Salvo elogiadores de paga, de los que se hace invariablemente caso omiso, y a veces ni ellos, prácticamente nadie elogia la labor (si es que alguna) de Gobierno del Estado; todo ello según creo por una falta lamentable de conocimiento de las condiciones en que se gobierna, de parte de críticos y opinadores, a los que conviene plantear algunas preguntas:
¿Qué necesidad tiene alguien de meterse en graves problemas para dar seguridad a quienes no tienen manera de obligarlo? ¿Se puede censurar el nepotismo de quien lo porta en los genes y es producto de un medio en que el mérito es inexistente y las relaciones son todo? ¿Puede acaso reprocharse la dispendiosa celebración de una revolución cuyos logros por los medios al alcance se intenta revertir, cuando las nociones de los eventuales celebrantes acerca de la misma provienen de una tediosa película de María Félix, vista parcialmente en el canal de las estrellas?
Interrogantes que si son contestadas en Dios y en conciencia harán a los críticos ya no digamos reconsiderar sus reparos, sino agradecer a la Providencia que las cosas no vayan aun peor.
Una constante sancionada por el tiempo es el bautizo de los equipos deportivos con el oficio característico de la ciudad o población en que tienen su sede, y hemos así sabido de los Acereros de Pitsburgh, los Senadores de Washington, los Saraperos de Saltillo, etcétera, y ahora en nuestro caso los Mineros de Zacatecas; apelativo quizás algo nostálgico para la caracterización de una urbe en que los operadores de las minas pertenecen cada vez más a un pasado mítico, y que no hace por lo tanto justicia a nuestra realidad actual; así haya que reconocer cuán difícil resulta determinar la actividad predominante hoy en día en la Bizarra Capital, y que pudiera terminar en tratamiento tan poco lucidor como los Burócratas o, peor aún, los Ninis de Zacatecas, porque ni modo que los Pollos o los Migrantes Ilegales. ¿Por qué no mejor los Frijoleros? Quedan algunos.
Una anotación histórica podría ser para Morena la candidatura del otrora dinámico y popular gobernador Arturo Romo, así se trate de una estrategia brasileña, en la que el autogol resulta el primer paso de un triunfo contundente. ■
