“El turismo puede reproducir la injusticia social y ambiental o ser un mecanismo de cambio transformador y empoderamiento”, afirmó Jennifer Devine en su conferencia magistral en el XVIII Congreso Internacional de Investigación Turística AMIT, en la que expuso ejemplos de la mercantilización de paisajes, culturas y pueblos, contrastándolos con las prácticas comunitarias del turismo solidario.
La académica de la Universidad Estatal de Texas, desarrolló a través de la ponencia titulada “El Turismo Como Agente de Transformación Socio-Ambiental: Desafíos, Amenazas y Oportunidades», cómo ésta industria que contribuye con aproximadamente 11 billones de dólares al Producto Interno Bruto (PIB) mundial, puede ocultar dinámicas de exclusión a través de imágenes idílicas.
Relató que, en Guatemala, durante la guerra civil, el gobierno utilizó al turismo como una herramienta de propaganda para proyectar una imagen de paz y seguridad, mientras cometía actos de genocidio contra las comunidades indígenas.
“Las campañas turísticas del Estado vendían una Guatemala de indígenas felices, mientras miles de personas estaban siendo asesinadas. El turismo, en ese contexto, fue utilizado para invisibilizar la violencia”, señaló.
Devine también mostró el lado opuesto: como el turismo puede ser una herramienta de justicia social.
Puso como ejemplo a la cooperativa Nuevo Horizonte en Guatemala, fundada por excombatientes del conflicto armado que transformaron su lucha en un modelo de turismo solidario.
“Ellos cambiaron las armas por la tierra, y hoy reciben turistas no solo para mostrarles sus paisajes, sino para contarles su otra historia, la de resistencia y supervivencia”, relató.
La académica se refirió al “ecoturismo contrainsurgente”, para describir cómo en Guatemala, el turismo verde y la conservación se han militarizado. Describió que, en la Reserva de la Biosfera Maya, se han instalado más de 14 destacamentos militares bajo la excusa de proteger la naturaleza, pero que en realidad actúan como mecanismos de control y despojo contra las comunidades locales.
“El ecoturismo, en estos casos, no es un medio para conservar la naturaleza, sino para consolidar el poder estatal sobre territorios que aún son disputados por comunidades indígenas y campesinas”, dijo.
En contraparte “El turismo comunitario es un mecanismo de justicia restaurativa y reconciliación histórica”, indicó la expositora, aludiendo a las comunidades locales en la Reserva de la Biosfera Maya que han recuperado su derecho a gestionar el territorio y proteger el medio ambiente.
Respecto al turismo colonial en San Marcos, Texas, la académica narró que la designación de la ciudad como la Capital de las Sirenas de Texas, reproduce una historia de despojo territorial indígena.
Explicó que el antiguo parque de atracciones Aquareena Springs, conocido por sus espectáculos de sirenas y cerdos nadadores, se construyó sobre los manantiales sagrados de los nativos americanos, un sitio con más de 12 mil años de ocupación continua.
Devine subrayó cómo el turismo perpetúa las narrativas coloniales al convertir estos lugares sagrados en atracciones de fantasía para los anglosajones, invisibilizando las luchas contemporáneas de los pueblos indígenas por sus derechos territoriales.
La conferencista fue cuestionada sobre si es posible descolonizar el turismo. “No podemos eliminar el turismo, pero podemos cambiar quién toma las decisiones. Las comunidades deben ser dueñas de su proceso turístico, decidir qué partes de su cultura quieren compartir y cómo lo hacen, y eso puede revertir las dinámicas coloniales”, respondió.
Un ejemplo de esto es San Juan La Laguna, un pequeño pueblo indígena en Guatemala donde los residentes han utilizado el turismo para reforzar su identidad cultural y proteger su territorio, prohibiendo la compra de tierras por extranjeros. “El turismo puede construir o destruir, empoderar o subyugar”, enfatizó Jennifer Devine.