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sábado, 25 enero, 2025
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Transición energética en el campo mexicano

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Por: JOSÉ NARRO CÉSPEDES •

El campo mexicano, tristemente, sigue siendo el hogar de millones de personas en situación de pobreza. Un sector olvidado por las políticas públicas, que continúa siendo una de las principales fuentes de desigualdad en el país. En este espacio, la pobreza es estructural, y muchas de las personas que nacen en él, especialmente los jóvenes, se ven obligados a migrar en busca de mejores oportunidades. Este éxodo hacia las ciudades o, incluso, hacia otros países, es el resultado directo de la falta de condiciones de vida dignas, y uno de los principales motores de la brecha entre el campo y las zonas urbanas.

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Existen factores estructurales que mantienen al campo mexicano en un estado de precariedad. Uno de ellos es el costo de la energía eléctrica, indispensable para la producción agrícola. En muchos lugares del campo, los pequeños productores dependen de sistemas de riego que bombean agua desde profundidades de hasta 200 metros. Estos sistemas, a pesar de su necesidad, generan costos elevados que arrastran la rentabilidad de los cultivos. Un dato alarmante es que, en muchos cultivos, aproximadamente el 80% del costo de producción se destina al pago de la energía eléctrica, un gasto que resulta insostenible en un país con una agricultura que aún se encuentra en desventaja tecnológica.

Es en este contexto que la transición energética se presenta no solo como una necesidad urgente, sino como una oportunidad única para transformar el sector agrícola mexicano. La adopción de energías renovables como la solar, eólica y de almacenamiento limpio en los pozos de riego, podría reducir drásticamente el costo de producción y, a la vez, hacer al campo más competitivo y sostenible. Estas tecnologías no solo abaratarían el costo de la energía, sino que ofrecerían una fuente de energía más confiable y accesible, sobre todo en las zonas más remotas del país.

Aprovechar la energía solar en los sistemas de riego podría permitir a los pequeños productores reducir su dependencia de la red eléctrica, además de contribuir a la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero, un paso clave para cumplir con los compromisos ambientales del país. Lo mismo ocurre con la energía eólica, especialmente en regiones con vientos constantes, donde esta fuente de energía podría ofrecer una alternativa viable y económica para los agricultores.

Se requiere de un esfuerzo coordinado entre el gobierno, las empresas tecnológicas y las comunidades agrícolas. Pensamos que es importante impulsar un programa nacional de apoyo que incluya financiamiento accesible, capacitación a los productores sobre el uso de nuevas tecnologías y una infraestructura adecuada para que estos recursos sean aprovechados de manera óptima.

El futuro del campo mexicano está intrínsecamente ligado a su capacidad para adaptarse a los desafíos del siglo XXI. La transición hacia energías renovables no solo es una solución a los altos costos de producción, sino también una puerta abierta hacia un desarrollo más equitativo y sustentable. Si queremos que el campo deje de ser sinónimo de pobreza, debemos invertir en soluciones que le permitan prosperar.

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