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viernes, 19 abril, 2024
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La corrupción como hábito

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Por: JULIO YRIZAR •

Alarmante es la cifra que arroja el sondeo realizado por Transparencia Internacional, al respecto de la percepción ciudadana que se tiene sobre el fenómeno de la corrupción en nuestro país. La investigación realizada nos afirma que alrededor de 70 por ciento de la población nacional, percibe un considerable aumento en la corrupción, respuesta sustentada entre un porcentaje de los entrevistados, por el conocimiento de causa. Es decir que parte de los entrevistados declaró haber sido participe en prácticas poco probas, particularmente se referían al cada vez más democrático ejercicio de pagar sobornos.

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Nuestra sociedad debe confrontarse de manera decisiva contra la nociva práctica consistente en alterar las reglas establecidas, para conseguir el beneficio propio e inmediato a costa del perjuicio general; y debe hacerlo desde dos frentes: promoviendo la conciencia civil, y construyendo estructuras eficaces que vigilen a las autoridades. Esto sin contar, la necesidad también de revisar las propias reglas a fin de tengan injerencia efectiva y justa en la sociedad.
La conciencia civil es un trabajo que nos compete a todos por más anarquistas que pretendamos ser, porque sin duda no somos entes aislados, y para bien o para mal, cada uno de nosotros está condenado a ser ejemplo para terceros, tengamos o no conciencia del hecho. Así el imperativo categórico de la ética, adquiere otra justificación innecesaria, aunque en la práctica la situación sea por demás difícil, sobre todo en nuestra sociedad que parece consagrada a la corrupción, al grado que ésta se ha vuelto situación habitual, haciendo por definición y como consecuencia que el concepto de honestidad, adquiera el tinte de lo extraño. Así pues, hablar de honradez se vuelve una realidad retórica de frase hecha, que se rompe al primer embate de la realidad social.

Por otro lado, construir estructuras eficaces de vigilancia no es una propuesta nueva, ni su implementación goza de elementos de vanguardia, empero, es fundamental que se revise el trabajo que se ha realizado al respecto, partiendo del propio interés del gobierno, porque a estas alturas de la noche, los organismos impulsados por parte de la propia autoridad que buscan garantizar la transparencia al fomentarla, han carecido de eficacia y sin embargo, no dejan de ser otra emanación de la cada vez más anquilosada burocracia que orla nuestras instituciones. Es decir, que en muchos sentidos se han implementado nuevos modelos burocráticos con la finalidad de evitar prácticas corruptas, y al final resulta ser la propia burocracia la que engrasa sus ejes con el ejercicio de la corrupción. Por ejemplo, sobre el universo de los que declaran pagar sobornos, según los resultados que arroja la investigación de transparencia internacional, la mitad afirma hacerlo con el objeto de agilizar un trámite burocrático.
Soluciones inmediatas no existen, porque también es necesario reconocer que no hemos llegado a estas cifras por arte de magia, sino que nuestro lodazal es consecuencia de un sistemático abuso por parte de los administradores de nuestra sociedad, quienes indiferentes de la realidad cotidiana, proyectan el futuro de todos nosotros sin considerar ni urgencias evidentes, ni el bienestar colectivo. Hecho que se ha vuelto cotidiano, y al hacerlo, nos arenga sin palabras a todos los ciudadanos a dedicarnos también al oprobio, porque el acuerdo tácito del contrato social, no se cumple por principio, de parte del Estado.

El esfuerzo a realizar, por tanto, resultará titánico, y los frutos de tanta voluntad requerida, no serán jugosos al principio y posiblemente tampoco habrá victorias definitivas cuando estas comiencen a suscitarse. Sin embargo debe realizarse el mayor esfuerzo al respecto, porque tenemos por principio la colectiva certeza de que la cosa anda podrida, de ahí la esperanza que motiva los cambios: compartimos una idea que nos desgarra en la intimidad, lugar donde la desesperación como la salvación se desnudan. Partamos de la más íntima honestidad, para proceder con honrada determinación en nuestro día a día, dejando por principio de tolerar la corrupción donde la encontremos, y finalmente, reconozcamos hermanos en los otros, porque buscamos lo mismo, y solo organizados podremos bajo el estandarte de la solvencia ética, exigir a los administradores, que se ganen la dignidad de dirigir a una sociedad que busca alcanzar el futuro sobre los rieles de la probidad, y no hay mucho más, porque el tiempo del desencanto en las acciones, más que el de la crítica en los discursos, es siempre. ■

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