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jueves, 28 marzo, 2024
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El presidente que invoca al otro presidente

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Por: E. ANDREA ROBLES G. •

Mario Delgado llegó a la presidencia nacional del Movimiento de Regeneración Nacional, en medio de una contienda interna llena de mitos y leyendas. Desde el 5 de noviembre del año 2020, el militante de apenas cinco años, Delgado, ha recorrido el país haciendo su labor política y ejerciendo las prerrogativas del partido.

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Su discurso – así en singular por la repetición de la dinámica retórica- es apelativo al lopezobradorismo y al honor que implica apoyar al hoy presidente de la República.

Si bien la consigna no es nueva, lo que el dirigente nacional no ha podido discernir es que el llamado al voto no puede recaer en la figura presidencial. La militancia partidista y el poder público no pueden transitar en el mismo canal de comunicación; ni parientes son, dirían Los Tigres del Norte.

Morena, como cualquier institución partidista, tiene bases ideológicas, corrientes de pensamiento, escuelas de formación política y diversas actividades que activen a la militancia y procuren incrementar los números de afiliación, y justo en todo ello debería radicar la persuasión del voto, no en la repetida construcción discursiva obradorcentrista, mucho menos en pleno respeto a la investidura presidencial.

El equipo morenista de élite debería «ayudarle» al primer mandatorio a mantener sus índices de aceptación popular, delimitando dónde termina la militancia y dónde empieza el ejercicio del poder público. Los partidos políticos son las instituciones con menos prestigio en el país, y sin embargo, Andrés Manuel López Obrador, fundador y primer candidato presidencial de Morena, ha logrado mantener la percepción ciudadana en números favorables respecto a su quehacer gubernamental. Sin embargo, urge que Delgado cambie sus recursos retóricos, y que su cargo al frente del CEN deje de depender de invocar el nombre del presidente.

El no conocer la diferencia entre las metas partidistas y las obligaciones del presidente de la República (que además de ser constitucionales se aceptan en solemne protesta), puede llevar a la maxi dependencia de la nomenclatura que se ha desarrollado en torno a quien hoy porta la banda presidencial, y no sólo como un desgaste en el activismo político, sino pudiendo enfrentar consecuencias de Derecho al hacer pronunciamientos que puedan encajar en los supuestos que sancionan las leyes electorales, o peor aún, incurriendo en conductas tipificadas, de esas que anulan elecciones y hunden carreras políticas.

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