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viernes, 29 marzo, 2024
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Profesor José Santos Valdés. Persona ilustre del estado de Zacatecas

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Por: HALLIER ARNULFO MORALES DUEÑAS •

El pasado lunes 30 de junio de 2014 la 61 Legislatura del estado de Zacatecas en sesión solemne, declaró persona ilustre de la entidad al profesor José Santos Valdés García de León, por la labor realizada en beneficio de la educación de las escuelas Normales Rurales, así como por la lucha de los derechos laborales de los maestros y la escuela pública.

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Su carrera docente es un ejemplo vivo de la soterrada misión educativa a lo largo del siglo 20. Varios goznes biográficos marcan su vida. Llegó a este mundo el primero de noviembre de 1905, en Rancho Cargo, Matamoros, Coahuila, fue el segundo de seis vástagos, sus padres: Pedro Valdés Rosales, peón de hacienda en las propiedades de los Madero y Cristina García de León, profundamente católica y abnegada madre.

A escasos cinco años de edad comenzó a labrar la tierra junto a su padre, aprendiendo lo duro de la vida del campo. Con él aprendió las primeras protestas y un orgullo de clase que lo mantuvo firme en sus días de peón y la insolencia de los capataces, así como de afrentas vividas los primeros años magisteriales.

En 1920 ingresó a la escuela que le enseñaría, de la mano de maestros como Apolonio M. Avilés y Federico Berrueto Ramón, la mística que encierra el magisterio y la importancia de sustituir los monólogos disciplinarios decimonónicos basados en el derecho de autoridad por una interpretación educativa democrática.

Ideológicamente nace y nutre su ideario en las sendas de la izquierda de los años veinte y treinta, bajo la dirección del pensamiento marxista y el Sexto Congreso de la Tercera Internacional Comunista.

Promotor de la masificación educativa del México rural, defendió sin parangón la práctica cabal del artículo 3, 27 y 123, por su activismo político fue expulsado de los estados de Sonora, Tabasco, Tamaulipas y Durango; estuvo al frente de más de una docena de misiones culturales rurales y algunas urbanas.

Su reingreso en Normales Rurales, en San Marcos, Zacatecas, cobra especial brío, pues en ella pone en práctica su ideario de educación democrática, entendida como una práctica social. Promueve un modelo disciplinario gestado en 1932 en la Central Agrícola de Tamatán, Tamaulipas, lo madura en Galeana, Nuevo León en 1938 y lo perfecciona en San Marcos a partir de 1948, consolidando lo que hoy día se conoce como época de oro (1948-1955).

Reconoció que lo difícil en una comunidad escolar es “conservar la admiración, el afecto, el respeto afectuoso de los jóvenes cuando comprenderlos no [es] alcahuetearlos, sino orientarlos, aconsejarlos, ayudarlos por la vía del estudio, del esfuerzo y de una inconformidad moralmente digna, a encontrar la solución a problemas individuales y colectivos. En el desarrollo de una acción que exige organización, disciplina, claridad en los propósitos y alteza de miras y por lo mismo esfuerzo, sacrificios, es donde está la mano del educador auténtico: estimular lo que es decencia y decoro humano y reprimir con mano firme todo lo que le niega al hombre su humana dignidad”.

En asamblea de comunidad escolar analizaban problemas de toda índole, comúnmente presentes en todas las Normales Rurales. Surgieron órganos paritarios como Honor y Justicia, integrados por maestros y alumnos, clubs de teatro, deportivo, trovadores, escritura, exploradores, de Orientación Política e Ideológica, fotografía, danza, pintura, de lectores, atletismo, entre otros.

Consiguió el entendimiento armónico de intereses del Sutesc (Sindicato Único de Trabajadores de la Enseñanza Superior Campesina) y de la FECSM (Federación de Estudiantes Campesinos Socialistas de México), consolidó la idea de un proyecto escolar e institucional sobre los de sector, generó el surgimiento de un sentido de pertenencia e identidad en el cotidiano hacer puntual de una colmena sanmarqueña. Su modelo se diseminó por el sistema normal del país.

Se retira definitivamente del sistema educativo público en 1970 a los 44 años de servicio educativo, escribió más de una docena de libros, más de una veintena de ensayos y folletos abocados al estudio de la educación, la historia y la sociedad mexicana.

Hombre austero hasta parecer puritano, era un maestro con dotes intelectuales extraordinarias, cualidad que lo presentó auténticamente como un educador revolucionario, siempre congruente, con permiso de Ortiz Tejeda puedo decir que Santos Valdés formó parte del “grupo de militantes aguerridos en las trincheras de la soberanía de la nación, la vida democrática, la equidad y las libertades, intransigente defensor de la laicidad y la vida secular. Antimperialista, patriota, mexicano, nomás”.

El merecido homenaje brindado al maestro José Santos Valdés es una oportunidad para acercarnosa su obra plasmada en 16 tomos y rescatar su pensamiento, tan necesario en tiempos en que tambores de desprestigio suenan sobre la educación pública y el magisterio nacional. ■

 

@HallierMorales

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