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viernes, 19 abril, 2024
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La toma de los 400 millones

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Por: CITLALY AGUILAR SÁNCHEZ •

  • Inercia

Cuenta la historia, que un 23 de junio de 1914 se llevó a cabo una de las batallas más sangrientas de la Revolución Mexicana: La toma de Zacatecas, donde Francisco Villa, como cabeza de la División del Norte unió fuerzas con Pánfilo Natera y el general Felipe Ángeles para tomar la ciudad, que era custodiada por Luis Medina Barrón y el Ejército Federal; dicen que la contienda duró varias horas, hasta que Villa fue el vencedor. Este hecho permitió el libre tránsito de los revolucionarios hacia la Ciudad de México, con lo cual se logró la caída de Victoriano Huerta.

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A 100 años de este suceso, hay mucha ironía en su conmemoración pues también se festeja entonces un suceso de violencia y muerte… Además, si una de las cualidades que tuvo su principal figura, Pancho Villa, fue la de que supuestamente quitaba bienes a los ricos para repartirlos entre los pobres, en la actualidad, a los pobres se les quita para hacer más ricos a los ricos; tan sólo en la entidad zacatecana, se han destinado más de 400 millones de pesos para las celebraciones de tal acontecimiento histórico y es obvio a dónde va a parar ese dinero…

 

La revolución fallida

El significado de la palabra “revolución” lleva en todas sus acepciones la idea de movimiento, es decir, implica pasar de un estado a otro; así, hablar de una revolución mexicana refiere a un cambio, con resultados favorables o adversos, pero cambio, por lo que es considerable el hecho de que la revolución aún no termina; todavía esta sociedad no logra pasar de este punto a otro, y seguimos estancados en una transición que lejos de dar resultados, se suspende más.

Los villanos traidores a los que se enfrentaron Villa y Zapata son los mismos que ahora podemos encontrar en las presidencias, en el Senado o en las filas del narco; tienen los mismos intereses, las mismas formas de actuar… No, no son otros. No, no nos hizo justicia la Revolución.

Aquello contra lo que se luchaba en 1910 aún existe: pobreza, desigualdad, injusticia. Y quizá de una forma mucho más cínica, pues los tiranos de la patria contemporáneos despilfarran el dinero frente a nuestros ojos en tonterías: 400 millones de pesos invertidos en Zacatecas para festejar la toma, con conciertos de cantantes populares, desfiles, efigies espantosas en las calles, un supuesto museo en el que solo una pequeña parte del pueblo tiene interés pues la gran mayoría prioriza en preocupaciones de índole económica.

Todas estas formas de “festejo” resultan más una burla a la población que intenta sobrellevar el gran hartazgo de la guerra contra el narco, de la migración, de la pobreza, del desempleo y por supuesto, de la corrupción. Más que nada se trata de una “toma de pelo”.

Si se quisiera realmente honrar los principios por los que se ha luchado desde siempre en México, esos millones serían invertidos en obra pública: carreteras, escuelas, drenaje, mejoras a la vivienda, generación de empleos. Muestra de que seguimos en el mismo proceso es que tenemos a los mismos enemigos.

 

El México moderno

Un país sin corrupción, con calidad de vida, en México parece no ser el plan. Elsa Cecilia Frost explica que aquí, los planes siempre son personalistas y “cada uno de ellos propone como ‘el salvador’ del momento a un hombre distinto”. Frost adjudica esto a la cultura religiosa que tenemos; así ha sido nuestra historia, mesiánica, y ahora, en los partidos políticos se evidencia con mayor claridad. Se “cree” en el cambio que proviene de una persona, no en los cambios institucionales que son propiciados en conjunto.

De igual forma, como si se tratara más de una situación religiosa que política, “en México solo son héroes los que mueren y la muerte –sobre todo si es violenta- borra y hace perdonar toda una vida de extravíos” señala Frost; y en efecto, los héroes revolucionarios tienen esta característica por lo cual se les ha disculpado crímenes; es bien sabido que Villa, por citar un ejemplo, no fue un hombre de lo más venerable ¡Vayan a saber quiénes serán nuestros héroes dentro de algunos años!

Pero la violencia no solo borra las desfachateces de personajes, sino todo. Hemos perdonado sin cuestión a la historia, tan es así que la seguimos repitiendo: Violencia y más violencia, corrupción y más corrupción… círculos que nunca se cierran porque en lugar de causar pena, provocan admiración.

Así, con el pasado muy en el presente, el progreso prometido es sólo una ilusión que aceptamos más por necesidad, que por constancia; el hecho de pertenecer a una cultura religiosa, nos permite ser dogmáticos, aferrarnos a las falacias que evocan los dirigentes nacionales, a la ilusión que prometen.

Todos quieren ver un México moderno, pero nadie sabe exactamente qué es eso. La modernidad llegará cuando haya un cambio en el pensamiento, en la cultura, en la conciencia social que permita visualizarnos como personajes activos en la transición del país; solo así habrá transformación en las instituciones y por ende en la política. Eso sí será un cambio, una verdadera revolución. ■

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