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viernes, 29 marzo, 2024
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La empresa del narcotráfico

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Por: DANIEL SALAZAR M. • Araceli Rodarte •

Soberano y constante, el narcotráfico se enseñorea por las principales ciudades del mundo acaparando los titulares de su marcha. En expansión y movimiento, se encuentran 350 mil millones de dólares que dan autoridad suficiente a una empresa encabezada por las tres grandes mafias del planeta: La rusa, la china y la mexicana.
La mafia mexicana y más particularmente la capitaneada por el cártel de Sinaloa, durante los años recientes logró acrecentar su presencia en decenas de países: Pudo intuir el incremento de la demanda mundial de la droga lo que permitió su consolidación en el mundo; se abrió paso a fuerza de violencia y pudo fusionar su proyecto de largo alcance con autoridades y gobiernos en la coyuntura excepcional que le brindó el Tratado de Libre Comercio.
La historia universal repleta de ejemplos, nos hace recordar cómo grandes empresas colonizadoras en pos de la ocupación y nuevos mercados (materias primas, mano de obra, territorios, drogas, armas o petróleo, etc.) invariablemente han recurrido al uso de la violencia armada perpetuando el origen y la naturaleza misma del capital.
La empresa moderna del narcotráfico se expande de esta manera transformando la vida de las naciones.

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Particularmente en el caso mexicano, este negocio se vio favorecido por el encadenamiento de gobiernos incapaces –si no es que cómplices– desacreditados e impopulares, cuyo desempeño ha favorecido a una Nueva Oligarquía empollada al calor de las más recientes privatizaciones y de la que ahora, lo admitan o no, forman también parte los empresarios del narcotráfico.
“Hemos declarado la guerra a la mafia del crimen organizado” fue el sedante mediático por excelencia del sexenio anterior. Pero este subterfugio reciclado –-con todo y su ajuar militar– representa, más por el fondo que por la apariencia, la estrategia y visión con la que el Estado Mexicano prepara su desafío y la represión a movimientos sociales que genuinamente se expresan y que continuarán manifestándose sacudidos por las políticas neoliberales impuestas…
Añejas y múltiples son también las relaciones del Estado Mexicano con el poderoso país del norte. La militarización en curso de nuestro país forma parte de un programa regional de control en el que, colateralmente, se mueve otra substanciosa industria que suministra armas a los diferentes bandos de narcotraficantes enfrentados, así como a gobiernos y ejércitos.
Las drogas –“esas extrañas mercancías de características especiales”– se comportan para su producción, distribución y consumo, en esencia igual que cualquier otra mercancía. El usuario redime su valor de uso y los mercados le asignan el valor de cambio. Como toda empresa, su proceso productivo reúne en torno suyo a dueños, directivos y trabajadores. Cabe aquí la pertinente pregunta que Luis Armella lanzó hace tiempo: “¿Qué lleva a una persona a vender su fuerza de trabajo a un capitalista de la droga?”

“Lo mismo que la orilla a venderla a un capitalista cualquiera”, dijo, respondiéndose así mismo; a esa necesidad de contar con los medios indispensables para la vida; la vieja constante universal que se multiplica a merced de las crisis del sistema.
Ni duda cabe que el narcotráfico está dentro de las grandes  empresas de México y del mundo, por lo que en términos de economía política, se trata entonces de un próspero negocio burgués

“Además de los obreros directos de la droga, cada narco-empresario debe servirse de personal de limpieza, distribuidores, transportistas y, lo más estrepitoso del negocio, de empleados armados cuya finalidad es resguardar la gerencia, la mercancía y la ganancia”. También le son necesarios empleados de confianza, intelectuales de la información, ingenieros, administradores, contadores y demás para el lavado de dinero en negocios y bancos; imposible mover por el mundo “un maletín con 350 mil millones de dólares”.
“La mafia triunfa cuando lava sus ingresos”, comentó un experto Buscaglia en su más reciente visita a Zacatecas.

Efectivamente, dada su expansión y para cubrir necesidades de operación, las narcoempresas están obligadas a relacionarse con amplios sectores de la economía legal. Por eso, a nuestro juicio, es difícil ahora identificar a los narco-empresarios como un sector económico separado del resto de la oligarquía. En la propia revista Forbes, puede leerse en sus páginas cómo cada vez están más integrados a ella como clase.
“El cáncer” originado en las más altas esferas de la sociedad, se reproduce por todo el territorio mexicano. Una buena parte de la “oligarquía nacional” se ha transfigurado para sobrevivir al TLC y para obtener ganancias de manera ilícita. “Lumpenburguesía” se le llama, porque representa el despojo de una casta a quien “la burguesía honorable” ha dejado en sus manos el mundo de la escoria: la prostitución, el secuestro, el contrabando y el tráfico de personas.
Es muy probable que sectores empresariales menos vinculados a este negocio, tengan sus reservas para aceptar como parte de su clase a ese otro sector ligado al mundo del hampa. Pero la pregunta es: ¿Cuántos y cuáles empresarios de México forman parte ya de la delincuencia organizada interfiriendo en la toma de decisiones gubernamentales, en el curso mismo de la República y/o postulando candidatos –tal y como está demostrado—lo ha venido haciendo desde siempre ese otro sector de “empresarios honorables”?… ■

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