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viernes, 19 abril, 2024
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Por: LUCÍA DE LEÓN •

Podría hablar de las historias que descubrí recorriendo la exposición temporal Visiones de la India que se presenta en el Museo Nacional de Antropología e Historia. En donde a través de pinturas del sur de Asia, provenientes de la colección de Museo de Arte de San Diego, se expone la mística de aquella región del mundo. Meditación, compasión, belleza, religión y saturación de color revelan la vida de culturas más allá del mar y el tiempo que conocemos.

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Podría hablar de la historia de amor de Leyli y Majnun, que conocí a través de una acuarela que lleva por nombre Conversando bajo un árbol del célebre pintor de la India durante el siglo 17 Nihal Chad, inspirada en un popular poema de amor en literatura persa que muestra a través de la armonía y belleza de sus colores, la calma, filosofía y costumbres de la cultura hindú.

Podríamos hablar de la sabiduría del pasado y de las emociones que despiertan obras que recrean lugares tan lejanos, que entre sus líneas imaginarias nos arrullan hasta el infinito. Porque eso esconde el arte, ecos, igual que el polvo tras la explosión de una supernova.

Podríamos hablar de la historia de un pueblo mágico que miró la bóveda celeste que nosotros miramos y fue próspero, pero hoy ya no existe más. La tierra que pisamos era su madre y la lluvia una de las deidades por las que elevaban la mirada al cielo y daban gracias. Ellos amansaron la tierra, y el maíz que hoy comemos, noble alimento en nuestra mesa, fue testigo de sus manos y la música de sus tambores y flautas. Es una página del pasado, de la cual un fragmento se expone de manera temporal en el edificio que antes fuera la casa de la Moneda y ahora es el Museo Zacatecano.

Podríamos hablar de la lengua que tenían, de sus historias contadas de manera oral, de su manera de pensar. Hubo una historia prehispánica. Pero fue una con sed de oro, de poder, de riqueza, y control, la que fue capaz de acabar de la manera más violenta posible ese universo que ya sólo es parte del pasado. Sangre, nunca era demasiada sangre. Ganó el ego y a cambio se devastó la riqueza de una civilización.

Podríamos hablar de que no conocer la historia nos condena a repetirla y por eso esta nos incumbe, porque como dice el curador de la exposición La Conquista, a sangre y fuego Francisco González Hermosillo, por lo menos unas gotas de sangre nos quedan en las venas de aquel pueblo que fue; y también de aquel otro; y de eso sí tenemos que hablar. La exposición estará hasta el 28 de septiembre de este año, visítenla por favor.

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