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sábado, 20 abril, 2024
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Cinco recomendaciones para Manuel y quien desee sumarse

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Por: Manuel Rivera •

Petunia y Hosco acaban de regresar de vacaciones. Ambos ajenos a cualquier “cargada”, duermen plácidamente, en ejercicio pleno de su inocencia e inexplicable confianza hacia el de las letras, a cuyo lado integran un trío de bestias en sábado, y el resto de los días.

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En tal contexto surge el recuerdo del reciente hallazgo en casa de una rara tarea escolar, por su contenido y autor.

Hace poco más de tres años, tras una junta de cerca de 12 horas a la que acudió porque no había dónde dejarlo encargado, juró que jamás ingresaría a la política. Aunque esperando no sea signo definitorio del abrazo a la carrera cuyo interés negó, en la tarea encontrada Manuel hijo declaró su deseo, ahora sí, de imprimir huella en el campo de la cosa pública. Por lo pronto, ya demostró que sabe decir que sí diciendo que no en los tiempos propicios.

De lo anterior surgen cinco preguntas esenciales para él, a consideración también, por supuesto, del lector…

 

I ¿La conoces?

Su ausencia hace ausente todo lo demás. ¿Necesaria? Más que eso: simplemente indispensable, porque ella te obliga ante ti mismo.

Desconocerla o guardarla es abrir la puerta a la indignidad, al desinterés en la administración de tu propia vida. Si eso sucede en tu interior, imagina lo que pasa con la responsabilidad social conferida.

Carecer de vergüenza es no tener ni aspirar a nada permanente ni digno de respeto. Y el juicio de la historia a la desvergüenza es terrible, porque condena no sólo los actos del desvergonzado, sino también sentencia a sus cercanos.

 

II ¿Lo tienes?

Hay cosas irrenunciables y ésta es una de ellas. Sobre el miedo, la desidia, el cansancio y quizá hasta encima de tu propia voluntad, debes conservarlo, no importa que lo hayas buscado o te lo hayan dado.

Ejercerlo y mantenerlo hasta que tengas la certeza de cederlo a quien deberá continuar llevándolo, es un acto de elemental responsabilidad y propio de hombres de vergüenza.

Aprende del león fiero, al que sólo pueden arrebatarle el liderazgo la muerte o su semejante al que en la lucha reconoce superior; y observa al garañón que en la pradera ni siquiera es capaz de concebir la posibilidad de perder la cabeza de la manada.

Ejercer y conservar el papel de líder es obligación irrenunciable ante los tuyos, más allá de si confían en ti o aceptan resignados y hasta arrepentidos tu designación.

 

III ¿La respetas?

Avasallarla uno es tan estúpido como pretender la destrucción de la memoria de todos.

Olvidar o acallar la conciencia para tratar a los demás como inferiores es evidencia de la más crasa falta contra la razón, la que nos confirma iguales en esencia, nacidos con los mismos derechos y necesidades. Ser verdaderamente superior no es cuestión de jerarquía organizacional, sino de trabajo y aportaciones a los demás. Tu investidura será obligadamente respetada por el tiempo que la tengas, pero tu conducta humilde y justa te hará digno de voluntaria admiración toda la vida.

Humillar a los otros es fácil, hacer que lo olviden, no. Quien concede a los demás el privilegio ficticio de acompañarlo en una posición no necesariamente ganada por el valor propio, o da limosna arrasando la dignidad de quien recibe, se provoca uno de los peores daños, porque genera hacia su persona el peligroso rencor de los otros disfrazado de sonrisas y apretones de mano.

Hay algo peor que saber vulnerada la dignidad y esto es admitir ser avasallado a cambio de las migajas del banquete al que se sabe con derecho.

 

IV ¿La rescatas?

Es mucho más que no robar. Implica congruencia entre el decir y hacer, así como conducirse conforme a las propias convicciones, ideales y valores.

Quien la posee no se queda con el dinero que ni le pertenece ni ha ganado, pero tampoco traiciona su pensamiento ni la confianza de los demás.

Es quizá la primera obligación con uno mismo, aunque a veces provoque hasta dolor en el alma. Quizá también es el deber número uno en la conducción y el conducirse social, aunque no siempre deje riqueza.

“Honestidad”, ¡cuántas campañas se han hecho en tu nombre!

 

V ¿Lo quieres?

Salvo quien asuma que su papel en una colectividad es el de reina de la primavera, cuya tarea mayor es encabezar sonriente el desfile y agitar los brazos a manera de saludo, participar en una organización social, ya sea como jefe o último empleado, demanda esforzarse, sin excusa alguna.

No se trata de hacer necesariamente esfuerzos en la misma proporción de los subordinados, aunque si se tiene vergüenza, liderazgo, respeto a la dignidad propia y de los demás, y honestidad, muy probablemente se aporten al grupo las acciones más intensas.

Aunque quizá el trabajo no todo lo vence, sí todo lo necesita. La vida privada lo requiere y la pública lo exige.

Petunia y Hosco continúan durmiendo. Ellos pueden; los demás ya no.

 

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