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viernes, 19 abril, 2024
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Bradley Manning: entre la obediencia y la justicia

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Por: LUCÍA MEDINA SUÁREZ DEL REAL •

Sucedió hace poco más de seis años en Bagdad, el 12 de julio de 2007 desde dos helicópteros Apache, veinteañeros estadunidenses dispararon a civiles desarmados como si se tratara de personajes de videojuegos por los que recibirían puntos. El saldo: 12 muertos, y dos niñas heridas. La historia habría pasado desapercibida como pasan muchas todos los días si entre los fallecidos no hubieran estado el fotógrafo Namir Noor-Eldeen de 22 años, y su conductor, Saeed Chmagh, de 40, ambos empleados de la agencia de noticias Reuters.

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Como es costumbre, los asesinos dijeron que las 12 víctimas habían muerto en combate, que eran insurgentes, y por supuesto, armados. Reuters exigió ver la video evidencia que guardaran los helicópteros pero el ejército estadunidense se negó a mostrarlo, incluso dijo que posiblemente ya no estaba disponible.

El video salió a la luz pública gracias a Wikileaks y aún permanece disponible en Youtube bajo el título “Asesinato colateral”. En él puede oírse la confusión respecto a si la cámara de Namir es un arma o no. Así parecía por la forma del objeto, pero extrañaba la calma de quienes rodeaban a un hombre aparentemente armado. Los diálogos entre los militares evidencian su desprecio por la vida humana, palabras más palabras menos (traducido): “cuando estés encima de ellos simplemente reviéntalos”, dice uno; otro festejaba entre risas “jajaja, les he dado”.

Saeed quedó herido, a rastras intentó alejarse del lugar, pero desde los helicópteros, el ansia los comía: “todo lo que tienes que hacer es coger un arma”, pensaba en voz alta uno de los militares ávido de disparar. Saeed no les dio el gusto, no tenía armas.

Eso no lo salvó. Pronto se acercó una familia en una furgoneta que viéndolo malherido intentó auxiliarlo. Aún anhelantes de más sangre, desde el helicóptero suplicaban permiso para atacar: “vamos, déjenos disparar”. Consiguieron la autorización y cobraron cuatro vidas más.

El video es contundente. Desde helicópteros, sin que estuviera en riesgo su vida o su seguridad, los militares estadunidenses dispararon a civiles desarmados.
Compartí el video con jóvenes de la edad del hijo de Saeed que desde entonces demanda justicia. Me sentí satisfecha, vi en ellos la capacidad de sufrir la injusticia como encomendó el Ché a sus hijos. Preguntaron cuánto tiempo habían sentenciado a los militares que dispararon injustificadamente. No me creían cuando les dije que estaban en libertad y sin sanciones, que quien estaba en la cárcel era el que había filtrado el video, el soldado Bradley Manning, capaz de arriesgar su carrera y su vida por la repugnancia que le causó la conducta de sus compañeros.

Manning lo hizo según su propia declaración: porque “esperaba que el público se sentiría tan alarmado como yo por la conducta del equipo de ataque aéreo. Yo quería que el público de EU sepa que no todas las personas en Irak y Afganistán son blancos de ataque que deban ser neutralizados, sino que también hay personas que luchan por vivir en un ambiente con un alto grado de presión, lo que llamamos guerra asimétrica. Después de entregar el video me sentí motivado por la respuesta de los medios y del público en general que observó el video del incidente causado por el equipo de ataque aéreo. Como yo lo había esperado, otras personas se sintieron tan perturbados como yo, o quizás más, por lo sucedido.”

Por una indiscreción ingenua que lo delató, Manning fue encarcelado y mantenido preso en una celda de 1.80 por 2.40 metros, donde sólo tenía permitido acostarse para dormir, y donde ni siquiera se le permitía apoyarse en la pared. Cuando le autorizaban dormir, lo despertaban cada cinco minutos los oficiales, y lo obligaban a permanecer desnudo.

Ayer fue declarado no culpable del delito de ayudar al enemigo que se castiga con pena de muerte en Estados Unidos, y por el que pudo haber sido condenado a cadena perpetua. No es esperanzador, los otros delitos por los que Manning se declaró culpable le llevarán muchos años en la cárcel.

Desde aquí puede parecer una historia lejana, ajena a nosotros y nuestra realidad. Pero el juicio a Manning no es un asunto individual, es el anuncio de lo que podría sucederle a Julian Assange, a Edward Snowden y a todo el que se atreva a revelar las atrocidades de ese país en permanente guerra. El castigo a Manning es el dedo flamígero con el que se advierte que es preferible obedecer que hacer lo correcto, servir a un gobierno que a un pueblo.

La difusión de su caso es quizá el único pago que podemos hacer a quien se atrevió a ser valiente, a decir la verdad. Limpiar su nombre en la historia es también una forma de incentivar la desobediencia cuando la orden es injusta. En tiempos en los que vivimos rodeados de gente armada es por el bien de todos que prevalezca la justicia antes que la ley. ■

@luciamedinas

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