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jueves, 18 abril, 2024
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Apuntes en torno a la obra de Cornelius Castoriadis (2)

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Por: RICARDO BERMEO •

Después de trazar algunos puntos mínimos, para situar en su contexto, la figura y la obra de Castoriadis, (1922-1997), filósofo, psicoanalista, uno de los pensadores políticos contemporáneos, que con sus aportaciones, a lo largo de la segunda mitad del siglo 20, ha construido un proyecto teórico de una potencia y riqueza notables, que nos ofrece herramientas para dar cuenta y razón de la creación humana. A mi juicio, la “Teoría del Imaginario Social” desarrollada por este autor, tiene especial relevancia, porque nos permite profundizar la elucidación -aquí y ahora-, tomando como locus la conflictiva/convulsiva situación mundial contemporánea, que sintetizamos -antes- con el concepto de crisis civilizatoria o crisis multidimensional.

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Lo esencial es, no perder de vista, que las distintas perspectivas o puntos de vista, se sitúan, en dos polos: o bien, a favor de la lógica dominante y suicida del crecimiento ilimitado (acelerando el cambio climático y la destrucción ecológica, etc.), y con ello, entronizando un neototalitarismo que sería concomitante a esa peligrosa deriva (o, mutación), impuesta con la mundialización efectiva del capitalismo, cuyo núcleo central, de acuerdo con Castoriadis, es la expansión ilimitada del pseudo-dominio pseudo-racional, y a lo que agrego como parte (ya) de ese núcleo: el esquema amigo-enemigo. Un núcleo con dos significaciones centrales, que a nuestro juicio se encuentra magmáticamente entronizándose a escala planetaria actualizando sus vías de realización; o, bien, desde el otro polo, a partir de un nuevo imaginario político democrático, basado en el proyecto de autonomía, que existe, en las intenciones, o en el “empuje”, tanto “dentro y contra”, como “fuera”, de la lógica hegemónica del imaginario social dominante.

La alternativa de la autonomía democrática, podría ir embarneciendo, ir haciéndose más robusta, …si y sólo si… “la humanidad consigue despertar de su letargo”. En otras palabras, solamente mediante la ruptura de la “enajenación” compartida; aclarando antes que, no es qué unos no estén enajenados, y los demás sí, es algo de mayor alcance, más amplio y complejo, como escribe Castoriadis… “la enajenación es la autonomización y la dominación del imaginario en la institución. Esto no significa que el imaginario es la enajenación. El imaginario se encuentra por doquier, nutre las creaciones de una sociedad tanto cómo está en el origen de su enajenación; le da forma a su libertad tanto como a su servidumbre […] No es posible eliminar el imaginario de la vida social, como tampoco de la vida privada. Pero es posible, debe ser posible ponerlo en su lugar, no dejarse dominar por él, detener su autonomización, rechazar constantemente sus formaciones desbordantes.” Tomando en cuenta también, lo siguiente; “[…] Pero la humanidad no puede alcanzar este saber por conversión interna, ni a fuerza de hablar de él o de entenderlo. Solamente lo puede alcanzar en un proceso real, en un hacer que la transforme efectivamente, donde la elucidación de lo real y las transformaciones avancen apoyándose mutuamente. Para ello debe “poner manos a la obra” y expresar sus pulsiones reprimidas, debe derribar las estructuras rígidas que someten su curso a la repetición, debe poner en sitio el imaginario y demoler sus encarnaciones autonomizadas de este que ella lleva consigo –la primera y la más pesada es su propia división entre los que “tienen”, “saben”, “dirigen” y lo que no tienen, no saben, no dirigen.” (Castoriadis: Historia y creación. 2011)

Es necesario luchar desinstituyendo las significaciones imaginarias sociales que nos impiden actuar solidariamente para construir juntos un mundo común, en el entendido, de que esta eventualidad… “despertar del letargo” sería conquistada únicamente gracias a que un creciente número de personas, de grupos, organizaciones y colectivos, emprendiéramos un conjunto complejo de acciones, asumidas como tarea política, en un esfuerzo permanente de auto-institución de la sociedad que somos, trabajando por ampliar y sostener una lucidez continua que es preciso afirmar en primera persona, individual y colectivamente. Olvidemos de una buena vez, que “la salvación”, o la salida de la “crisis civilizatoria”, nos será concedida, por alguna fuente “extrasocial” -eso sólo consigue perpetuar la heteronomía, y con ella, nos limitaríamos a empedrar la actual “transición al colapso”. En suma, se trata de comprender que la transformación de que estamos urgidos será resultado del ejercicio de nuestra autonomía individual y colectiva, o no será. Tenemos dos “órdenes de sentido” antinómicos, dos imaginarios contrapuestos, en un mundo unitario y desgarrado como éste. Enfrentándonos, a nosotros, como ciudadanos, a una Gran Bifurcación, donde el tiempo de que disponemos para cambiar efectivamente de rumbo, es, con toda seguridad, uno de los vectores menos elásticos y más críticos que es imprescindible poner en primer plano: veríamos distintos tipos de temporalidades, unos marcados –ya- por la “urgencia absoluta”… y podríamos así, actuar en consecuencia. Castoriadis nos ofrece una “caja de herramientas” para la transformación “antropológica” de nuestro mundo -cotidiano-.

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