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viernes, 29 marzo, 2024
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Historia est magistra vitae: revolución y actualidad

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Por: RAYMUNDO CÁRDENAS VARGAS • Araceli Rodarte •

Cicerón bien nos lo dijo: la historia es la maestra de la vida; su calidad de ‘magister’ se da porque permite el reconocimiento del trayecto que hizo lo que somos, lo que nos permite comprender nuestra actual identidad; somos seres históricos, lo que significa que somos contingencia  y por ello nos autoconstruimos. Es decir, nuestro ser-histórico niega la idea de fatal determinación o destino necesario: no hay ‘leyes’ de la historia porque ésta es esencialmente posibilidad, y también, porque dentro de la historia se abren distintos horizontes posibles en los cuales nos proyectamos; por ello, el futuro se actualiza.

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Por ello, lo que ya nos ocurrió nos puede volver a ocurrir, pues nada garantiza que las experiencias tiránicas del pasado no se vuelvan a presentar en el futuro. En este marco podemos comentar La Marea Revolucionaria, que bien nos puede perder entre tanta anécdota y falacia oficialista. Para que la historia no se reduzca a la crónica de anécdotas, debemos encontrar los sentidos que la cruzan. Así, vemos que en la revolución había un grupo dirigente que apostaba a la inversión extranjera, a la planeación ‘científica y positiva’ y adoraba el progreso entendido como modernización técnica, sin fijarse en la injusticia social que eso generaba. Por otro lado, las corrientes populares que no les preocupaba el progreso de la historia con modelo europeo, sino la reivindicación de los valores de la tradición y la comunidad indígena, tal cual era el zapatismo: la revolución era la reinstalación de la antigua comunidad con la tierra. Junto a este, estaba el villismo: la tierra pero sin comunidad, y justicia social con alta productividad agrícola (véase la experiencia de Canutillo). Pero también estaba la visión de un México de la modernidad nacionalista con visión de Estado fuerte y autoritario: el constitucionalismo que se cristaliza con Calles.

Al final, los grandes perdedores de la revolución fueron los sectores populares, que ahora coinciden con las visiones del Indigenismo Desarrollista, que aspira a una asamblea constituyente, al reconocimiento del Estado multinacional, y se preocupa por los microproductores y la economía campesina. Los Constitucionalistas son ahora los del Reformismo Práctico: quieren cierto Estado de bienestar armonizado con la globalización, y apuestan a políticas redistributivas pero desde el Estado autoritario. Y finalmente, los científicos porfiristas se ven equiparados a la Modernidad Conservadora del Estado mínimo centrado en la economía global, y que basa su modelo de crecimiento en la orientación de la economía al mercado externo.

De esta manera hoy vemos festejos quiméricos: neo-porfiristas festejando a Zapata; neo-callistas  celebrando a Villa, y algo más extraño: el partido surgido de la revolución mexicana convertido en el adalid del neo Porfirismo. Desde la inicial reforma en materia agraria del artículo 27 constitucional en 1992, hasta la Reforma Energética del 2014, hemos sido testigos y víctimas de la paulatina resurrección del general Díaz por parte de los sucesores oficiales del general Obregón.

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