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viernes, 24 enero, 2025
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Viri Ríos y Ray Campos, Así no es

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Por: MARIANA TERÁN •

La Gualdra 648 / Libros

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El antropólogo Claude Lévi-Strauss estudió la mitología en varios volúmenes: cómo las sociedades asientan y radican en sus explicaciones míticas sus orígenes, la emergencia del agua, del fuego, de la guerra, la muerte. Nos convenció de que los mitos no eran narraciones falsas, sino relatos que acompañaban el sentido social de la comunidad, su pertenencia, su identidad. El ADN de los mexicanos, en mucho se debe a la estructura antropológica mítica. Somos guadalupanos, somos entrones, somos amantes de nuestra patria, ningún mexicano es más mexicano que otro. La mexicanidad está tatuada en nuestra piel. 

El mito es relato y explicación. Con él andamos la vida. Viri Ríos y Ray Campos ayudan a desmantelar nuestros mitos contemporáneos. Y esto es importante recalcar: los mitos no sólo abrazan a las sociedades pasadas, nuestra contemporaneidad también está cobijada por ellos. Son los mitos de nuestra contemporaneidad. Así no es, pero así ha sido. Nos hemos casado con la idea de que en México existe una gran capa social de clase media, sobre todo a partir del movimiento estudiantil de 1968, donde los estudiantes “clasemedieros” tomaron las calles, llegaron a las tribunas, arribaron a las plazas públicas y definieron uno de los rumbos en los que descansarían las consecuentes décadas de nuestra vida nacional. “Somos clase media”, se volvió uno de los recursos en que una capa de la sociedad mexicana se acomodaba y encontraba su lugar, ni ricos, ni pobres. Clase media. Y se supuso que un importante porcentaje de la población entraría en esa categoría. Además, clase media sin prejuicios sociales. Aquí insultaba que se aludiera al clasismo, al racismo, a cualquier otra forma de discriminación social, el ejemplo que teníamos con la discriminación a los negros y el racismo en Estados Unidos era tan vivo que chocaría cualquier semejanza con aquella realidad social y política. La mitología de los mexicanos contemporáneos arriba a otras y a mismas explicaciones. Los mexicanos, por su larga tradición de mestizaje donde indios y españoles se encontraron en medio de encuentros, conflictos, guerras, evangelizaciones, sincretismos e instituciones hispanas, se definieron por la mezcla, ni indios ni españoles, ni negros ni blancos; morenos y su alianza y consuelo en gran medida encuentra explicación antropológica y devocional con la virgen criolla, la morena, la Guadalupana. Pero el clasismo y el racismo están en todas nuestras esquinas, en todos los colegios guadalupanos, en un gran porcentaje de la sociedad mexicana. Preferimos a los blancos, ellos ganan los primeros lugares en empleos, ellos resaltan por sus calificaciones, ellos son los que enarbolan la bandera y ellas, las blancas, las güeritas, son las elegidas para representar en las posadas a la Virgen de Guadalupe. Viri Ríos y Ray Campos demuestran que más allá del mestizaje, de nuestra morena nacionalidad, la sociedad mexicana es racista.

El sistema cultural de la creencia es complejo. ¿Por qué creemos en lo que creemos? ¿Por qué asumimos como propios esquemas y modelos culturales que nos son legados? Este libro, que me honro en presentar, trabaja a partir de resultados de investigación de prestigiadas casas académicas como el CIDE, la UNAM o El Colegio de México. Su información es avasallante porque desmantela explicaciones, porque tumba relatos míticos, porque nos invita a pensar desde otros andamiajes las cosas en común, que creemos que son en común. Y eso en común no es inocente ni neutral, está edificado sobre ideologías, programas políticos, plataformas electorales, publicidades mercadotécnicas, estadísticas trabajadas desde distintas instituciones. 

Lo común tiene nombre y apellido. La idea de que si crece la economía alentará el bienestar social o que el destino de los beneficios de las pensiones a viejos, mujeres y jóvenes sea para un “consumo indebido” como alcohol, es abrumadoramente vigente. Esa idea prevalece. Los jóvenes beneficiados con becas las gastan en alcohol, es una idea recurrente. Viri Ríos y Ray Campos demuestran con información puntual que esto no es así. Como tampoco es así la idea de que el Estado ha destinado una gran cantidad de su presupuesto en programas sociales o educativos.

