(1ª parte)
Las lluvias que por fin llegan a Zacatecas traen aparejados nuevos y verdes paisajes que parecían olvidados después de tanto tiempo de sequias, las presas retoman sus niveles y, lo más importante, los productores del campo ven la oportunidad de retomar su actividad productiva. Pero esta oportunidad que nos da la naturaleza también nos lleva a la reflexión y el análisis sobre lo vulnerables que somos en materia alimentaria y sobre qué acciones debemos impulsar, con el tiempo debido, para aminorar los estragos de los fenómenos naturales.
De acuerdo a la FAO (Organización de Agricultura y Alimentación de la ONU), existe seguridad alimentaria cuando todas las personas tienen en todo momento acceso físico y económico a suficientes alimentos inocuos y nutritivos para satisfacer sus necesidades alimenticias y sus preferencias en cuanto a los alimentos a fin de llevar una vida activa y sana. Este es un tema de la mayor relevancia porque el hambre debilita física y anímicamente a quien la padece pero también daña el tejido social y comunitario donde habita, donde hay hambre hay apatía, resentimiento y violencia social.
De acuerdo con la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición 2012, más de la cuarta parte de los mexicanos tiene acceso deficiente a la alimentación; si bien la desnutrición infantil disminuyó entre 1988 y 2012, casi el 14 por ciento de los pre-escolares tienen baja talla para la edad, un indicador de desnutrición crónica, y que significan casi 1.5 millones de niños con ese problema; en la población indígena la prevalencia es de más del doble, con 33.1 por ciento y, desgraciadamente, también tenemos el sobrepeso y obesidad en niños, adolescentes y adultos a grado tal que se ha convertido en problema de salud pública.
Según el Coneval, en 2008 el 21.7 por ciento de la población en México era carente por acceso a la alimentación, mientras que en 2010 esta proporción ascendió a 24.9 por ciento, lo que significó pasar de 24 a 28 millones de personas con acceso deficiente a la alimentación. Para nadie es novedad que las entidades con mayor pobreza presentan los niveles más elevados de carencia por acceso a la alimentación, lo destacable es que la pobreza extrema alimentaria no es exclusiva de la zonas rurales. En 2010, 33.5 por ciento de la población que habitaba en municipios rurales presentaba carencia por acceso a la alimentación, mientras que entre la población que habita en municipios urbanos el porcentaje es de 22.9 por ciento. Adicionalmente, como consecuencia de la crisis mundial ocurrida entre 2008 y 2009, el monto absoluto del gasto alimentario en 2010 se redujo en todos los niveles de la población con algún grado de inseguridad alimentaria representando, en promedio, 11 por ciento menos del gasto alimentario realizado en 2008, cerca de 2 de cada 10 mexicanos no tenia recursos suficientes para adquirir la canasta alimentaria.
El problema esta ahí y las estadísticas son contundentes, lo relevante es entonces encontrar soluciones, es decir, por dónde empezar, ¿por la producción de alimentos?, ¿por la reducción del desperdicio? ¿Por la generación y aumento de ingreso?, ¿Por el cuidado nutricional y alimentario de los niños de México?, yo considero que debemos abordar todos de una sola vez, considerando una solución integral e integrada que permita resolver al mismo tiempo la problemática que cada punto trae aparejado.
En cuanto al tema de la producción de alientos, México enfrenta tres retos fundamentales: la concentración, la baja productividad y el escaso encadenamiento productivo.
La concentración de la producción agrícola y de alimentos de origen animal no sólo se convierte en un tema logístico sino en un tema de seguridad y soberanía alimentaria como quedo manifiesto en la pasada sequía, si sólo una parte de las entidades concentran la producción, qué pasa cuando una catástrofe natural las afecta. En nuestra siguiente participación compartiremos con ustedes un análisis de los temas comentados y una propuesta para atender de manera integral el problema del hambre. ■
