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viernes, 29 marzo, 2024
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¿Está usted seguro?

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Por: CITLALY AGUILAR SÁNCHEZ •

  • Inercia

«Y de repente me di cuenta de que al final tendría que matarlo…” pensaba el policía inglés orwelliano del cuento Matar a un elefante; “la gente esperaba que lo hiciera y debía hacerlo; sentí sus dos mil voluntades empujándome a actuar, de modo irresistible.” Y así lo hizo, mató al animal incitado por la sarna de un pueblo sometido, que en conjunto sometieron al represor a su macabra voluntad.

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“A menudo me pregunté si alguno de ellos se dio cuenta  de que lo había hecho solo para evitar parecer un idiota”, relata el personaje, quien finalmente reconoce el poder de la multitud, un poder del que gozan, en la ignorancia de que lo tienen.

 

La ignorancia es la fuerza

A mediados del siglo pasado, el escritor inglés George Orwell visualizó con gran precisión nuestro presente y lo escribió con magnífica lucidez en su célebre novela 1984, donde narra que “tenía usted que vivir – y en esto el hábito se convertía en un instinto- con la seguridad de que cualquier sonido emitido por usted sería registrado y escuchado por alguien y que, excepto en la oscuridad, todos sus movimientos serían observados.”

Con la aprobación de la Ley Telecom, en México podemos ahora experimentar en carne propia la profecía orwelliana: usted puede ser bloqueado, grabado y vigilado a placer del gobierno, según eso para garantizarnos seguridad. Las consignas de este sistema, al igual que en el texto del británico son “la guerra es la paz, la libertad es la esclavitud, la ignorancia es la fuerza”.

Cierto es que, el uso del Internet permitió a la población una forma de subversión, en la que, desde la comodidad del anonimato casero, se pudo confrontar  y poner en evidencia la prepotencia y corrupción de mandatarios e incluso de los poderes fácticos más de una vez. Así, como medida de seguridad para  la clase política, no para el pueblo, se implementa esta Ley, que permite bloquear señales de Internet y telefonía durante manifestaciones sociales, en otras palabras, se quita la posibilidad de pedir ayuda o demandar irregularidades o peligros. De igual forma, ahora es legal que espíen correos electrónicos, conversaciones en redes sociales y móviles ¿y quién dice que no también de plantarnos evidencias? De esta forma todo aquel que reniegue del sistema queda expuesto y puede ser amagado.

Entonces ¿estamos seguros? Hablar de seguridad y particularmente de nuestra seguridad es una imposibilidad. Ya somos la presa fácil y el chivo expiatorio de los altos mandos de poder a disposición. Podemos ahora hablar de un estado de esclavitud disfrazada de legalidad, donde el que impreque se expone a la brutalidad.

La inseguridad del mexicano es una característica incluso de carácter; la demostramos en las votaciones, en las acciones y sobre todo en la defensa de nuestros derechos. La Ley Telecom es una de tantas y permanecer en silencio, contemplando sus consecuencias, es una forma de aceptarla. Por infortunio somos esclavos de nuestra propia ignorancia. Al igual que en el cuento de Orwell, no sabemos el gran poder que tenemos.

 

La libertad es la esclavitud

El filósofo esloveno Slavoj Žižek, quien ha hecho revolucionarias reflexiones sobre la violencia social, explica que cuando una víctima puede hablar en detalle de la situación traumática, hay que desconfiar de la veracidad de tal hecho. Si pensamos en México, como un lugar en el que sus habitantes no se defienden debido a un constante aturdimiento, podemos considerar que la violencia es verídica.

A este tipo de violencia Žižek la nombra sistémica, pues “son las consecuencias a menudo catastróficas del funcionamiento homogéneo de nuestros sistemas económico y político.” Sin embargo, en esto, la responsabilidad no es unilateral, sino bipartita, pues tanto el sistema como sus sometidos mantienen esta relación atemporalmente, porque por muy absurdo que parezca, hay en ello una mediocre seguridad, la que genera el conformismo y la comodidad; pues mientras haya un verdugo, el agredido gana compasión.

Una de las principales causas de la deplorable condición socio-política de este país, es precisamente la culturización del victimismo, pues es este estado una absurda justificación que nos permite quedar como “los desvalidos” y fomenta culpar al gobierno de todos los problemas ¿Cuántas veces más hemos de utilizar las retóricas frases que se pueden resumir en  “el gobierno no hace nada”? Es evidente que el gobierno sí hace mucho, hace su parte, la del beneficio propio y por lo tanto, el pueblo debería actuar de la misma forma, en defensa y rescate de los derechos populares, la libertad y la justicia. Pero no.

Es esto una de las más grandes razones por las cuales se nos somete a leyes e iniciativas que lejos de beneficiarnos, nos perjudican. No existe un temor al verdugo, sino a tomar las riendas de una situación que nos pertenece. En esto estamos de acuerdo las dos partes; mientras el gobernado se hace el ignorante, el más iletrado dirigente resulta sabiondo. No existe esclavitud sin el arraigado pensamiento de valorar más a otros (como jefes, presidentes, dueños, etc.) que a uno mismo. La victimización es la verdadera y única esclavitud y es una violencia autoinfligida. ■

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