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viernes, 29 marzo, 2024
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El principito y su hermano

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Por: JUAN ANTONIO VALTIERRA RUVALCABA •

“En la cama ocurre lo mejor de la vida: el nacimiento, el amor, la escritura y la muerte”
Jaime Sabines

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¡Zas! ¡Zas! y ¡Zas! Dale que dale
Ese ruido me distrae y me asomo a ver qué hacen los críos.
Lo veo agarrando un madero viejo pretendiendo destrozar una hoja seca de las que han caído en el patio. Su mano de dos años y medio le permiten hurgando todo, meter y sacar juguetes del tambo donde los tiene. Los riega en el piso y sólo toma uno para ir a toda prisa a jugar con su hermano tres años mayor que él. Escarbar con sus manos en espacio de las plantas ahí sembradas era la afición de ambos.

Anda en pañales, usa unos guarachitos de piel, el torso desnudo. Un peinado a la principito -ese personaje de Antoine de Saint- Exupéry- pues el pelo ensortijado y medio rubio le daba ese aspecto.

Todas las mañanas durante su infancia, ellos se reunían siempre para jugar horas y horas, sin descansar. Sólo el grito de orden de la mamá para ir a comer detenía sus afanes por desafiar a la naturaleza y no probar alimentos. Juan Conrado y Emilio vivían así, sin sobresaltos. Aún no iban a la escuela. El mayorcito iría al kínder o preprimaria.

Mientras vienen al interior de la casa. Los miro corriendo dando brinquitos. Al tiempo que los veo, hago perspectiva de futuro y pienso cuál de los dos llegará primero a su casa. Sí, a esa donde estoy esperándolos para que coman con nosotros y a la de su vida adulta.

En estos días han sido de saudades de alegría y dolor.
Quisiera mentirme y engañarme para evitar un nudo en la garganta, pero no. La realidad se impone…y a darle. No hay de otra.

Le había prometido ir a la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM cuando se diera la bienvenida a los nuevos estudiantes que el 5 de agosto inician clases. No fui, pero quedó el compromiso.
Sin madre él y yo sin pareja caminamos por la misma idea.

Uno de esos infantes ya es universitario e inicia cursos de Relaciones Internacionales. Ibamos ambos en el vehículo y miraba que el rostro de piel de durazno ha dejado de ser para cubrirse de barba.

En segundos, imágenes se sucedieron y sólo le espeté: Aquí traigo al futuro Canciller mexicano. Me miró y sonrió. Cual su costumbre, me dio un golpecito en el brazo. Estábamos en el estacionamiento de la Facultad, se bajó y caminó a toda prisa hacia el auditorio Ricardo Flores Magón. Ese mismo escenario que hace siete años pisé con igual fin.

Ella vivía aún. Ema luchaba de manera furibunda contra un cáncer de mama que le llevó a perder el pecho derecho en abril de 2006. Mente lúcida. Alumna ejemplar toda su vida hasta titularse en la Universidad Autónoma de Nuevo León.

Ella elaboraba guiones para un programa de televisión que coproducía el ILCE (Instituto Latinoamericano de Comunicación Educativa) y se transmitía en el canal 9 de Galavisión. Su cuerpo fue vencido por el infame cáncer y la noche del 5 de enero de 2010 se durmió de manera eterna.

Ellos y yo vivimos a nuestra manera, pues faltan los ejemplos y las enseñanzas que como mujer-madre nos dio sin regateos.

Juan Conrado hace serios esfuerzos por concluir la educación media superior. Y también no atina dejar del todo la adolescencia que a los veintiún años lo persigue.
Los veo juntos en el sillón de la sala. Atisbo la escena desde el comedor y los recuerdo jugueteando en el sillón mientras veían las caricaturas. Emilio comía una galleta maría y su hermanito lo abrazaba por el cuello.

Ambos nacieron en Zacatecas. A ella han de regresar algún día a devolverle lo mucho que me dio…aunque no es compromiso de ellos. n

*Comunicador. [email protected]

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