Los “ciegos” niegan que México vive una transformación promovida por fuerzas progresistas de corte nacionalistas y reivindicadoras del bienestar social y que los cimientos descansan en la misma sociedad.
La derecha mexicana está ausente en la aportación de elementos de cambio, es una oposición marginal, sin programa alternativo, sin autocrítica, irreflexiva, de posturas contradictorias en su afán obstaculizador y con posturas absurdas y antipopulares.
El Movimiento de Regeneración Nacional, a través de su instrumento legal electoral (Morena) ha cristalizado una nueva forma de elegir a la que será su candidata en la sucesión presidencial del 2024. Básicamente consistió en que los aspirantes hicieran un recorrido por el país, expusieran ideas, sellaran compromisos y culminar con una encuesta, para saber la decisión del pueblo, borrando el dedazo y la imposición.
La derecha mal copió ese método e hizo los ajustes para garantizar la antidemocracia que le es inherente. Fueron incapaces de recorrer el país. Bajaron de la contienda a los “comodinos” para imponer, por dedazo, a Xochitl Galvez, evitaron la decisión democrática del ciudadano, ni siquiera invitaron a ese sainete a los aspirantes del PRD, al que usan como membrete publicitario.
Tras el nuevo procedimiento electivo, del que no hay elementos tangibles para argumentar que López Obrador se haya involucrado para inclinar la balanza (antes el dedazo y la imposición era una costumbre por todos conocida), la derecha corrupta no tiene autoridad moral para criticarlo porque el nuevo método rompe con lo que ellos crearon y practicaron durante todo el siglo pasado y, a su vez, no han podido desembarazarse de la práctica que dicen criticar.
Hay que reconocer que, independientemente de las observaciones que se le hagan al procedimiento, representa un esfuerzo serio por permitir que la sociedad decida democráticamente, desterrando el “destape” y el “dedazo”, con lo que garantizaban la continuidad de las relaciones políticas basadas en la complicidad y la corrupción y permitiendo que una oligarquía decidiera el rumbo nacional. Ahora lo siguen intentando con el llamado PRIANRD.
Pero en política (a cualquier nivel) nada es puro, inmaculado, homogéneo, ni termina por ser del agrado de todos. Las dificultades son mayores en los procesos en los que ya había una dinámica de “usos y costumbres”. Nótese los que pretendieron ser aspirantes por el PRD (Mancera y Aureoles). Igual sucedió con el retiro que hicieron a Santiago Creel del PAN, luego a Enrique de la Madrid y, finalmente, a Beatriz Paredes del PRI. Los detalles son parte insustancial de la historia.
En Morena se da un proceso diferente y la inconformidad de Marcelo Ebrad no encuentra argumento válido que no sea el ferviente y añejo deseo de ser, no solo candidato, sino Presidente de la República, popularmente se diría que es un “berrinche”, porque no hay de por medio un argumento político, de proyecto, de democracia o de legalidad.
Es, justamente, el mismo problema de conducta política que arrastra Ricardo Monreal. Ya ha dado cuenta en el pasado reciente. El problema mayor de ellos es no estar totalmente convencidos, y/o dispuestos, a luchar por el proyecto de transformación, piensan primero en su persona, incluso han sido enfáticos en afirmar que el movimiento les debe años de lucha. Pero no informan que durante ese mismo tiempo se han cobrado del erario jugosos sueldos justificados en los cargos públicos que han ostentado gracias al movimiento. Nada quieren hacer por los demás. Todo lo cobran. El caso, por ejemplo, de Ricardo que constantemente afirma que ha acompañado a AMLO a lo largo de unos 40 años “de lucha”, pero nunca dice que en ese tiempo no ha dejado de cobrar como Diputado Federal, Senador de la República y jefe delegacional de la Cuauhtémoc. AMLO parafrasearía a Amado Nervo: “¡Vida, nada me debes! ¡Vida, estamos en paz!”
El berrinche de Ebrad, sinceramente Yo lo esperaba de Ricardo, evidencia el oportunismo, y la hipocresía, con la que actúan, también deja en claro que no han cambiado y continúan moviéndose bajo los esquemas de usos y costumbres priístas. Que AMLO, como indiscutible dirigente, los mande a darse baños de pueblo y a que establezcan compromisos sociales no ha sido suficiente para que entiendan que en política siempre ha tenido un gran peso contar con base social. Pero ya no de manera corporativa, sino de forma libre, de una población informada y cada día más politizada. Por eso, así como los ciudadanos mandaron al sótano a Ricardo Monreal con un 6 por ciento de las preferencias, Ebrad calcula mal y cree que el porcentaje obtenido lo podrá mantener fuera de Morena. Salirse del partido que encabeza el presidente y ahora Claudia, es no darse cuenta que eso implica salirse del movimiento conformado por millones de mexicanos, y ya nada será igual.