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viernes, 19 abril, 2024
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Trabajo infantil: semilla de la pobreza futura

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Por: RAYMUNDO CÁRDENAS VARGAS • Araceli Rodarte •

La Organización Internacional del Trabajo (OIT) define el trabajo infantil como la participación de los niños en las actividades de producción y/o comercialización de bienes no destinados al autoconsumo. Es decir, cuando los niños aportan un trabajo convertido en mercancía, por tanto, equivalente a un salario. En otras palabras: los niños dentro del mercado de trabajo capitalista. Lo que significa que sus mediciones no contemplan las actividades donde los niños cooperan con la economía del hogar, como es el caso del trabajo de las familias campesinas, donde los niños tienen una función esencial porque cuidan los animales o hacen tareas que sin ser agresivas para su condición, sí son importantes para el conjunto de la familia. Por ello, las familias numerosas se convirtieron en una estrategia de sobrevivencia en el campo.

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Muy otra es la realidad del trabajo infantil en el campo en el esquema de relaciones capitalistas: los jornaleros que frecuentemente se contratan en familia en empresas agrícolas de exportación, donde incluso los patrones “les prestan viviendas”, para que se asistan dichas familias.  El bajo costo de este trabajo (donde se incluye el infantil) hace a estas empresas muy competitivas. Es notorio que el trabajo de los niños en estas agroempresas es igual de duro y prolongado que el trabajo de los adultos; y además, estos niños viajan con sus padres en los circuitos jornaleros por lo que no asisten a la escuela y se amarran en el círculo vicioso de la reproducción de la pobreza. Y no se diga la condición de los niños indígenas: el más precario.  Sin embargo, el trabajo más riesgoso y sobreexplotado es el obrero. En fábricas manejan sustancias tóxicas que los ponen en permanente riesgo, y en las maquiladoras se ajustan a jornadas de sobreexplotación.

En todos los casos descritos, la Ley es un cadáver: acerca de la prohibición de contratar menores de 14 años, y la legislación especial de los menores de 14 a 16 años, donde no debe pasar de 6 horas de trabajo; la estricta prohibición de trabajo industrial nocturno, o la prohibición de trabajar horas extras, o las facilidades para asistir a la escuela, etcétera. Es el escenario donde a la luz del día se muere la letra de la ley. Estos menores han saltado la infancia, les ha sido arrebatada, mutilada, lo que los coloca en gran desventaja para la vida porque es el periodo en el cual tiene lugar el desarrollo de las capacidades humanas. Y en términos sociales lo dice el propio Inegi: “en el corto plazo el trabajo infantil incrementa el ingreso familiar, pero en el largo plazo aumenta la desigualdad en la distribución del ingreso, haciendo más grande la brecha que separa a los pobres de los ricos”. En suma, el trabajo infantil es la semilla de la pobreza futura.

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