La república federal que ahora conmemoramos su bicentenario, nació en 1824 con un esquema de soberanía compartida: las entidades serían soberanas de la administración de su vida interior y en el gobierno general descansaría, entre otros asuntos, la defensa de la independencia y soberanía nacional. En agosto de 1824 se publicó el decreto en el que esa soberanía adquiría, a partir de entonces, su rostro fiscal. Se estableció una clasificación de rentas entre la federación y las autoridades estatales. Este pacto, con todo y sus modificaciones, ha prevalecido a lo largo de doscientos años. Una fiscalidad que comparta, distribuya y reparta; que administre y beneficie a la nación y no sólo a algunas de sus partes. Viri Ríos y Ray Campos arremeten frente a la posición de gobiernos actuales, como el del estado de Jalisco, encabezado por Enrique Alfaro, quien no ha dejado de amenazar con abandonar el pacto fiscal porque su entidad debería recuperar mayor cantidad de impuestos y no tendría por qué contribuir, a través del ejercicio fiscal, a otras entidades “pobres” como Oaxaca, Chiapas y Guerrero. Los autores del libro analizan con puntualidad el ejercicio fiscal por capas sociales, el ingreso, la distribución, la desigualdad de economías, el terreno disparejo entre percepciones salariales del norte, respeto a las del sur. Demuestran, con lujo de detalles, que esto no es así. El 33% de las personas sostienen que los estados ricos como Nuevo León, Jalisco o Tamaulipas no deberían contribuir al desarrollo de estados del sur. Destacan los millennials o los militantes del partido Movimiento Ciudadano. Entre sus argumentos, los habitantes del sur trabajan menos que los del norte, y aquí, desde luego, se debería incorporar el criterio histórico de que en el sur ha prevalecido la holgazanería, la ebriedad, ambas categorías vinculadas con el paradigma porfiriano del indio mexicano, paradigma alimentado por los fuertes gobiernos del norte encabezados por Álvaro Obregón, Venustiano Carranza y Plutarco Elías Calles. Paradigma alimentado por la posición geopolítica de México con un norte vinculado con el indomable Sam y en el sur, por naciones con sus desarrollos en ciernes. Este paradigma ha sido construido históricamente, en particular con las visiones nacionalistas del México decimonónico respaldadas por el México encabezado por el PRI del siglo XX. No estoy tan segura, como lo dicen los autores, que el sur creció “alejado de los mercados internacionales”. El sur estuvo vinculado con el Caribe, con América del Sur, con Europa desde el siglo XVI. Tuvo otra dinámica, porque estuvo compuesto por una sociedad contrastantemente distinta a la sociedad del norte mexicano. No obstante, hay que reconocer la explicación que ofrecen los autores sobre la importancia de la distribución nacional y no regional del pacto fiscal. Seguramente la historia de nuestra república a sus doscientos años ofrecerá más de un ejemplo de cómo el sur fue pieza clave para mantener la gobernabilidad de la república, cómo Yucatán o Veracruz representaron zonas estratégicas para la defensa de la soberanía nacional. En mi opinión, aquí debe recurrirse no sólo a estadísticas o estudios actuales respecto al pacto federal, sino a la historia que nos ha hecho nación. Una nación compuesta de provincias convertidas en estados que tuvo como principio la felicidad y prosperidad de todos y no sólo de algunos, un federalismo que arrancó en Jalisco, Yucatán, Oaxaca y Zacatecas apostando porque ningún pueblo sería superior a otros, que todas las partes tendrían que ser consideradas iguales, hermanas, federadas.

La importancia de la investigación social y humanística radica en ofrecer nuevas explicaciones no tanto para ofrecer nuevos modelos y esquinas para pensarnos, no tanto para desmantelar viejos mitos y explicaciones metafísicas, sino para explicar cómo es que esos mitos se han armado con intereses económicos, consorcios internacionales, imperialismos y consecuentes colonialismos, coyunturas políticas, faccionalismos y procesiones devocionales. Así no es, es un claro ejemplo de que necesitamos, con urgencia, reconocer la madera con la que están construidas nuestras creencias.

 


Viri Ríos y Ray Campos, Así no es, México Grijalbo, 2024.

 

 

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