de homicidios dolosos; dotar de un carácter positivo a la reforma en Telecomunicaciones, aunque las prácticas monopólicas que desatará y los controles mediáticos y por ende culturales que conlleva serán de largo alcance; restar legitimidad a la ola de protestas que han surgido los últimos meses por las políticas neoliberales de despojo, y las cuales se han volcado en manifestaciones masivas en el centro del país y eslabonan al sector agrario, pesquero e indígena en primera instancia.

Sin embargo este ajuste estratégico por parte de la Presidencia también obedece al “fin del romance” entre la prensa externa y la figura presidencial, pues aunque los servicios de los comunicadores a sueldo nacionales siguen muy vigentes (recuérdese que sólo en 2013 Gobierno Federal pagó más de 9 millones de pesos a los trabajadores del programa Tercer Grado, y a Televisa 230 millones de pesos por “servicios de telecomunicaciones”), Peña ya no goza de portadas como la de Time o Rolling Stone para enaltecer sus reformas. Muy por el contrario, la prensa internacional hace eco de estimaciones como la de Moody’s de que la apertura del sector energético a la iniciativa privada no aumentará el Producto Interno Bruto (PIB) ni a 1 por ciento, lo que contradice las previsiones y el discurso del Gobierno Federal.

De manera paralela el esfuerzo de los comunicadores a sueldo se conjuga con el uso indiscriminado de organismos con cierto prestigio para inyectar legitimidad a Peña Nieto. Muestra de ello es que se implicara al Fondo de Cultura Económica (FCE) para ser plataforma de la entrevista presidencial, y otro tanto ocurre con la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH), que en la celebración de sus 15 años de autonomía institucional incurrió en una sugerente contradicción al designar “invitado de honor” a Peña Nieto y aplaudir el que convirtiera el acto en un promocional de las reformas estructurales, lo cual también fue muy difundido en la televisión abierta.

No obstante, esta táctica no está dando muestras de resultar efectiva, pues el rating de Conversaciones a Fondo fue de apenas 3 puntos del índice de audiencia de Televisa, y de TV Azteca sólo 2.2. Inclusive, al mismo tiempo que se realizó esta transmisión las narconovelas del canal 9 contaron con más televidentes.

Algo debe estar preocupando mucho a Gobierno Federal si se ve obligado a recurrir a la ganadería de comunicadores de Televisa de forma tan recurrente, y en especial al correr el enorme riesgo de sacar a Peña Nieto ante las cámaras, pues incluso recursos como el teleprompter, la edición y el montaje no son garantía para que el priísta saque adelante el guión. ■

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