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sábado, 20 abril, 2024
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La fuerza del Spauaz

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Por: ALBERTO VÉLEZ RODRÍGUEZ • ROLANDO ALVARADO •

En las fotos aparece muy sonriente acompañado de Jaime Santoyo Castro, de Carlos Peña Badillo, de Benjamín Medrano Quezada o de Roberto Luévano. Tales presencias pueden ser significativas, o quizás sea apenas la manifestación de una cercanía con las instancias de decisión. Y no son nada nuevo, porque en la toma de protesta de Armando Silva Cháirez como rector en 2012 estuvo el gobernador Miguel Alonso Reyes. Lo que sí parece ser significativo es que el único líder sindical presente en el informe del Rector fue el dirigente del Stuaz, Rafael Rodríguez Espino. El líder del Spauaz, José Crecenciano Sánchez Pérez, se encontraba obstaculizando la circulación de la Avenida Hidalgo en “protesta” por las violaciones e incumplimientos de la Rectoría al contrato colectivo. El Spauaz argumentó para justificar tal acción que se debían, entre otras cosas, las primas de antigüedad de junio, julio y agosto –aunque se debe indicar que la prima de agosto se vence hasta el 15 de septiembre- el depósito a la cuenta de seguridad social de agosto, derivado de los acuerdos para el levantamiento de la huelga de febrero de 2015, las gratificaciones por jubilación y por 30 años de servicio, y algunas cosas más. Lo que el dirigente enfatizó es que el adeudo más importante es el de la seguridad social. Para calibrar la importancia de tales declaraciones, o al menos su posición dentro del discurso de legitimación de los dos últimos secretarios generales del Spauaz, podemos volver unos años en el tiempo para recordar que el 15 de septiembre de 2011 era motivo de orgullo para el rector en turno, Francisco Javier Domínguez Garay, contar con la presencia de los dos secretarios generales de los sindicatos de la UAZ, que a la sazón eran Antonio Guzmán Fernández y Rafael Rodríguez Espino.

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Para el cuarto informe del citado ex rector ya no asistieron ambos secretarios. Quizás porque hubo una separación entre ellos. Uno, Rodríguez Espino, apoyó a Armando Silva, el otro, Guzmán Fernández, a Alfredo Salazar. Y Salazar perdió, lo que obviamente significó un trauma a las aspiraciones del Grupo Universidad. Pero ese grupo tuvo un largo año para tratar de negociar con Silva Cháirez y Domínguez Garay el conjunto de posiciones de la administración central. De todos es sabido que esas negociaciones culminaron en la defenestración de Domínguez Garay y la huelga de febrero de 2014 con la que se pretendió quitarle la Rectoría a Silva Cháirez. Nunca, durante la administración de Domínguez Garay, fue un problema la ausencia de pago de la seguridad social para el dirigente del Spauaz, sino que salió a relucir como problema hasta que se rompió el contubernio con el rector. Esto explica dos cosas, las últimas dos huelgas, y la reiterada, cuan inocua, belicosidad del secretario general del Spauaz hacia Silva Cháirez e ilustra la manera en que se subordinan los derechos de los universitarios a los siniestros cálculos políticos de los grupos. Sin embargo debemos resaltar otro elemento. La capacidad de convocatoria del Spauaz está menguada porque de aproximadamente 3500 académicos movilizó sobre la Avenida Hidalgo apenas unos 250, es decir, 0.07% de sus bases. ¿Tendrán algo que ver con ello los conflictos derivados de una repartición autoritaria, unilateral y apatronada de las 2800 hrs. y la falta de repartición de tortas?. ¿O acaso es el logro de la desmovilización de las bases del sindicato planeada por un Comité Ejecutivo que ha caído en los juegos sucesorios, no teniendo ya la voluntad de convocar a la Coordinadora de Delegados, de informar de sus actividades, de afrontar los problemas de sus agremiados y que ya no tiene más discurso que acusar al Rector de “falta de gestión”?.

Podemos apreciar entonces que priorizar el discurso sobre la seguridad social tiene la pretensión, siempre la ha tenido, de capitalizar en beneficio de un grupo el supuesto descontento de los académicos ante la precariedad de su empleo y los constantes incumplimientos contractuales, tantos, que ya ni siquiera se mencionan. El Spauaz no puede considerarse derrotado aun cuando 80% de las cláusulas del contrato son letra muerta, y 20% restante está consuetudinariamente  incumplido si mantiene una vida colegiada en la que se discuten los problemas y se tomen las decisiones por mayorías que las apoyarán. Pero si un rector tuvo la capacidad de comenzar a robar el salario de los académicos con la complacencia del sindicato, entonces ese sindicato ha sido conducido a la derrota por sus dirigentes para alcanzar los objetivos políticos de un grupo. Por eso es que idealmente un sindicato debe ser independiente, porque los intereses de un grupo universitario, que tiene por pretensión llegar a la rectoría, no son nunca –excepto en las versiones ideológicas de los líderes- los legítimos intereses de los académicos. Esto, que de suyo suena como verdad de Perogrullo, debe ser recordado de tiempo en tiempo para poder explicarnos la aparición de ciertos discursos que aparentan ser incendiarios, pero que no incendian nada. Como esos con los que los dirigentes del Spauaz consideraron prudente detener la circulación en la avenida Hidalgo. ■

 

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