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miércoles, 24 abril, 2024
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Los partidos políticos de izquierda enseñan el cobre

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Por: RAYMUNDO CÁRDENAS VARGAS • Araceli Rodarte •

 

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Los partidos conocidos como de izquierda viven una crisis que parece no tener fin y lamentablemente, su actuación cotidiana incrementa su desprestigio. Por ejemplo, hoy es claro que el Partido Acción Nacional exige promulgar la llamada reforma política como condición para continuar con la negociación de la reforma que al Ejecutivo federal más le interesa: la energética, y los legisladores de los partidos de izquierda colaboran en la aprobación de dichas leyes para que se cumpla la exigencia panista, sin importar que algunas de ellas sean muy impopulares. El propio Pacto por México fue constituido con la entusiasta participación de la dirigencia nacional del partido amarillo, y a estas alturas ya es claro que ese instrumento generó las condiciones para que avanzaran las reformas constitucionales más regresivas de la historia, por lo que nadie cree en las denuncias que ahora hacen de la conducta de EPN. Juego de engaños: hacen posible las reformas neoliberales y después critican a sus compañeros del Pacto. Igual ocurre con las múltiples denuncias sobre la compra de votos y la intromisión de los gobiernos en los procesos electorales (ocurre ahora en Nayarit), pero han hecho del clientelismo su única actividad y ahí donde gobiernan repiten las practicas que critican. O su conducta, omisa por decir lo menos, ante los movimientos sociales, aunque hay casos más graves come la conducta del PRD con los zapatistas, donde su gobierno en Chiapas reprimía a este movimiento, mientras sus dirigencias nacionales sólo guardaban silencio; o su conducta de hipocresía recurrente ante el movimiento magisterial, o los ex braceros, o los mineros.

Ahora mismo, aprueban una cuenta pública llena de irregularidades y sin discusión, y también respaldan una reforma política que hace imposible las candidaturas independientes, y con ello, niegan un derecho de los ciudadanos contemplado en los documentos básicos de los propios partidos; o dan su aval a la conformación de un órgano nacional de elecciones que centraliza el control de los procesos políticos y eliminan los avances en materia de federalismo. No digamos el caso de la aprobación de la reelección bajo una modalidad que fortalecerá a los poderes fácticos y a las cúpulas partidarias. Esta conducta provoca la incertidumbre respecto a la posición que al final guardarán respecto a las leyes secundarias de la reforma en materia de telecomunicaciones; es posible que, por algún mecanismo y extraño argumento, terminen avalando las modificaciones que ya están sobre la mesa para beneficiar a Televisa.

En un país con las desigualdades y niveles de pobreza de México, es fundamental contar con una izquierda partidaria sólida y confiable. Pero ahora se pone de manifiesto su notoria ausencia. Por tanto, no solamente requerimos una reforma de la organización de los procesos electorales, sino unagran reforma al sistema de partidos para que todos sean instrumentos de los ciudadanos y representen cabalmente intereses sociales legítimos, y además, que propicie la transformación de fondo de aquellas organizaciones  que tienen como bandera la igualdad social y el máximo de derechos y libertades civiles, para que logren superar su inconsecuencia e irrelevancia.

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