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miércoles, 17 abril, 2024
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Una aventura llamada Amistad

■ Una aventura llamada Amistad

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Por: ÁLVARO GARCÍA HERNÁNDEZ •

A inicios de la década de los 80 tuve la oportunidad de arribar a la Ciudad de Zacatecas como parte de una estrategia de vida familiar, contaba apenas con 9 años de edad e inicié escribiendo por estas tierras coloradas uno de los capítulos más importantes de mi vida, quedé enamorado con la belleza de la Capital; me sentía de pronto como si estuviera en otro país, recuerdo el frío, la lluvia y la neblina que daban un escenario idóneo a mi nostalgia, misma que me acompañaba permanentemente cuando recorría, en solitario, las calles del centro histórico iluminadas con faroles de los que emanaba una luz tenue color ocre. En mi travesía por Zacatecas tuve la fortuna de encontrar dos grandes amigos que de pronto se convirtieron en los hermanos que nuca tuve: Javier Loera Villasana y Manuel Silva Ramos, a ambos les tengo un profundo cariño pues hemos estado juntos en muchos momentos y etapas de nuestra vida, con ellos emprendí la gran aventura de la amistad, sentimiento que perdura hasta hoy pero más fuerte. Aunque somos tan distintos, supimos entender y tolerar posturas filosóficas, gustos musicales y diversos puntos de vista sobre lo que en ese momento acontecía en el país y en nuestro estado. La amistad nos llevó a acampar sin nada más que una cobija, en La Bufa o cerca de las aguas termales de Zapoqui desde donde construíamos por la noche, escenarios utópicos escuchando a Pink Floyd, Scorpions, KISS, The Cure, Depeche Mode, Cerati o Pedro Infante, este último, ídolo de Javier, aunque no tardó mucho en abrirse a nuevas alternativas musicales. Ya después, con el pasar de los años la amistad nos llevó a recorrer varios lugares fuera de Zacatecas, a veces de aventón otras en autobús, comiendo tortas de aguacate sin sal, durmiendo en centrales camioneras o estaciones de ferrocarril, siempre nos acompañó la buena música aunque a veces los aparatos reproductores era muy rudimentarios y, nuestros sueños de superación que fueron compartidos por nuestra familia ampliada pues los tres, supimos querer a nuestros padres, madres y hermanos, todavía hoy, somos recibidos con afecto en cada hogar al que visitamos. Estoy convencido de que aquella amistad nos formó como personas, nos hizo fuertes ante los embates de la vida pues no han sido pocas las ocasiones en que nos hemos abrazado y recibido el consejo siempre puntual ante algún derrotero personal. Precisamente en el mes de Julio con la época vacacional, los tres visitábamos la tierra de mis padres y abuelos: Jaral del Progreso, Gto., todo el mes disfrutábamos del alojamiento y la asistencia de mi generosa abuela Esther y, como dijo una vez Manuel, nos ingríamos con los tíos, las tías y los primos, lo cual generaba un sólido apego que nos dolía desprender al momento de regresar a clases. Las lluvias y el clima de nuestro Jaral también generaron un cariño muy importante a aquella región del bajío, qué decir de San Miguel de Allende, Celaya, Guanajuato, Valle de Santiago y cada punto que enriquecía nuestra visión del mundo. La amistad se fortaleció y se convirtió en hermandad, crecimos y la separación fue inevitable, cada quien hizo su vida, su carrera profesional y tomamos rumbos distintos, incluyendo cambios de residencia. Tuvimos más entrañables amigos y compañeros como Pedro, el May, Eric Pascual, mi querido hermano Maclovio Reveles, Martín Sotelo y José Elotoj, este último íntimo amigo de Manuel; juntos disfrutamos de nuestra juventud muy sanamente, lejos de muchos distractores, lo cual, motivó que nos uniéramos más y que compartiéramos muchos ratos de caminatas por los cerros, que disfrutáramos de la naturaleza, que divagáramos con el manto estelar y que nos deleitáramos con mucha buena música que nos hacía soñar con las novias de aquél entonces. Personalmente agradezco al Universo la fortuna de contar con mis queridos amigos, he sido bendecido con la gran aventura de la amistad, aquella que construyó sus pilares con discos de acetato y casetes grabados con piezas musicales escrupulosamente seleccionadas y que luego eran reproducidas en el famoso walkman. Finalmente recuerdo que en una de las líneas más oscuras de mi vida, me enfermé de covid-19, me fue muy mal y, un día de los más difíciles que pasé, mi familia y mis amigos fueron a darme ánimos, salí al balcón y ahí estaban ellos con cartulinas, echándome porras y refrendando lo que yo ya sé, que cada que los necesite ahí estarán presentes, que pese a todo estamos juntos, que la distancia y nuestras diferentes ocupaciones no rompen aquellos lazos de amistad que se formaron con el tiempo, que maduraron como nosotros y que seguramente permanecerán cuando concluya nuestra misión en este plano terrenal. Gracias por todo queridos amigos.

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