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martes, 16 abril, 2024
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La innovación educativa y sus resistencias políticas (en atención a la prepa-UAZ)

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Por: GEOVANA ESPARZA JASSO •

uno de los resultados, quizá el más importante, de la gestión educativa suele ser un proceso innovador. Un cambio no necesariamente es una innovación, puede haber cambios que no innoven, cuando se habla de cambio para la mejora es cuando se habla de innovación. Concretar una innovación en el ámbito educativo no es fácil, existen aspectos político-institucionales internos y externos a la comunidad educativa que se vuelve necesario analizar.

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La relación entre gestión e innovación en educación es irrompible. Para entender una, se debe entender la dinámica de la otra. Empecemos con la gestión. El primer campo integrador es el de la gestión educativa, que incluye a la gestión escolar y a la gestión pedagógica, estos tres campos también pueden asociarse a diferentes niveles de gestión: macro, meso y micro, respectivamente. En este marco general podemos encontrar un grupo de rasgos constitutivos a  tres niveles: cultural, histórico y político; así como una serie de dimensiones analíticas que, al mismo tiempo, son transversales a las dimensiones constitutivas: organizativa, pedagógica, comunitaria y administrativa. Pero en el proceso también intervienen situaciones o características que, junto con cada una de las dimensiones, son constitutivos centrales de la concreción del  proceso de gestión en el nivel escolar: dirección y liderazgo, trabajo en equipos y colaboración, así como participación y vínculo comunitario. Todos estos esfuerzos y eslabones se configuran hacia los procesos de innovación, que culminan en la mejora e incluso en la modificación de paradigmas educativos.

Una innovación es un proceso de cambio para la mejora y la calidad, que es, a su vez, producto de la gestión. Una innovación es también un proceso administrativo, político e institucional – formativo, que tiene dos posibles orígenes: desde los actores directamente involucrados con el proceso (interno), o bien a partir del diseño de políticas públicas (externo); independientemente del origen, una innovación nace de necesidades sentidas y diagnosticadas. Una innovación siempre es planeada, sistemática y evaluada. Parte importante de cualquier innovación es cumplir con las cualidades de participativa, consensada y legitimada. Una innovación tiene productos de diversa naturaleza: en los métodos, en los materiales y en las formas de trabajo, por lo que implica pasar del diseño y justificación teórica al terreno de lo concreto, al de la práctica educativa, al de las acciones.

Como proceso, existen una serie de etapas que deben llevarse a cabo para poder concretar un proceso innovador: diagnóstico, planeación, implementación, evaluación e institucionalización, y todos ellos se constituyen en un proceso de gestión que, como ya se mencionó, está permeado por las dimensiones constitutivas. Comprender esas dimensiones en cada una de estas etapas es prioritario para el éxito de la innovación, no es posible concretarla si no se consideran todas ellas, ahí radican también los obstáculos más importantes. Hablar de etapas no hace referencia a escalones estáticos en el proceso, al contrario, se trata de etapas dinámicas e incluso simultaneas que están mediadas por una serie de acontecimientos políticos, históricos y culturales.

Cuando los problemas con los que se enfrenta una innovación vienen de la naturaleza del origen (interno o externo), o de asuntos organizativos, incluso de diseño o de resistencia al cambio, de ignorancia del proyecto innovador, o de negación de la necesidad del cambio, es posible encontrar mecanismos que permitan superar esas dificultades. El verdadero problema viene cuando las causas del rechazo al cambio son irracionales y superan la capacidad de acción de los agentes, por ejemplo, cuando la resistencia a los procesos de mejora viene de la dimensión política que, por una lógica controladora, estancada y mediocre, no permite que se avance, ni que se propongan nuevas y mejores alternativas.

La influencia de una política mal entendida, es casi inevitable ya que la escuela no sólo es una organización pedagógica, es también una organización administrativa y laboral, a partir de la cual se pagan favores y se obtienen votos para conservar cotos de poder. En este contexto se subordina lo esencial a lo secundario, se subordina lo pedagógico y la responsabilidad educativa a lo político.

Para que un cambio se genere es necesario que exista una cultura de mejora en los centros educativos, dicha cultura se constituye de una serie de factores: la presión interna para la mejora, la presión externa para mejorar, visión y metas compartidas, historia de mejora; apropiación de la mejora, compromiso y motivación; dirección escolar y disposición para convertirse en una comunidad profesional de aprendizaje; desafortunadamente todo ello se ve opacado por necesidades personales intrascendentes y por reticencias infundadas, por las que no sólo no se permite que se generen ideas innovadoras, sino que se aplastan aquellas que lleguen a surgir. Es cuando un pesado mazo político destruye el entusiasmo que existe: la barbarie que pone grilletes a la inteligencia. ■

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