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viernes, 29 marzo, 2024
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El éxito y el fracaso

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Por: ÁLVARO GARCÍA HERNÁNDEZ •

Como seres humanos estamos expuestos a lo largo de nuestra vida tanto al éxito como al fracaso; identifico tres elementos básicos que son afines a ambos conceptos: la actitud, el carácter y el trabajo. El primer elemento que abre la brecha entre el éxito o el fracaso es la actitud que adoptamos a diario. Conozco personas exitosas que tienen un desenfado de la vida, no se estresan ni se complican la existencia y sobre todo, tienen un cargado ímpetu de confianza en sí mismos, tienen pues, una respuesta positiva ante la vida, ante la adversidad y los retos que habitualmente pueden sortear.

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Estoy convencido de que como individuos tenemos frente a nosotros a nuestros peores enemigos, basta y sobra que en la mañana nos asomemos al espejo más cercano de nuestra recámara, nuestro trabajo o escuela. En gran parte, somos nosotros mismos los responsables directos e ineludibles de nuestro éxito o fracaso; somos nosotros los que tomamos buenas o malas decisiones, los que nos empeñamos en conquistar a una determinada pareja pese a que no es la más cercana a lo que en un momento soñamos; somos usted y yo los que seguimos realizando las mismas conductas que nos conducen otra vez al llanto o a la felicidad, solamente que cuando nos va bien, hacemos alarde de nuestro éxito y por el contrario, cuando nuestra empresa fracasa, buscamos al responsable de nuestra mala suerte y argumentamos mil orígenes predestinados a provocar nuestra debacle. La autocomplacencia malsana nos lleva al conformismo y a la inactividad humana, por todos lados hay personas que predican con el ejemplo el nulo esfuerzo como filosofía de vida lo cual les genera un cierto número de beneficios que son precedidos de la lástima que muestran a los demás.

En cuanto al segundo elemento, considero que buscar el éxito en nuestra vida personal o profesional requiere trazar una estrategia que implica dar cumplimiento a ciertos parámetros indispensables para alcanzar nuestras metas. El éxito demanda sacrificio, entrega, pasión, confianza y sobre todo, carácter; una persona sin carácter será esclavo de otros intereses que lo manipulan y pisotean para alcanzar otros fines distintos a los suyos, de esta forma, un empleado, un profesionista, un cónyuge o un político sin carácter, será presa fácil de sus pares, superiores e inferiores. Es lamentable ver personas sin carácter, jóvenes sin iniciativa, sin motivación para crecer y salir adelante ante la adversidad, que buscan salidas o alternativas a su opacidad y pobreza espiritual como las drogas y el alcohol bajo una multiplicidad de justificaciones prefabricadas y hechas a su medida; otros más, hacen precisamente de sus retos verdaderas oportunidades y obtienen beneficios sorprendentes.

El tercer elemento que nos puede encaminar al éxito o al fracaso es el trabajo, si hay simulación, no cabe duda de que habremos de conservar el mismos status por un largo tiempo, pero sin pena ni gloria, inadvertidos, grises y olvidados. El trabajo debe orientarse al cumplimiento de nuestras metas de vida, que son personales, íntimas y no pueden concederse o mezclarse con las de otras personas; debemos visualizar al trabajo de otra manera, no como la que nos han inculcado históricamente bajo el esquema de la explotación de un superior por sobre un inferior o como una lucha entre derechas e izquierdas, más bien dibujemos al trabajo como una satisfacción personal plena, busquemos que así sea porque muy probablemente, ese trabajo sea una sombra permanente de nuestra silueta a lo largo de nuestra existencia.

El éxito o el fracaso dependen totalmente de nuestra capacidad de superar nuestras debilidades y brechas personales, de la constancia que invertimos a mejorar nuestra actitud, de luchar continuamente para mejorar nuestro carácter y al trabajo constante y satisfactorio que realicemos en el cumplimiento de nuestros objetivos. La actitud, el carácter y el trabajo no dependen del destino o una buena estrella, son el resultado de nuestra individualidad, de la educación que mamamos en nuestros hogares, de una reflexión diaria y objetiva sobre lo que hacemos bien o mal, son la respuesta a nuestras ganas de superarnos y sentirnos satisfechos. No colguemos la solución de nuestros problemas al designio divino, no ambicionemos riquezas materiales sentadas en el conformismo, no nos engañemos con falsos anhelos de cambio si no contribuimos con el primer impulso y tomemos en nuestras manos, la responsabilidad de nuestra vida. Creo que estas reflexiones pueden llevarnos a la edificación de estrategias personales que pueden cambiar positivamente nuestro propio mundo bajo el esquema de que para cambiar el universo necesito cambiar primero yo.

*Representante de Zacatecas ante el
Consejo Consultivo Nacional para el Desarrollo Sustentable
[email protected]

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