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jueves, 25 abril, 2024
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Bordando ideas para repensar la democracia

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Por: RICARDO BERMEO •

La situación mundial contemporánea ha vuelto más visible un aspecto de la democracia que vale la pena situar como locus de nuestra reflexión: el de la democracia entendida como un régimen trágico. Es decir, de una forma de organizarnos -políticamente- para vivir juntos, atendiendo a los asuntos de interés común, que puede llegar a su fin, en el momento en que sea decidido por un sector amplio de la población, y/o “consensado” –así sea pasivamente, o por omisión-. Con lo cual, ese tipo de régimen puede llegar ser eliminado. Convertido, de tal modo, en un simple tema de interés, únicamente para los que se dedican a estudiar las cosas pasadas, o cómo asunto digno de ser “museificado” es decir, convertido en una “ruina” que podemos visitar, pero que, no sería parte de esta nueva época que -supuestamente- habitamos, denominada por algunos analistas como “postpolítica”.

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¿Podemos mantener por más tiempo una calculada “indiferencia” frente a la gravedad de los acontecimientos, qué, de modo tan evidente convulsionan al mundo, sumergido en una crisis, que visualizamos, sin demasiada ciencia, en escenarios distópicos, para no usar palabras más comprensibles, como por ejemplo…“escenarios terroríficos”?

La pregunta es de nuevo entonces la misma: ¿Qué podemos hacer? Así, y desde un “conocimiento situado”, podemos ensayar una respuesta: Luchar por la paz, desde lo cotidiano, asumiendo medidas de “cuidado de sí”, o, de un… “hacerse cargo”, que nos permita mitigar, disminuir, reencauzar, las energías -y la potencia de nuestros imaginarios sociales- capturadas por una violencia cuya escalada –interminable, si seguimos sin despertar de nuestro letargo-, estaría ligada, esa es al menos nuestra interpretación, entre otros vectores, a la gestión (justamente) de una crisis producida –y también, padecida-,
utilizada, gestionada, por quienes tienen el poder para imponer su proyecto -su diseño, o su hoja de ruta-, definiendo de ese modo, los perfiles globales de la sociedad que somos, aún y cuando, ellos estén dominados por –también, finalmente- por el poder de Outis (de nadie) y por ello, mismo, corramos todos por una especie de “transición al colapso”.
Se trata, sin ninguna duda, de una ruta demencial, qué, en el mediano plazo, continuará –de seguir a piñón fijo- por éste rumbo que nos hunde, progresivamente, en un “estado”, más allá de cuyos umbrales, hace tiempo traspasados, podríamos empezar a olvidarnos -en definitiva- de tener esperanzas razonables de recomponer la “catástrofe”. Es simplemente realista, asumir que podemos fehacientemente extraviarnos en una situación en donde…. “nadie podría salvar a la humanidad- . Precipitándonos en una sucesión de “guerras” y de “estados de excepción permanentes”.

Para decirlo, con Carl Amery, escritor alemán, autor del bellísimo libro: Auschwitz, ¿Comienza El Siglo XXI? Hitler Como Precursor. Donde traza la genealogía de la barbarie nazi, para terminar señalando que en este nuevo siglo… “sólo los más perspicaces podrán advertir el ensayo de “soluciones finales” en vías de realización, a lo que agregamos, por nuestra parte, programadas –ya- como parte de las transiciones hacia regímenes heterototalitarios, (de hetero: otro, diferente, desigual, dado que no se trata del mismo tipo, ni de una sola “forma”). En cuanto a… “totalitario”, lo utilizamos aquí, para hacer referencia a la creciente y progresiva eliminación de la política, entendida como acción colectiva -reflexionada y lúcida-, propia de una democracia viva. Al mismo tiempo que, asistimos a la entronización -o al triunfo- de la privatización de lo público. Se trata, como es obvio, de “tiempos de obscuridad”, provocados por el eclipsamiento, o por la pérdida del enraizamiento -social histórico- de realizaciones democráticas, tales como las de la felicidad pública y las libertades cívicas-, propias de esa tradición denominada.. “democracia contestada”
(Contested Democracy).

Para resumir brevemente, la forma en que podemos declinar, ese más que probable -y ominoso- “futuro anterior”, que subtiende la historia en curso, en nuestra propia realidad; para visualizar el peligro de que, esa deriva, sea finalmente la que se imponga, incluso contra los deseos y aspiraciones democráticas de los diversos sectores mayoritarios de la sociedad. Podemos sintetizarlo con dos puntos, para ejemplificar: el primero, ligado al control de la información, donde puede generarse una “confluencia perversa” entre un tipo de censura o autocensura impuesta desde parámetros paralegales, y aquella otra gestionada desde “la razón de estado”. Junto a ello, habría que analizar en el “complejo político propio del “totalitarismo al revés”, al conjunto de actores que se benefician por ese modo de organización social que emerge del uso “sistemático” –y, calibrado- de la violencia.
También, y sobre todo, habría que situar, en un polo antinómico, al tóxico esquema amigo/enemigo, aquellas experiencias propias de un nuevo imaginario político democrático, capaz de tejer un nuevo orden de sentido, más potente que el de las pasiones activadas por guerras sin fin.
Entender, entonces, la democracia como régimen trágico, supone posicionarse ante una encrucijada histórica sin precedentes. ■

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